Una pandemia de narcisismo

publicado
DURACIÓN LECTURA: 5min.

Un libro de dos sociólogos norteamericanos denuncia como una auténtica plaga la obsesión por la propia persona, que se extiende gracias a los recursos mediáticos para la autopromoción. Se trata de una forma de vivir que quiere anteponer a todo la lógica del yo, me, mí, conmigo, y cuyo lema es “soy especial”.

The Narcissism Epidemic. Living in the Age of Entitlement (1) es el libro más reciente de Jean M. Twenge (conocida por el éxito de ventas Generation Me), que vuelve sobre el egotismo actual esta vez en compañía de W. Keith Campbell, otro estadounidense experto en el tema. Ambos autores saben que nadan contracorriente y que, en un mundo tan competitivo como el actual, la exaltación narcisista se presenta como una virtud, disfrazada de autoestima. Sin embargo, dicen, no deben confundirse los términos: las personas con una sana autoestima tienen una buena opinión de sí mismas, pero conservan además el sentido de lo ético y del amor por los demás. La dejación de estos valores frente a la excesiva admiración de las propias cualidades no sólo es lo que hace a un verdadero narcisista, sino lo que le condena a unas relaciones sociales -en el trabajo, con los amigos, con la pareja- necesariamente problemáticas.

Famosos sin necesidad de mérito

La “gestión” de la propia imagen es, según los estudiosos norteamericanos, la preocupación fundamental de la cultura narcisista, que cuenta hoy en día con recursos que resultarían ridículos si el afán de protagonismo no pareciera justificarlo todo. Así, por ejemplo, ciudadanos ansiosos de fama pueden contratar los servicios de la compañía Celeb 4 A Day para disponer de un séquito de “paparazzi personales” que los persigan y fotografíen ansiosamente por la calle durante todo un día. Por el módico precio de 3.000 dólares, la empresa ofrece un pack de seis paparazzi, un publicista, una limusina, un guardaespaldas y una falsa portada de revista con la cara del cliente.

Pareciera que ser famoso se ha convertido en un derecho”, explica Joshua Gamson, profesor de sociología en la Universidad de San Francisco. “No eres nadie si la gente no quiere enterarse de quién eres”.

El libro también pasa revista a la relación entre estas ínfulas narcisistas y un repertorio cada vez más multimediático de conductas antisociales en los niños y adolescentes. Gamberradas colgadas en YouTube, groserías e insultos de todo tipo difundidos a través de redes sociales, van estableciendo un preocupante vínculo entre antivalores y exhibicionismo dirigido a captar la atención de las masas. Twenge y Campbell, además, no dudan en atribuir a los medios de comunicación (desde los que figuran en Internet hasta los canales de noticias por televisión) la responsabilidad de esta cultura capaz de convertir el delito en algo guay. La ejemplaridad del castigo no sólo se pierde si se transforman en espectáculo ciertos hechos punibles, sino que, antes bien, el mensaje se invierte y al final lo que debería reprobarse acaba promocionado.

En España, la prensa revelaba recientemente que el asesino confeso de la joven Marta del Castillo ha recibido algunas cartas de “seguidores”, deslumbrados por el tratamiento de protagonista de serie para adolescentes que algunos medios les han dado a él y a otros implicados en el caso.

Twenge y Campbell son además partidarios de reforzar lo que llaman “una cultura que estimule e incluso premie el honor y la integridad”. Para esto, dicen, los códigos éticos que algunos centros educativos asumen como una tradición inveterada e irrenunciable pueden resultar de la máxima utilidad. También la educación en valores, que ponga el acento sobre virtudes como la honestidad, la disciplina, la responsabilidad y el sentido de la justicia, sin necesidad de insistir tanto en la retórica del I am special.

Un obstáculo para las relaciones personales

Por otra parte, los autores de The Narcissism Epidemic afirman que la adoración de sí mismo suele tener un efecto devastador sobre las relaciones personales. Enfocados en su propio bienestar, los narcisistas convierten las relaciones en lo que llama el texto un “bien fungible”: algo definido por su mera utilidad práctica y que por tanto puede cambiarse o sustituirse.

El discurso de los padres respecto de las prioridades de los hijos debería, según los sociólogos norteamericanos, manejar con cuidado este asunto. “Algunos padres han inculcado inintencionadamente una actitud narcisista a sus hijos, advirtiéndoles de que los logros personales deben anteponerse siempre y de que, en cambio, ‘el amor puede esperar’ ”. Una moralina que “no significa, al menos en la cultura de hoy en día, que vayan a esperar para tener sexo. Lo tendrán, de todos modos, fuera de relaciones y despojado de toda cercanía emocional”. La frivolidad de los “amigos con derecho” o de los “rollitos” (hookups), ajenos a cualquier compromiso, se aviene mucho mejor con la personalidad narcisista.

Según los autores del libro, el exceso narcisista ha tenido siempre un freno en los principios cristianos. Pero la tendencia creciente en Estados Unidos a adscribirse a “marcas blancas” de los credos tradicionales (cfr. Aceprensa 25-03-09) refleja el deseo de construirse religiones a medida, sin comprometerse demasiado con principios como aquellos. Ni con las virtudes consecuentes: así, por ejemplo, Twenge y Campbell sostienen que la capacidad de perdonar no es precisamente el punto fuerte de los narcisos, que tampoco se muestran dispuestos a asumir los problemas y dificultades de su vida como acatamiento de la voluntad de Dios.

Narcisismo y crisis económica

La tarjeta de crédito usada para todo y la costumbre de los préstamos fáciles estimularon en Estados Unidos un deseo general de vivir holgadamente, asumiendo que el lujo era una condición casi inherente a la vida. La costumbre de dar a los hijos una extensión de la tarjeta de crédito estando aún en el colegio ha configurado la mentalidad de la generación nacida después del 80, afirman Twenge y Campbell, y ha persuadido a sus integrantes de que son ricos sin serlo. A tal punto que una realidad económica adversa no basta a veces para sacarlos de su ensueño.

Por el contrario ―señala el libro―, los residentes de barrios pobres muestran aún más disposición al dispendio y al consumismo que algunas personas capaces de permitirse esos lujos. “Si en general en el país disminuye la prosperidad, los americanos pueden tener aún más interés por demostrar su estatus a través del consumo”, explica el texto. “Si las personas fueran totalmente razonables, dejarían de gastar dinero en baratijas y en cambio ahorrarían para el futuro”, continúan los autores.

——————-

NOTAS

(1) Jean M. Twenge and W. Keith Campbell, The Narcissism Epidemic. Living in the Age of Entitlement. Free Press. New York (2009). 339 págs.

Contenido exclusivo para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Funcionalidad exclusiva para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta para poder comentar. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.