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Estados Unidos alcanza 300 millones de habitantes

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El 17 de octubre, Estados Unidos alcanzó la marca de 300 millones de habitantes, según la estimación de la Oficina del Censo. Este hito convencional recuerda que Estados Unidos es un caso único entre los países ricos por su vitalidad demográfica, expresada sobre todo en su fecundidad: todos los demás están por debajo de 2 hijos por mujer. ¿A qué se debe esta singularidad?

En Aceprensa 75/06 se examina la cuestión con más detalle. Como ahí se ve, Estados Unidos es también número uno en inmigración, pero esto no explica el caso. Pese a sus grandes números absolutos, los inmigrantes aportan la menor parte del aumento de población en Estados Unidos: el 45%, frente al 75% en la Unión Europea (UE). Y aunque también ayudan al crecimiento vegetativo, pues a las mujeres inmigrantes se debe el 23% de los nacimientos, su contribución a la tasa de fecundidad nacional es menos de una décima del total, que es casi 2,1 hijos por mujer. De modo que la peculiaridad norteamericana está en la superior fecundidad de las nativas.

En los otros países, la baja fecundidad media no obedece tanto a que muchas mujeres queden sin hijos -esas son la minoría- cuanto a que la mayor parte no pasan de tener uno, y en esto influye el retraso de la maternidad. Aplazar el primer hijo disminuye la probabilidad de tener más. Pues bien, la edad media de las norteamericanas en su primer parto es de 24,9 años, tres años y medio menos que en la UE.

En esto, a su vez, puede influir que en Estados Unidos hay poco paro y el mercado laboral es dinámico, de suerte que resulta fácil obtener trabajo a edad joven, interrumpirlo con ocasión del parto y reemprender la actividad laboral después. En cambio, en otros países, para las mujeres es más costoso obtener trabajo y arriesgado dejarlo para tener un hijo.

Por estas y otras razones, se supone que la facilidad para que las mujeres trabajen y la facilidad para que tengan hijos van en paralelo. Sin embargo, otros países (los nórdicos, Francia) que favorecen la maternidad -más bien por vía de protección social-, aunque registran mayor fecundidad que sus vecinos, no alcanzan tampoco a Estados Unidos. Y la correlación entre tasa de actividad femenina y fecundidad es en realidad muy imperfecta, con notables desviaciones de uno y otro signo a la hipotética tendencia general.

«The Economist» (14-10-2006) menciona otro factor. En Estados Unidos el tamaño medio de las viviendas se ha duplicado en la ultima cincuentena: pasó de 93 m2 en 1950 a 195 m2 en 2001, y hoy las casas nuevas tienen 218 m2 de media. A la vez, el peso demográfico ha ido desplazándose de las regiones costeras, densamente pobladas, hacia el centro y sur del país, y de las grandes ciudades a los pueblos o zonas residenciales. Esto implica menos familias en pisos pequeños y más en casas grandes. Sin embargo, en eso Estados Unidos se parece bastante a Canadá, que en cambio tiene una fecundidad muy diferente (1,5 hijos por mujer). También en Canadá predomina la vivienda unifamiliar, y el tamaño medio de las casas nuevas (167 m2) no es mucho menor que el de las estadounidenses.

Ante la insuficiencia de los factores socioeconómicos, hay que admitir la influencia de otros, culturales y espirituales. El demógrafo norteamericano Nicholas Eberstadt los resume en mayor optimismo, mayor patriotismo y mayor religiosidad. Esto último es otra conocida singularidad de Estados Unidos, donde en los últimos decenios la fe ha parado su caída y ha remontado gracias, en especial, al movimiento evangélico. Es cada vez más frecuente pensar que esto tiene que ver con el repunte de la fecundidad del país desde 1980. Lo dice también en «The Economist» (14-10-2006) el sociólogo Stephen Klineberg, quien subraya la ayuda que prestan a las familias las comunidades de creyentes en forma de consejo y apoyo moral. Según otra opinión recogida en el mismo artículo, la del portavoz de una vibrante iglesia evangélica de Houston, la fe alimenta esperanza y optimismo, que a su vez dan motivos para traer hijos al mundo.

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