Una mujer representa a la Santa Sede en la Conferencia de Pekín

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Ser la primera mujer que representa oficialmente a la Santa Sede -en la delegación vaticana de la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, en Pekín- es la responsabilidad que ha recaído sobre Mary Ann Glendon, madre y abuela además de profesora de Derecho de la Universidad Harvard.

Glendon ha sido presidenta de la Asociación Internacional de Ciencia Legal y ha escrito nueve libros. Sus especialidades académicas son el Derecho constitucional, el Derecho de familia y el laboral. Es madre de tres hijas, y abuela de dos nietos.

En una entrevista publicada en Newsweek (4-IX-95) señala que la Santa Sede tiene tanto derecho o más que cualquier nación para intervenir activamente en la Conferencia de Pekín: «La Santa Sede se parece a las Naciones Unidas más que cualquier otro Estado soberano. La Iglesia tiene alrededor de mil millones de miembros que viven en todos los rincones del mundo. Como las Naciones Unidas, la Iglesia católica tiene obligaciones especiales respecto a las naciones menos desarrolladas y a los emigrantes y refugiados. También como las Naciones Unidas, colabora con programas de salud, educación y beneficencia en todo el mundo».

Acerca del feminismo defendido por Juan Pablo II, la jefa de la delegación vaticana dice que es «lo que llamaría un feminismo cristiano holista; un feminismo que, a diferencia del descolorido feminismo de los años 70, busca promover la solidaridad entre los hombres y las mujeres, las mujeres y los niños, las mujeres ricas y las pobres, en lugar de enfrentar a los sexos, a las generaciones y a las clases sociales».

«Hemos de ir más allá de un feminismo que se encuentra -continúa Glendon- abocado a tratar a los hombres y a las mujeres como absolutamente intercambiables, o bien, prácticamente como miembros de especies diferentes».

En el terreno real, este nuevo feminismo necesita del reconocimiento especial de la maternidad, porque, incluso superadas las trabas culturales, nunca se podrá equiparar maternidad y paternidad: «No se obtendrá una verdadera igualdad de las mujeres en el mundo a menos que haya una ayuda especial a la maternidad y a la educación de los hijos. Una de nuestras preocupaciones es que el borrador del documento de la Conferencia de Pekín se aleja significativamente del espíritu de la Declaración de Derechos Humanos de 1948, que reconoce que la maternidad y la infancia tienen derecho a una protección especial».

Glendon sabe que el feminismo iniciado hace dos décadas, que también cosechó ciertos logros para las mujeres, está hoy de capa caída y ha sido asumido por un nuevo feminismo, del que opina: «Al contrario que su predecesor, el feminismo que surge ahora es representativo de las necesidades y aspiraciones de la vida real de una gran variedad de mujeres. Da gran prioridad a los problemas de la vida familiar y del trabajo en una sociedad en que casi cinco de cada seis mujeres tienen hijos, en que la mayoría de las madres trabaja fuera de casa y en que el divorcio y la pobreza son peligros siempre presentes».

Otra de las mujeres de la delegación vaticana es la noruega Janne Haaland Matlary. Doctora en Ciencias sociales, madre de cuatro hijos y conversa, ha expuesto brillantemente en la prensa de su país la actitud de la Santa Sede ante la IV Conferencia de la Mujer.

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