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La religiosidad vaga que predica Dan Brown

Fuente: The New York Times
publicado
DURACIÓN LECTURA: 2min.

El periodista norteamericano Ross Douthat atribuye el éxito de Dan Brown a que conecta con una religiosidad vaga, extendida hoy día, para la que todos los credos son igualmente válidos.

A juicio de Douthat, el éxito de Dan Brown no se explica solo por su pericia para enganchar al lector con la intriga: con eso se pueden vender un millón de ejemplares. “Pero si quieres vender 100 millones, tienes que predicar además de entretener: presentar una ficción que pueda ser tomada por real y que prometa desvelar los secretos de la historia, el universo y, de paso, Dios”. Brown, añade Douthat, no esconde esa intención; las tramas que inventa están al servicio de su enseñanza. “Escribe thrillers, pero vende teología”.

“El mensaje de Brown ha sido definido como anticatólico, pero eso no es toda la historia. En efecto, su retrato del pasado de la Iglesia católica constituye uno de los mayores hitos del anticatolicismo, con difamaciones inventadas por protestantes del siglo XIX mezcladas con libelos fabricados por neopaganos del XX. (Si la diana de Brown fuera el judaísmo o el islam, sospecho que no habría encontrado editor.)”

“Pero Brown no tiene el alma de un Enemigo de la Fe”. No dirige “sus libelos” contra el creyente común, sino contra los poderes religiosos que durante siglos han manipulado a los simples fieles. “En la cosmovisión browniana, todas las religiones -catolicismo incluido- tienen potencial para ser maravillosas, siempre que abandonemos la idea de que alguna de ellas podría ser particularmente cierta”. En esto sintoniza con la actual tendencia a una “religiosidad” separada de cualquier credo determinado.

En efecto, Brown, “apoyándose en la fascinación que despiertan evangelios perdidos y cristianismos alternativos, sirve un Jesús que es una especie de mesías moderno: sexy, mundano, con esposa e hijos, una casa en una urbanización de Galilea y sin locas pretensiones de ser Dios. Pero el éxito de este mensaje, patente también en los numerosos imitadores de Brown, no se puede separar del fraude en que se basa. La historia ‘secreta’ del cristianismo que se despliega en El Código Da Vinci es falsa de principio a fin. Los evangelios perdidos [apócrifos] son reales, pero ni corroboran el retrato de Cristo que vende Brown -son mucho más inverosímiles que eso- ni suministran una alternativa convincente al relato del Nuevo Testamento. El Jesús de Mateo, Marcos, Lucas y Juan -celoso, exigente, apocalíptico- puede no sintonizar con la sensibilidad contemporánea, pero es el único Jesús históricamente plausible que hay”.

Para los lectores partidarios de una religiosidad vaga, concluye Douthat, Brown tal vez suaviza la tensión entre cristianismo y mentalidad actual, pero la tensión permanece. “Puedes quedarte con Jesús o con Dan Brown. Pero no puedes quedarte con los dos”.

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