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Visita de Benedicto XVI a la República Checa

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Brno. Cuando el Papa Juan Pablo II vino en 1990 a Checoslovaquia, para muchos fue un símbolo definitivo del fin de la era comunista en esta tierra, que ha sido por tradición muy cristiana. Durante su pontificado, Karol Woyjtila visitó la Républica Checa otras dos veces, en 1995 y 1997. Ahora, coincidiendo con el vigésimo aniversario de la canonización de santa Inés, una de las grandes santas checas, y también cuando el país conmemora a su patrón, san Wenceslao, el Papa Benedicto XVI estará aquí los días 26-28 de septiembre para unirse a las celebraciones.

Checoslovaquia adquirió la independencia en 1918, tras casi cuatro siglos gobernada por los Habsburgo. En 1938 perdía su autonomía al quedar sometida al III Reich de Adolf Hitler, y recuperaba su libertad en 1945. Tres años después, los comunistas asumieron las riendas del gobierno y se perpetuaron durante cuarenta y un años. En 1989 el comunismo sucumbió y, poco después, en 1993 la federación checoslovaca se escindió en dos repúblicas: la República Checa y Eslovaquia.

La inestabilidad ha creado bastante descontento entre la población, ya que esto pasó durante la presidencia checa de la Unión Europea y coincidiendo con la crisis económica. Se constituyó un gobierno interinio de tecnócratas para administrar el país hasta las elecciones anticipadas de octubre de 2009. Pero un recurso a la Corte Constitutional ha provocado una cancelación de dichos comicios por supuesta inconstitucionalidad. Ahora parece que ese Ejecutivo temporal va prolongarse hasta mayo de 2010, lo que supone varios riesgos. El principal es el económico, porque el desempleo está subiendo, el poder adquisitivo disminuye, la deuda estatal se acerca al 30% del PIB y el déficit fiscal será posiblemente un récord: 160.000 millones de coronas checas, unos 6.500 millones de euros.

La situación de la Iglesia

En la historiografía nacionalista, la Iglesia católica ha sido presentada como aliada de los Habsburgo, y contraria a las aspiraciones independentistas de la población de Bohemia. Tras la emancipación de la monarquía austro-húngara, la nueva república rechazó todo lo que tenía algo que ver con Austria, incluido el catolicismo. Y lo que no fue destruido por el gobierno anti-católico, que hasta fundó una Iglesia nacional (la Iglesia husita de Checoslovaquia), lo fue por el régimen comunista desde 1948.

La fe se conservaba en el campo, pero desapareció de las ciudades. Por el hecho de ser católico, uno no tenía posibilidad de acceder a un buen empleo, de viajar (ni siquiera a otros países comunistas), sus hijos no podían entrar en la universidad, etc. Ante el intento del Estado comunista de controlar la Iglesia católica, creando una especie de Iglesia oficial, empezó a funcionar una Iglesia subterránea. A esta pertenecían gentes que, por su profesión, causas familiares y otras razones, no podían mostrar su fe externamente. Por desgracia situaciones extremas producen medios extremos. La Iglesia subterránea utilizaba todos los medios posibles para salvar la fe en el país, incluso consagrando sacerdotes sin permiso, haciendo cambios en la liturgia, etc. El cardinal Ratzinger se encargó de subsanar estos errores después de la caída del comunismo.

Ahora la situación eclesiástica no es muy favorable. Según el censo del 2001, un 27% de la población se declara católica, y un 2,1% protestante. Entre el 1 y el 2 por ciento declaran una otra fe. El resto no contestan, lo que no implica que sean oficialmente ateos. De los que se declaran cristianos, sólo una pequeňa parte son católicos practicantes. En Praga, por ejemplo, sólo 0,9% de ese censo acude a misa semanalmente.

Hoy la mayoría de los católicos viven en Moravia, es decir, en la zona oriental del país. El mundo católico es muy pequeño, de tal manera que la mayoría se conocen o personalmente o a través de un conocido común.

Sin acuerdo entre la Santa Sede y el Estado

Una de las cuestiones pendientes en la Iglesia en Chequia es el nombramiento de un nuevo arzobispo de Praga, tras el anuncio de la retirada del actual titular, el cardenal Miloslav Vlk.

La escasez de vocaciones sacerdotales es otro problema. En los dos seminarios del país hay en total ochenta seminaristas, una cifra claramente insuficiente.

Los dirigentes políticos mantienen una actitud de confrontación con la Iglesia. En junio de 2003, el Parlamento rechazó el acuerdo que había sido firmado por el Ministro de Asuntos Exteriores y el Nuncio para regular las relaciones entre el Estado y la Iglesia católica. Contra el acuerdo votaron diputados de distintas ideologías: comunistas, la mayoría de los del Partido Cívico Democrático del actual presidente de la República, Václav Klaus, y parte de los sociademócratas.

Todavía hoy Chequia es el único país poscomunista centroeuropeo que no tiene un acuerdo con el Vaticano. También sigue sin resolverse el litigio sobre la propiedad de la catedral de san Vito, en Praga.

Ambiente ante la visita

Dada la crisis política y económica, y el relativamente pequeño número de católicos practicantes, la visita del Papa no está considerada como un evento demasiado importante. Otra razón puede ser también el temperamento de los checos. Aquí no es habitual gritar, corear o cantar durante las visitas del Papa. No se ponen pancartas ni carteles por las calles, ni banderas vaticanas. El ambiente es, en general, indiferente.

Para mucha gente el Papa es un gobernante extranjero más, aunque su país sea peculiar. Y los medios de comunicación sólo dan breves noticias de la visita. La última era que el Papa va a tener más medidas de seguridad que Barack Obama, quien visitó el país recientemente.

Pero sí hay mucha expectación entre los católicos, que se preguntan sobre cuál será el mensaje del Santo Padre.

El Papa Benedicto XVI llega a Praga el sábado 26 de septiembre al mediodía. Según su deseo explícito, va a visitar la iglesia de Nuestra Seňora de la Victoria, donde se encuentra el Niňo Jesús de Praga. Esta milagrosa imagen une a la República Checa y España, ya que antes pertenecía a una noble española.

Ese mismo día subirá al Castillo de Praga, donde tiene planeado un encuentro con el presidente del país, Václav Klaus, y con otros representantes políticos. Después de estos encuentros oficiales, el Papa rezará en la Catedral de san Vito, que forma junto con el Castillo uno de los conjunto arquitectónicos más grandes del mundo. En la catedral, el Papa tendrá un encuentro con sacerdotes y religiosos.

El domingo el Papa viajará en avión a Brno, en cuyo aeropuerto celebrará una misa para la que se espera una participación de 100.000 personas. La celebración litúrgica tendrá lugar aquí, y no en Praga, porque Brno está cerca de la frontera con Polonia y Eslovaquia, y así se facilita la llegada de muchos peregrinos de estos países católicos. Y además -como antes dijimos-, la mayoría de los católicos en la República Checa viven aquí, en Moravia. Después de la misa, el Papa volverá a Praga, donde por la tarde tendrá primero un encuentro con representantes de Consejo ecuménico de las Iglesias y luego con la comunidad universitaria.

El último día de la visita del Papa es el lunes 28 de septiembre, solemnidad de san Wenceslao. Por la maňana, el papa viajará a Stará Boleslav y celebrara la Misa en la basílica de san Wenceslao. Este encuentro está destinado a los jóvenes y por eso el Papa va a tener un mensaje para ellos después del acto litúrgico.

El presidente de la Conferencia Episcopal, Jan Graubner, ha dicho que la visita de Benedicto XVI “es para nosotros un estímulo de nuestra fe (…) Para nuestra país es un honor, porque este Papa, como se sabe, no hace tantos viajes como Juan Pablo II”. Y es cierto. Esta viaje va ser el decimotercero de Benedicto XVI. De Europa, sólo ha visitado Alemania, Polonia, España, Austria y Francia. Así es como perciben su visita las esferas oficiales del país, como un honor. Los católicos están entusiasmados. A otros no les importa demasiado, pero seguro que dejará poso.

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