Fallos de comunicación y tergiversaciones en el caso Williamson

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Roma. “El Papa habla claro, el Vaticano no siempre”. La frase, tomada del titular de un diario italiano, resume sintéticamente la situación que ha seguido al levantamiento por parte del Papa de la excomunión a los cuatro obispos ordenados por el cismático Lefebvre en 1988. La noticia se publicó unida a unas explosivas declaraciones con las que uno de esos obispos, Richard Williamson, negaba el holocausto judío. Las acciones posteriores no lograron cancelar la errónea idea de que el Papa “perdonaba” a un obispo negacionista.

La tormenta se desencadenó en primer lugar en ambientes judíos, en los que se acusó al Papa de ser enemigo del hebraísmo y de Israel. El eco fue aún mayor, pues la noticia de las declaraciones del obispo llegó cuando se conmemoraba el Día de la Memoria, en recuerdo de las atrocidades nazis. A todo eso se unió la acción de confusión de quienes vieron en este episodio una oportunidad para presentar al Papa como reaccionario. El resultado fue una buena dosis de desconcierto que llevó incluso a algunos eclesiásticos, como el arzobispo de Viena, cardenal Christoph Schönborn, a manifestar públicamente su disgusto.

La confusión salpicó también a políticos como la canciller alemana Angela Merkel, que pidió al Vaticano que “aclarara de modo neto que no puede haber ninguna negación” de la Shoah y que debe existir una relación positiva con los hebreos. Desde luego, no hacía falta pedirle al Papa que dijera tales cosas, pues son evidentes y ya las ha dicho incluso en el mismo Auschwitz. Pero, a pesar de todo, para eliminar posibles dudas, Benedicto XVI repitió de nuevo esos conceptos en la audiencia general del 28 de enero, casi una semana antes de la pintoresca petición de Merkel…

Cómo comunicar las decisiones

Es innegable que en toda esta serie de sucesos se ha notado una falta de coordinación entre las oficinas de la Santa Sede implicadas en el caso, que han llevado a que fuera el Papa quien se expusiera en primera persona, sometiéndose así a un desgaste innecesario. No se explicó bien en qué consiste el levantamiento de la excomunión, de modo que ha quedado oscurecido el hecho de que el cisma con los seguidores de Lefebvre continúa abierto y de que todavía falta mucho camino por recorrer para llegar a la unidad con Roma.

Además, se ha minusvalorado el peso de las peregrinas afirmaciones a las que acostumbra uno de los cuatro obispos, Richard Williamson. Es cierto que no ha sido una casualidad que la entrevista con la televisión sueca, en las que Williamson niega la existencia de cámaras de gas, se grabara el 1 de noviembre y se emitiera solo el 21 de enero, justo cuando se difundía la noticia del levantamiento de la excomunión. La entrevista se desconocía, pero faltó una reacción firme y tempestiva cuando se filtraron sus contenidos. Tal vez se pensó que, al seguir siendo cismáticos, sus opiniones no se vincularían con la Santa Sede. La realidad es que diversos representantes judíos pidieron que la Santa Sede se excusara públicamente por esas declaraciones.

Este episodio demuestra una vez más lo unidas que están las decisiones de gobierno con el modo en que se comunican, también en la Iglesia. Y eso es una tarea que -en el ámbito de la Santa Sede- recae por pura lógica en los colaboradores del Papa. Especialmente, cuando se trata de temas delicados -como el cisma lefebvriano- en los que existe una cierta polarización, que sin duda ha influido en las tergiversaciones e interpretaciones forzadas que se han sucedido en estas semanas.

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