Tres años del Tratado de Libre Comercio en América del Norte

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México. Tanto la Casa Blanca como el gobierno de México hacen un balance positivo de los tres primeros años de aplicación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC). La creación de la más amplia zona de libre cambio del mundo (380 millones de habitantes de Canadá, Estados Unidos y México) dio lugar en su día a un vivo debate entre los que anunciaban una era de prosperidad y los que predecían la pérdida de miles de empleos.

El informe publicado por la Casa Blanca hace hincapié en que las exportaciones de Estados Unidos hacia los países de la región han crecido un 25%; y los intercambios comerciales entre los tres países han aumentado en 300.000 millones de dólares. Por otra parte, advierte que, de no ser por la crisis financiera mexicana de 1994, el Tratado hubiera repercutido más favorablemente en la economía de Estados Unidos. Por eso concluye que los efectos del Tratado, aun siendo positivos, son todavía modestos en comparación con lo esperado.

En cuanto a la repercusión sobre el empleo, sigue la polémica: mientras los sindicatos aseguran que el TLC ha provocado la pérdida de puestos de trabajo y el descenso de los salarios, el informe del gobierno mantiene que se han creado empleos.

En México, las autoridades y la opinión pública en general consideran que el TLC ha tenido un efecto benéfico para la economía mexicana, lo que se ha manifestado en un incremento de las exportaciones en más de 100.000 millones de dólares. La crisis que azotó al país se debió más a errores de política macroeconómica -un excesivo endeudamiento a corto plazo y una deliberada sobrevaluación del peso frente al dólar- que al TLC.

El TLC ha supuesto indudables ventajas para México, con un discreto aumento de la inversión extranjera para exportar al mayor mercado del mundo, así como la proliferación de empresas ensambladoras, que realizan la última parte del proceso productivo. Sin embargo, no se han generado los empleos esperados, y las exportaciones han tendido a concentrarse en las grandes empresas, mientras que las medianas y pequeñas (que representan cerca del 80% del empleo) se encuentran en su mayoría luchando por sobrevivir. El mercado interno sigue deprimido y el nivel de los salarios ha disminuido al menos un 30% en términos reales desde 1994.

A esto hay que añadir dos factores más: el desigual desarrollo regional (un notable crecimiento en el norte de México, mientras que el centro y sobre todo el sur se encuentran estancados) y que la gran mayoría de las exportaciones son llevadas a cabo por empresas multinacionales.

Lo anterior parece confirmar, a juicio de algunos economistas, la tendencia de los movimientos de integración a incrementar los flujos comerciales entre las zonas desarrolladas, mientras quedan marginadas las regiones que por sus condiciones geográficas, culturales o sociales no se encuentran en estado de subir al tren de la «globalización».

Por otro lado, a pesar de que el TLC prohíbe expresamente tomar medidas no arancelarias con fines proteccionistas, y prevé un régimen bastante ágil para la solución de controversias, el gobierno de México no ha podido evitar que Estados Unidos imponga de modo unilateral cuotas compensatorias a las importaciones de productos agrícolas mexicanos.

Xavier Ginebra Serrabou

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