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Vuelve la Navidad

publicado
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Desde La Habana, Mauricio Vicent cuenta para El País (Madrid, 21-XII-95):

La Navidad ha avivado la guerra sorda que sostienen en Cuba los dólares y la ideología. Las guirnaldas y los arbolitos de Navidad han sido los soldados de esta nueva batalla, que comenzó en noviembre, cuando las autoridades pusieron a la venta en la red de tiendas en dólares una amplia gama de adornos navideños. El resultado fue inesperado y demoledor. Los cubanos sucumbieron a la fiebre de la Navidad y arrasaron con bolas, turrones y cuanto adorno de brillo o espumillón encontraron en las tiendas.

El furor llegó a tal extremo que, en algunas escuelas y hospitales, los empleados recolectaron dinero para adornar sus instalaciones, renegando así de la mala fama que durante treinta años tuvieron estas celebraciones.

(…) «Yo, el arbolito y el belén lo tiré hace treinta años y ahora me he tenido que comprar otro», decía un jubilado a la puerta de una tienda. El hombre recordaba que, aun en los tiempos de mayor ortodoxia, algunas personas siguieron celebrando la Navidad, pero con mucha discreción. «Yo no, porque entonces si te veían con un arbolito casi te endilgaban el marbete de contrarrevolucionario, y ahí sí que estabas chivado».

(…) Este año la Navidad irrumpió con tanta contundencia que las fuerzas vivas del partido se pusieron en guardia. En una escuela del pueblo de Cojimar los maestros pidieron que cada alumno trajese de su casa una bola para el árbol. Lo mismo sucedió en hospitales, centros de trabajo y en algunas bodegas de La Habana Vieja, en las que las luces y las guirnaldas contrastaban con los estantes semivacíos.

La reacción no se hizo esperar. A principios de mes, el partido prohibió poner árboles de Navidad en centros del Estado, y sólo autorizó a adornar hoteles, lugares turísticos y empresas mixtas. (…) La medida trajo cola. En varias tiendas se suspendió durante algunos días la venta de árboles y artículos navideños, y nunca se supo si esto fue una orden «de arriba» o un «error de interpretación» de los gerentes de dichos comercios. De la misma forma, una orientación todavía más surrealista llegó a los centros turísticos. Se podía poner árbol y Papá Noel, pero la exhibición de nacimientos quedaba totalmente prohibida. El hotel Cohiba fue uno de los más perjudicados por esta medida genial. Allí, una escultora cubana ya había hecho algunas figuras del belén con manteca pastelera. El 16 de diciembre, cuando el hotel celebró una lujosa cena de Navidad para quinientas personas, en una esquina del salón estaba una gran figura de San José en la clandestinidad. Le habían pintado una chaqueta azul con estrellas de ídolo del rock y llevaba gorro de cocinero y una cuchara en la mano.

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