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El matrimonio sigue siendo el ideal

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La cohabitación juvenil está cada vez más socialmente aceptada en Europa y Norteamérica, y en algunos países se ha convertido en un modo alternativo de vida en pareja frente al matrimonio. Pero los datos demuestran que la mayoría de las parejas desean casarse, aunque la cohabitación previa contribuye a retrasar el matrimonio y a hacerlo más frágil.

Hasta los años ochenta del siglo XX, la cohabitación, basada sólo en el sentimiento, estaba reservada a sectores marginales de la población o bien a los libertarios que abogaban por el amor sin reglas.

Poco a poco, una iniciación sexual cada vez más temprana, junto al retraso de la edad del matrimonio y la desaparición del estigma de la madre no casada han contribuido a la extensión de la cohabitación de los jóvenes.

La debilidad del actual vínculo matrimonial ha provocado que se acepte con naturalidad la idea de que la diferencia entre una pareja de hecho y un matrimonio sólo es un papel sin valor, y de que los niños pueden encontrar el mismo ambiente saludable en esas uniones informales.

Sin embargo, esta tendencia ha cambiado en la última década. Según un estudio realizado por Pau Miret, profesor de geografía de la Universitat Autònoma de Barcelona, la cohabitación en España pasó de un 12,2% en 2001 a un 24,7% en 2008. Sobre la base de los censos de 1991 y 2001 y la Encuesta de Población Activa correspondiente al primer trimestre del año 2008, el estudio muestra también que la mitad de la población de entre 20 y 39 años convive actualmente en una unión de hecho.

Muchos jóvenes eligen las uniones de hecho como forma de iniciar su convivencia hasta que pasan unos años o tienen hijos. “Aunque no hay ninguna razón legal que los presione, cuando quieren tener hijos se casan. Se trata de un valor cultural propio del sur de Europa”.

Otra de las conclusiones a la que llega Miret es que los matrimonios tienen más hijos que las uniones de hecho. Mientras que las parejas casadas tenían -de media- 1,6 hijos en 1991, las que cohabitaban tenían 0,9 hijos. En 2001, esta relación se situaba en 1,3 hijos en los matrimonios y 0,6 hijos en las parejas de hecho. Los datos de 2008 vuelven a confirmar esta tendencia: 1,2 y 0,7 hijos, respectivamente.

A los 30, pasar por el registro

En la mayoría de los países, la cohabitación sigue siendo un fenómeno ligado a la edad. En general, los jóvenes que se encuentran en la veintena prefieren la unión de hecho al matrimonio, porque quieren vivir con su pareja pero no tienen todavía la idea de crear una familia. Sin embargo, a partir de los treinta años, el matrimonio se consolida en todos los tramos de edad como la forma preferida de convivencia.

El estudio de Miret muestra que, actualmente en España, 3 de cada 4 jóvenes de 20 años que viven en pareja no están casados, mientras que a los 32 años esta proporción se reduce a una de 1 cada 5 parejas; y a los 39 años, sólo 1 de cada 10 parejas son uniones de hecho.

De todos modos, cada país tiene su peculiaridad. Por ejemplo, hasta hace pocos años, en Inglaterra la forma más común era “la cohabitación después del matrimonio”, es decir, cuando algún miembro de la pareja es divorciado. Pero ahora está ganando terreno la cohabitación entre los jóvenes que nunca han estado casados.

La correlación entre divorcio y cohabitación es algo que causa perplejidad entre los investigadores. Ron Lesthaeghe ha mostrado que los países con altos porcentajes de divorcio tienen también altos porcentajes de cohabitación entre divorciados (2). Por ejemplo, entre los hombres divorciados en Inglaterra, el número de cohabitantes rondaba el 40% durante la última década.

Sin embargo, la correlación entre divorcio y cohabitación no se da en Estados Unidos, donde los divorciados tienden a casarse otra vez.

Más nacimientos extramatrimoniales

Otro dato que arroja luces sobre la cohabitación es el número de nacimientos fuera del matrimonio. Kathleen Kiernan distingue cuatro escenarios posibles: en el primero, la cohabitación es un fenómeno minoritario de algunos subgrupos frente a la inmensa mayoría de parejas casadas; en el segundo, la cohabitación (sin hijos) se concibe como un paso previo al matrimonio; en el tercero, la cohabitación empieza a gozar de aceptación social y es normal que algunas parejas tengan hijos; en el cuarto, la cohabitación con hijos se presenta como una alternativa al matrimonio.

Pues bien, según Kiernan, sólo Suecia y Dinamarca han llegado al cuarto escenario; a mediados de los noventa, en esos países más del 40% de las mujeres tuvieron su primer hijo mientras cohabitaban. En el extremo opuesto están los países del sur de Europa, donde ese porcentaje no llegaba al 10% (3).

En las últimas décadas, el número de nacimientos extramatrimoniales se ha disparado en Estados Unidos. De acuerdo con los últimos datos del National Center for Health Statistics, casi 4 de cada 10 nacimientos tienen lugar hoy fuera del matrimonio. Cerca de 1,7 millones de niños nacieron fuera del matrimonio en 2007, lo que supone un aumento del 26% respecto a 2002 y más del doble que en 1980.

También en España se ha multiplicado el número de nacidos de madre soltera. Los últimos datos disponibles fijan la proporción en el 30,2% en 2007 y cabe esperar que vaya a más. El más importante de esos indicios es que la natalidad ha registrado un repunte notable en los dos últimos años, mientras se ha acelerado la caída del número de matrimonios.

En Gran Bretaña ocurre una cosa curiosa. En los años setenta, cerca de un tercio de las parejas iniciaron su vida en común mediante la cohabitación; en los noventa, lo hicieron tres de cada cuatro. Sin embargo, lo normal sigue siendo tener hijos dentro del matrimonio. La explicación de este fenómeno se encuentra en que la media de duración de las parejas de hecho en ese país está en dos años; a partir de ese momento, cerca de la mitad se transforman en matrimonios; y las restantes, se rompen (4).

Me casaré algún día

Pese al aumento de la cohabitación en Gran Bretaña, el matrimonio sigue siendo el ideal al que aspiran muchas parejas. Esta es la conclusión a la que ha llegado un estudio realizado por Ernestina Coast, profesora en el departamento de política social de la London School of Economics (5).

El estudio analiza los datos recogidos por el British Household Panel Survey, una base de datos que ha hecho el seguimiento de más de 10.000 personas desde principios de los años noventa. En particular, Coast se fija en las personas de menos de 35 años que están cohabitando actualmente y que nunca han estado casadas.

Cuando se les pregunta por sus expectativas, 3 de cada 4 dicen que están planeando casarse o que probablemente terminarán haciéndolo.

Otro dato significativo es que 2 de cada 3 mujeres y hombres encuestados declaran que no ven ninguna ventaja en la cohabitación que no tenga el matrimonio.

Entre los que sí señalan alguna ventaja, la mayoría no tiene hijos. Otras que sí ven ventajas -sobre todo, económicas- son las mujeres que ya son madres.

Este último dato muestra la escasa protección que las leyes británicas dispensan al matrimonio. De hecho, el estudio revela que la causa principal de que muchas parejas elijan la cohabitación frente al matrimonio se encuentra en el sistema impositivo: las parejas casadas está claramente discriminadas frente a los solteros.

Este tipo de discriminaciones ha provocado la aparición de un fenómeno nuevo: personas que se consideran pareja pero que viven en domicilios diferentes (“living apart together”). Da la impresión de que los beneficios fiscales tienen mucho que ver con la popularidad de estos arreglos de la convivencia.

¿Familia moderna o pobre?

La situación de cohabitación depende también de la clase social. En Gran Bretaña, el estudio de Anastasia De Waal, Second Thoughts on the Family (6) pone de relieve que la práctica a gran escala de la cohabitación y de la maternidad en soltería está mucho más extendida entre los niveles de bajos ingresos.

Al examinar una encuesta sobre la situación de las familias que se constituyeron alrededor del año 2000 (Millenium Cohort Study), encontró que entre quienes estaban solteros en el momento de nacer su hijo, el 28% no tenían ninguna calificación de estudios. En contraste, el 43% de las madres que estaban casadas en el momento del nacimiento de su hijo tenían un nivel de estudios alto. Entre aquellas que cohabitaban esto caía hasta un 24% y entre las solteras sólo era del 10%.

De Waal concluía que los gobiernos diseñan sus políticas dando por supuesto que la gente que cohabita lo hace simplemente porque quiere y que esto es un signo de diversidad o, en sentido contrario, de decadencia de los valores familiares. En cambio, ella subraya que hay altos niveles de matrimonio en las familias de clase media y alta, mientras que hay mayores índices de cohabitación, de divorcio y de familias monoparentales entre quienes tienen bajos ingresos y están sumidos en la pobreza estructural. Lo que se llama “familia moderna” sería más bien la familia pobre (cfr. Aceprensa 8-10-2008).

Para cambiar esta situación, The Center for Social Justice -un think tank nacido en el seno del Partido Conservador británico- elaboró un informe el pasado julio en el que recogía una batería de medidas orientadas a promover el matrimonio y la estabilidad familiar. Con ello, los conservadores pretendían desincentivar otras formas de convivencia como las uniones de hecho.

Entre otras cosas, el informe recomendaba: un apoyo más efectivo por parte de las comunidades a las familias; implantar cursos pre-matrimoniales que preparen mejor a los futuros esposos; fomentar la conciliación familiar para los matrimonios en crisis, rebajar la equiparación entre las parejas de hecho y el matrimonio, etc. (7).

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NOTAS

(1) Kairi Kaseauru, “The Case of Unmarried Cohabitation in Western and Eastern Europe, ponencia presentada al congreso “Comparative and Gendered Perspectives on Family Structure”, London School of Economics, 17-18 septiembre 2007.

(2) Ron Lesthaeghe, “The Second Demographic Transition in Western countries”, en K. O. Mason y A. M. Jensen (eds.), Gender and Family Change in Industrialized Countries, Clarendon Press, Oxford, pp. 17-62, 1995.

(3) Kathleen Kiernan, “Cohabitation in Western Europe: Trends, Issues and Implications”, en A. Booth y A.C. Crounter (eds.), Just Living Together. Implications of Cohabitations on Families, Children and Social Policy, Lawrence Erlbaum Associates, pp. 3-31, 2002.

(4) John Ermisch, “The Puzzling Rise in Childbearing Outside Marriage”, en A. F. Heath, J. Ermisch y D. Gallie (eds.), Understanding Social Change, Oxford University Press, Oxford, pp. 23-53, 2005.

(5) Ernestina Coast, “Honourable Intentions? Attitudes and Intentions among Currently Cohabiting Couples in Britain, conferencia pronunciada en la sede de la British Household Panel Survey, 5 julio 2007.

(6) Anastasia de Waal, Second Toughts on the Family, Instituto para el estudio de la Sociedad Civil de Londres, London (2008).

(7) Center for Social Justice, “Every Family Matters. An In-depth Review of Family Law in Britain, 2009. Ver resumen del informe en Aceprensa, 23-07-2009.

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