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La conversión sigue teniendo sentido

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La evangelización no es un “optional” o algo superado, sino un aspecto esencial de la fe cristiana que mantiene hoy, como hace dos mil años, su plena actualidad. Lo reafirma una “Nota Doctrinal acerca de algunos aspectos de la Evangelización”, publicada por la Congregación para la Doctrina de la Fe el 14 de diciembre y aprobada por el Papa.

El texto quiere salir al paso de una “creciente confusión”, pues algunos sostienen que “todo intento de convencer a otras personas en cuestiones religiosas es contrario a la libertad”. Bastaría, según esos planteamientos, “invitar a las personas a actuar según su conciencia, sin favorecer su conversión a Cristo y a la fe católica”.

El documento, de diecinueve páginas, viene a ser como la aplicación misionera de la declaración Dominus Iesus, publicada por la misma Congregación en el año 2000, cuando era prefecto el cardenal Ratzinger. En aquel documento, como en éste, se ofrece una respuesta a esos planteamientos relativistas que están presentes en ciertas tendencias de la teología actual.

La nota subraya que el evangelio muestra cómo es Cristo quien llama a todos los hombres a la conversión y a la fe, y quien ha confiado a la Iglesia la misión de llegar a todas las personas de todas las épocas. Todos tienen el derecho de oír la “buena nueva”; a los cristianos corresponde el deber de evangelizar, que significa no solo “enseñar una doctrina, sino anunciar al Señor Jesús con la palabra y las obras”. “La palabra y el testimonio de la vida van al unísono”, se afirma más adelante.

Una oferta legítima

El hombre es capaz de conocer la verdad religiosa, afirma la nota. La experiencia demuestra, además, que necesita de la ayuda de los demás para alcanzarla: es mucho más lo que conocemos porque nos fiamos de los otros que lo que conocemos por experiencia directa. De este modo, ofrecer a una persona, con pleno respeto de su libertad, que conozca y ame a Cristo, no es una “intromisión indebida”, sino una “oferta legítima y un servicio que puede hacer más fecundas las relaciones entre los hombres”.

“Si bien los no cristianos pueden salvarse mediante la gracia que Dios dona a través de ‘vías que sólo Él conoce’”, la Iglesia es consciente de que les falta un gran bien: conocer el verdadero rostro de Cristo. Esa acción misionera resulta, además, muy natural, pues “es propio del hombre el deseo de hacer partícipes de sus propios bienes a los demás”. Si se busca esa difusión, no es por razones simplemente humanas: “La incorporación de nuevos miembros a la Iglesia no es la extensión de un grupo de poder, sino el ingreso en la red de la amistad con Cristo”.

Lo que ocurre a veces es que la evangelización no se comprende bien no solo en el ámbito de los seguidores de otras religiones, sino entre los mismos cristianos. El texto no lo dice explícitamente, pero ahí habría que situar las acusaciones de “proselitismo” que la jerarquía ortodoxa de algunos países dirige contra los católicos.

En primer lugar, el documento pone de relieve que evangelización y ecumenismo están íntimamente ligados entre sí. Las divisiones de los cristianos dañan la credibilidad de la misión evangelizadora de la Iglesia. Si el ecumenismo logra una mayor unidad entre los cristianos, la evangelización también resultará más eficaz.

Pero no se trata solo de una tarea institucional, sino que corresponde a cada fiel. En ese sentido, se observa que “si un cristiano no católico, por razones de conciencia y convencido de la verdad católica, pide entrar en la plena comunión de la Iglesia católica, es una decisión que hay que respetar como obra del Espíritu Santo y como expresión de la libertad de conciencia y de religión”. El documento subraya que carece de sentido hablar en esos casos de “proselitismo” entre cristianos, en el sentido negativo que se atribuye a este término, que implica el uso de medios contrarios al Evangelio.

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