Un programa integrado contra el SIDA en un país pobre africano

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Mientras la pandemia de SIDA sigue haciendo estragos en África, algunas experiencias de prevención y de atención a los enfermos demuestran que es posible ayudar a cambiar los comportamientos. Así lo confirma el obispo católico de Ndola (Zambia), Mons. Dennis de Jong, que ha recibido el premio «Leadership Africa 2001» por su acción contra el SIDA en su diócesis, donde el 27% de la población es seropositiva.

El premio es concedido desde 1987 por el «Hunger Project» a personalidades -con frecuencia jefes de Estado- que se han distinguido por su acción contra el hambre en África. Este año, considerando que la erradicación del hambre pasa por la detención de la pandemia, se ha otorgado a cuatro personalidades que han destacado por su lucha contra el SIDA. La acción de Dennis de Jong en su diócesis de tres millones de habitantes es reveladora del enfoque integral con que la Iglesia católica afronta la epidemia de SIDA en África.

Desde 1993, las actividades de este tipo realizadas en Ndola están englobadas en un «Programa Integrado contra el SIDA». «Hemos aprendido -ha dicho Mons. De Jong al recibir al premio- que no hay respuestas simples o fáciles, pero también que con un enfoque integral y a varios niveles podemos hacer cosas que supongan un cambio real». «Nuestro trabajo es la expresión directa de nuestra fe y de nuestra convicción de que Dios es el padre de todos, incluso de aquellos de quienes no nos preocupamos. Dios nos ama a todos».

Mons. De Jong explica su estrategia en una larga entrevista publicada en Le Courrier ACP-UE (noviembre-diciembre 2001), revista que informa sobre la ayuda de la Unión Europea a países en desarrollo.

Para informar sobre las causas y la prevención del SIDA, en Ndola se realizan programas yendo a fábricas, escuelas, prisiones… La educación con los más jóvenes comienza desde los 10 años. «Les preparamos a asumir la sexualidad, enseñándoles a dominar su comportamiento y a evitar riesgos, a actuar de manera positiva y a prepararse para el matrimonio», explica el obispo. Se han creado grupos de apoyo dirigidos también a niños y adolescentes, con el lema «Sex is for Marriage, AIDS ruins Teens». Para los jóvenes casados, «se organizan reuniones en fines de semana para estimularles a la fidelidad, a ser honestos y responsables».

También hay un programa destinado a los seropositivos, que agrupa a 400 personas. «Los monitores les ayudan a adoptar un comportamiento que contribuya a prolongar su vida y a asumir su responsabilidad. Es un programa en 12 etapas, semejante en su funcionamiento al de Alcohólicos Anónimos». Como muchos de ellos han perdido su empleo, se organizan talleres para ayudarles a ganarse la vida.

Los que ya han desarrollado la enfermedad poco pueden esperar de los hospitales públicos. Los hospitales apenas reciben subvenciones, están lejos y, debido a la corrupción generalizada, carecen de medicamentos, que solo están disponibles en las clínicas privadas. En este contexto, el sistema de cuidados a domicilio establecido por la diócesis con personal voluntario permite que la propia comunidad se haga cargo de los enfermos. Tres ONG (Missio, Misereor y Corpaid) proporcionan medicamentos para luchar contra las enfermedades oportunistas (tuberculosis, paludismo, diarreas…). Los voluntarios los distribuyen, juntamente con agua y alimentos nutritivos, controlan que los enfermos los tomen, y también rezan con ellos.

No podía faltar la pregunta sobre los preservativos, a la que Mons. De Jong responde con tranquilidad: «Nosotros no aconsejamos la utilización de preservativos. Les decimos siempre que el preservativo es una protección formal, pero que la verdadera protección es el cambio de comportamiento. Y esto parece funcionar, puesto que la tasa de contagio no ha aumentado en los últimos cinco años».

Los huérfanos que han perdido a sus padres por el SIDA también son atendidos, dentro del marco de la familia extensa tradicional. En Ndola hay 80.000 huérfanos. Tienen que ir a la escuela, pero la escuela hay que pagarla. «Se les ayuda -explica Dennis de Jong- pidiendo la matrícula gratuita al gobierno, pero como no siempre se concede, se han creado para ellos en el seno de las comunidades escuelas que dispensan una educación general».

Todos estos programas salen adelante con el trabajo de 850 personas, esencialmente voluntarios, en su mayoría mujeres, y con la ayuda financiera de las citadas ONG. El Estado de Zambia no aporta nada. En torno al 80% de la población del país vive por debajo del nivel de pobreza, con una renta anual por habitante de 880 dólares.

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