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La visita de Solzhenitsyn a Juan Pablo II

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«Hemos esperado durante doce años hasta poder tener este encuentro»; «sus viajes por el mundo son una gran enseñanza para todos nosotros»; «¡cómo temblé cuando se produjo aquel maldito atentado!». Son frases pronunciadas por Aleksandr Solzhenitsyn durante su entrevista con Juan Pablo II en el Vaticano el pasado 16 de octubre, fecha en que el Papa cumplía 15 años de pontificado.

A la salida, y visiblemente emocionado, el escritor ruso se limitó a decir que había sido «una conversación demasiado emocionante para resumirla en pocas palabras». Días después, la escritora Irina Alberti, especialista en cultura rusa y amiga del premio Nobel, relató el ambiente de la audiencia, de hora y media de duración, de la que había sido testigo en compañía de Natacha, mujer de Solzhenitsyn. Irina Alberti escuchaba y, en ocasiones, intervenía para ayudar al Papa a expresarse en ruso. Ofrecemos una síntesis, procedente de los diarios La Stampa y Avvenire (21-X-93).

«En el curso de estos años, muchos han observado una coincidencia fundamental entre las palabras de Juan Pablo II y las de Solzhenitsyn sobre el futuro del mundo -que fue el argumento central de la conversación-. Recientemente, alguno ha dicho: el tema central coincide, pero Solzhenitsyn habla con pesimismo y el Papa con optimismo».

«Para ambos, como quedó claro en el diálogo, la historia de la humanidad existe sólo en cuanto realización del plan salvífico de Dios, de modo que si se aleja de este plan, las raíces de la vida se secan y mueren. Pero para Solzhenitsyn, el proceso de alejamiento está en marcha, y la obra titánica de este Papa, que él venera y admira desde hace quince años, consiste en frenar este proceso. Para Juan Pablo II, por el contrario, el empeño del hombre en la colaboración con Dios es sobre todo obra de la juventud, «esperanza del mundo». Solzhenitsyn habla de su tristeza al ver las iglesias de Occidente «llenas de turistas pero con pocos fieles». El Papa le replica con afecto que la situación está cambiando…»

«Hablaron, sobre todo, de los sufrimientos de los cristianos del Este durante el comunismo. El Papa se refirió largamente, con emoción, al martirio que ha padecido la Iglesia rusa. Y dijo que, como la sangre de los mártires es semilla de la que crece la Iglesia, estaba convencido de que la Iglesia rusa renacería. Añadió que había escrito mucho sobre este tema, cosa que Solzhenitsyn no sabía: como sólo lee ruso, no puede saber todo sobre el Papa. Es más, quedó asombrado cuando el Papa le relató sus iniciativas para que fuera celebrado dignamente en todo el mundo el milenario del bautismo de Rusia, que tuvo lugar en el año 988».

«El gran respeto del Papa por el mundo ortodoxo ha impresionado mucho a Solzhenitsyn. El escritor, aunque admira profundamente al Papa, en lo que se refiere a las relaciones entre catolicismo y ortodoxia está influido por corrientes de la emigración rusa que son profundamente anti-católicas. A eso hay que añadir su total desconocimiento de las relaciones entre Rusia y el catolicismo».

«El Papa le explicó con delicadeza cómo, desde el Concilio Vaticano II, la Iglesia católica ha adoptado la postura del diálogo y de la amistad con relación a la Iglesia ortodoxa. Fue un momento importante del coloquio porque Solzhenitsyn no sabía nada en absoluto del Concilio, como la mayor parte de los rusos. Creo y espero que esas informaciones que le dio el Pontífice hayan modificado su modo de ver a la Iglesia».

«En un determinado momento, Solzhenitsyn aludió a ciertos intentos «expansionistas» del catolicismo en Rusia, que pueden suscitar una viva susceptibilidad en la Iglesia Ortodoxa». A juicio de Irina Alberti, esto revela una visión un tanto anacrónica de Solzhenitsyn, que sigue concibiendo a Rusia como un país homogéneamente ortodoxo. «El Papa le ha hecho notar que en Rusia ha habido y hay católicos, y que cuando se crean centros pastorales en territorio ruso se hace – y aquí Alexander Solzhenitsyn casi se adelantó a completar la frase- para restituir a la gente aquello a lo que tenía derecho».

«No se habló de política, sino de la preocupación, manifestada por el escritor, de que en Rusia y en el Este europeo, después de setenta años de devastación espiritual, se pase a un capitalismo sin frenos, que corre el riesgo de convertirse en el triunfo de la pura sed de riquezas. A esa altura de la conversación, el sorprendido fue el Papa, pues Solzhenitsyn demostró conocer bien la encíclica Rerum novarum, escrita por León XIII en 1891, sobre los límites del capitalismo».

«Hubo una gran sintonía entre los dos, pero también una diferencia que me ha llamado mucho la atención: Solzhenitsyn tiende a mirar con pesimismo el mundo de hoy. El Papa, sin ver las cosas de color rosa, tiene la certeza de que la salvación viene de Dios. A pesar de que es profundamente creyente, Solzhenitsyn no posee esta luz. Al término del encuentro, vi, detrás de la emoción de su rostro, como el reflejo de esta luz».

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