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Papa Francisco: de las “villas miseria” a la Iglesia universal

Fuente: National Catholic Reporter
publicado
DURACIÓN LECTURA: 2min.

Un reciente reportaje de John L. Allen en National Catholic Reporter (7-04-2013) cuenta que en Argentina dicen que para entender el alma sacerdotal de Jorge Mario Bergoglio hay que conocer las “villas miseria”, los barrios más pobres de Buenos Aires. Según el Padre Juan Isasmendi, que vive y trabaja en una de las villas, es aquí donde el Papa Francisco llenó sus pulmones con el “oxígeno” que quiere transmitir a la Iglesia.

Hay aproximadamente 20 de estos barrios pobres de Buenos Aires, a menudo próximos a relucientes torres de oficinas y edificios de lujo. La revolución pastoral de Bergoglio consistió en elegir a un grupo de sacerdotes, dedicados a vivir y trabajar en aquellas zonas deprimidas, compartiendo la vida de la gente. El objetivo era hacer que la fe estuviera viva en la calle, predicando y celebrando los sacramentos. La parroquia se convirtió también en un centro de servicio social integral. Bergoglio quiso enviar un mensaje a las personas de las villas: incluso si la política y la economía se han olvidado de ti, la Iglesia no.

El corazón de la Villa 21, con una población de casi 50.000 personas, es la parroquia de la Virgen de Caacupé. La opción de Bergoglio por lugares como éste no era teórica, sino que la vivió en primera persona al caminar por sus calles, hablando con la gente, y administrando sacramentos. Muchos de sus pobladores tienen fotos que se hicieron con Bergoglio. Un niño de 10 años, Esteban, dijo del Papa: “no es solo un argentino, ¡es de aquí!”.

María José Müller, responsable de la radio comunitaria de la parroquia, enumeró una larga serie de servicios coordinados desde la iglesia Virgen de Caacupé: programas de prevención de drogas y recuperación de adictos; dos granjas donde los drogadictos en recuperación viven y trabajan; 15 o 16 capillas en todo el barrio, donde los sacerdotes celebran misas y confiesan; una escuela secundaria; una escuela de comercio, un hogar para los ancianos; un comedor comunitario; la estación de radio; un periódico de la comunidad; un centro para que los niños que viven en la calle donde pueden asearse y obtener una comida caliente, ayudándoles a enderezar sus vidas si libremente quieren.

Un sacerdote de la parroquia, el Padre José di Paola, Pepe, tuvo que ser trasladado por Bergoglio debido a persistentes amenazas de muerte relacionadas con los esfuerzos del Padre Pepe por romper los lazos de las personas con las bandas de narcotraficantes. Isasmendi dice que Bergoglio “era como un padre, tratando de guiarnos en el buen sentido (…) Era muy bueno con sus sacerdotes, muy misericordioso (…) Nunca fue rígido en las cosas pequeñas (…) porque estaba interesado en algo más profundo”.

Monseñor Jorge Eduardo Lozano de Gualeguaychú, un amigo cercano de Bergoglio que trabajó bajo sus órdenes como auxiliar en Buenos Aires desde hacía seis años, dice que la piedra angular de la visión de que el nuevo Papa es su deseo de una “Iglesia misionera, que sale de la sacristía y va a las calles”. Isasmendi cuenta que para Bergoglio “el mayor problema al que nos enfrentamos es la marginación de las personas (…) Las drogas son un síntoma, la violencia es un síntoma, pero la marginación es la enfermedad. En nuestro pueblo se sienten marginados por un sistema social que se ha olvidado de ellos (…) El trabajo que estamos haciendo aquí es tratar de decirles: es bueno que existas”.

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