Maurice Sendak: un ilustrador del mundo interior del niño

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Desde que hace ya mucho tiempo el New York Times, que siempre ha prestado una particular atención a Maurice Sendak, lo calificara como “el Picasso de los libros para niños”, esa denominación se ha repetido muchas veces: y aunque no se puede comparar lo incomparable, sí hay que resaltar que Sendak marca un antes y un después en su particular mundo artístico. La reciente revelación pública de su homosexualidad, oculta durante décadas por su condición de autor de referencia en la literatura infantil en los últimos cincuenta años, no debería distorsionar la importancia de su aportación.

Sendak nació en 1928 en Brooklyn (Nueva York). Sus padres eran emigrantes polacos de origen judío y de condición humilde. Siendo estudiante de Arte, comenzó a trabajar en una empresa editora de cómics. Más tarde fue escaparatista en una tienda de juguetes, al tiempo que realizaba estudios de dibujo. Hacia 1950 comenzó a ilustrar libros infantiles guiado por Ursula Nordstrom, la directora editorial de Harper desde 1940 a 1973, una mujer que apreció enseguida el talento de Sendak y le fue asignando trabajos bien escogidos. A lo largo de su carrera ha puesto imágenes a unos setenta libros de otros escritores, ha firmado varias decenas de álbumes propios, y en las últimas décadas ha centrado su esfuerzo en la creación de escenografías para óperas y musicales.

Libros repletos de innovaciones

El número de libros ilustrados por Sendak no es muy alto si lo comparamos con el de algunos colegas suyos, pero su producción está repleta de innovaciones.

En sus ilustraciones iniciales Sendak no dibujaba los chicos y chicas de clase acomodada que eran los habituales entonces, sino que comenzó a pintar a los hijos de inmigrantes que vivían en barrios, como él mismo había sido. En esa misma línea, como sus dibujos representaban a chicos con un comportamiento natural, también alteró algunas nociones sobre qué cosas resultaban aceptables en los dibujos que contenían los libros infantiles.

A lo largo de los años cincuenta aprendió distintas técnicas y estudió el trabajo de dibujantes clásicos. Le ayudó tener que ilustrar libros de otros y trabajar codo con codo con distintos escritores, algo que defiende, contra la opinión de otros ilustradores, pues Sendak es partidario de sacar nuevos significados a un texto sin traicionar el pensamiento del escritor.

A principios de los sesenta empezó a publicar álbumes propios. Uno de los motivos de su escasa producción es que siempre ha tardado mucho tiempo, incluso años, en estar satisfecho tanto con el texto como con la integración entre palabras e imágenes, aparte de su perfeccionismo en las ilustraciones. Parte de culpa de lo anterior puede ser que uno de sus primeras obras fuera Donde viven los monstruos (1963), un álbum que, por muchas razones, puede calificarse de perfecto y, en cierto modo, imposible de repetir.

En toda su trayectoria ha mantenido un estilo propio reconocible en el que, sobre todo al principio, procuraba reproducir el mismo efecto de los antiguos grabados coloreados, al modo de ilustradores de los siglos XVIII y XIX como William Blake, Thomas Bewick, George Cruikshank, Randolph Caldecott. Pero, según los temas y las fechas de composición, sus obras han ido presentando influencias de pintores como Watteau, Chagall, Goya, Picasso, Matisse y otros.

Con el tiempo se enfrentó a la tarea de ilustrar algunos cuentos y rimas infantiles tradicionales pero de significados poco claros. Los resultados han sido calificados por muchos como sobresalientes, pues ha dado nuevas dimensiones a esos textos. Pero ha de advertirse que la recepción de esos libros por parte de los niños ha sido tibia y ni de lejos equiparable a la de sus primeras obras.

Una particular conexión con los niños

“He sido bendecido con una vívida memoria de mi niñez”, dice Sendak de sí mismo, y es cierto que su gran empatía con el mundo interior del niño es una de sus características más destacadas. Justamente, sus primeros álbumes supusieron la novedad de mostrar los verdaderos sentimientos y el mundo imaginativo de un niño, algo que Sendak extrae de sus propias experiencias.

Tuvo una infancia enfermiza que le obligó a quedarse aislado en casa, mirando mucho tiempo por la ventana y dibujando incansablemente mientras sus hermanos jugaban fuera. No le gustaban ni el colegio ni los deportes, pero sí leer novelas, tebeos y películas de la época, aspectos que aparecen en Cocina de noche.

Ha dejado constancia del recuerdo de su madre, preocupada por su salud y vigilando para comprobar si estaba bien, en la presencia de la luna en la ventana que figura en Donde viven los monstruos. En ese mismo álbum recuerda el temor que le causaban unos parientes que venían a su casa y cuyas amenazas en broma él tomaba en serio.

En El letrero secreto de Rosie muestra los modos en que tanto él como sus amigos vencían el aburrimiento y enriquecían su vida con juegos. El temor que le persiguió en su infancia, cuando fue secuestrado el hijo de Lindbergh en 1932 y temía que le ocurriera lo mismo a él, se refleja en Outside Over There. Y, de un modo u otro, también sus libros recogen el recuerdo de su padre cuando le leía cuentos sobre tradiciones judías y relatos populares europeos.

Algunos de sus libros han suscitado inquietud. Donde viven los monstruos sorprendió porque, en su momento, dentro de las páginas de un libro no era frecuente que los niños se comportasen de modo rebelde ni que se retratasen sentimientos explícitos de rabia. Otros, al ser un cuento donde se habla de qué cosas pasan cuando los niños están solos, vieron también en él como una especie de incitación a las travesuras. Por otra parte, la sugerencia de que hay que llegar a convivir con los propios monstruos, u otras de álbumes como Cocina de noche con su división de la personalidad en diurna y nocturna, sin duda tienen resabios freudianos y jungianos.

Los álbumes de su época última tratan temas difíciles y tienen un cierto efecto atemorizador, aunque no sean más duros que muchos cuentos clásicos. En fin, al margen de que suele ser un error cargar de demasiados significados unos relatos que son en sí mismos sencillos, el efecto de relatos como estos está más bien en el modo de comprender las cosas del receptor: son historias universales que hablan de algunas emociones que, al ser reconocidas, se pueden dominar mejor.

Su obra

Ilustraciones para libros de otros

Entre los muchos libros de otros escritores que ilustró Sendak, quizá el más significativo sea uno de los que hizo en colaboración con Ruth Krauss, A Hole Is to Dig (1952), un álbum que marcó nuevos estándares en los libros para prelectores y primeros lectores.

Otros libros para primeros lectores, también de los años cincuenta, fueron los cinco de la serie de vida cotidiana familiar Osito, escrita por Else Minarik. Textos y dibujos inseparablemente hacen también que los personajes, en especial los de Osito y de su madre, queden bien perfilados a lo largo de la historia, contra lo que algunos podrían esperar tanto de la sencillez del lenguaje y de la sintaxis como de la simplicidad de las anécdotas que se cuentan.

En los cincuenta, Sendak puso imágenes a obras de Meindert Dejong, de Randall Jarrell, de Isaac Bashevis Singer, a una recopilación de Cuentos de Grimm.

Y, en los ochenta, Sendak abandonó estos trabajos para diseñar escenarios y vestuarios para óperas clásicas; y para trabajar en adaptaciones musicales de sus obras anteriores.

Álbumes ilustrados propios

Inmediatamente antes y después de su primer gran álbum, Donde viven los monstruos, Sendak publicó otros más pequeños, todos valiosos e interesantes aunque claramente inferiores a aquél. Entre ellos, los mejores son: El letrero secreto de Rosie (The Sign on Rosie’s Door, 1960), juegos de niños con unas eficaces ilustraciones expresionistas, y The Nutshell Library (1962), cuatro cuentos pequeños humorísticos que homenajean a los chapbooks del pasado.

Los álbumes más poderosos de Sendak son cinco que, según él mismo, se agrupan en dos trilogías que comparten el álbum intermedio. Todos ellos son valiosos pero, ciertamente, los álbumes más conocidos son los de la primera trilogía: Donde viven los monstruos (Where the Wild Things Are, 1963), Cocina de noche (In the Night Kitchen, 1970) y Outside Over There (1981). Los tres cuentan viajes de ida y vuelta a mundos extraños y hablan de las respuestas de los chicos en situaciones emocionales de conflicto. En el primero, el único que cabría llamar infantil, habla de cómo mediante la fantasía un chico hace frente a sus frustraciones. En el segundo asistimos al mundo de sueños de un niño. En el tercero, entre otras cosas, se formula la necesidad y obligatoriedad de la ayuda entre hermanos.

De Donde viven los monstruos, en particular, se puede decir que fue el primer álbum propio en color del autor y que resultó modélico: no sólo porque tanto el argumento como las ilustraciones fueran en sí mismas excelentes, sino porque había un magnífico trabajo de integración de textos e imágenes y de diseño del conjunto del libro. Además, conecta bien con el mundo interior de los enfados y miedos del niño: la historia se puede leer, por un lado, como que la fantasía es a veces para los niños un modo de liberar la furia y de llegar a conseguir más equilibrio interior, y por otro, como que dentro del niño habitan enfados y miedos que una educación vigilante y afectuosa contribuye a despejar y colocar en su sitio.

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