Transparencia con censura

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Las palabras del Cardenal Tarcisio Bertone en Chile sobre homosexualidad y pedofilia han provocado la ira políticamente correcta de quienes, por una parte, piden total transparencia en los casos de abusos, y, por otra, censuran los datos que no les gustan. Ante la pregunta de si se da una relación entre el celibato y los casos de pedofilia, el cardenal Bertone respondió: “Muchos psicólogos, psiquiatras, han demostrado que no hay relación entre celibato y pedofilia, y en cambio muchos otros han demostrado, y me lo han dicho recientemente, que hay una relación entre homosexualidad y pedofilia”.

Desde luego, hay que tener en cuenta que se trataba de una rueda de prensa, no de un simposio científico. Como después aclaró el portavoz de la Santa Sede, padre Lombardi, “no es competencia de las autoridades eclesiásticas hacer afirmaciones generales de carácter específicamente psicológico o médico, para las cuales remiten naturalmente a los estudios de especialistas y a las investigaciones en curso”. La afirmación de Bertone, precisó, “se refería evidentemente al problema de los abusos cometidos en el seno del clero y no a los cometidos en el conjunto de la población”.

Los datos disponibles sobre los abusos sexuales entre el clero obligan a plantearse la influencia de las tendencias homosexuales en este problema. El informe publicado en 2004 por el John Jay College, considerado como el más completo sobre el tema en EE.UU., constata que el 81% de las víctimas eran varones y, en su mayoría, se trataba de adolescentes que habían superado la pubertad. La pedofilia, la atracción por niños antes de la pubertad, ha sido un fenómeno menor en los casos de abusos de sacerdotes.

También en las estadísticas facilitadas recientemente por monseñor Charles J. Scicluna sobre los casos remitidos a la Congregación para la Doctrina de la Fe entre los años 2001-2010, resulta que solo un 10 por ciento de los casos eran de pederastia en sentido estricto, mientras que el 90 por ciento tenían que ver con adolescentes: el 60 por ciento hacen referencia a actos sexuales con personas del mismo sexo y el 30 por ciento de carácter heterosexual (cfr. Aceprensa, 15-03-2010). Es decir, en la gran mayoría de los casos se trata de varones que abusan de menores del mismo sexo.

A partir de estos datos, llama la atención que el periodista pregunte por la relación entre celibato y pedofilia, y en cambio nadie pregunte por la posible relación entre sacerdotes con tendencias homosexuales y abusos de menores. Lo curioso es que desde el comienzo de la crisis se haya dado por buena la sospecha -cuando no la afirmación tajante- de que el celibato es el caldo de cultivo de los abusos, mientras se pasa por alto que quienes han incurrido en esa mala conducta han cometido en su mayor parte actos de naturaleza homosexual.

Cualquier generalización sin pruebas es mala, y esto vale tanto para el celibato como para la homosexualidad. Bertone tiene razón cuando dice que los estudios han demostrado que no hay relación entre celibato y pedofilia (cfr. Aceprensa 23-03-2010). Los datos confirman que entre el clero católico no se dan más casos de abusos a menores que en otros ámbitos, ya sea la familia, las escuelas laicas, los entrenadores deportivos o los ministros de otras confesiones, que no están obligados al celibato (cfr. Aceprensa 23-03-10). Y si un sacerdote no quiere vivir el celibato, como varón heterosexual lo que le interesarán serán las mujeres, no los niños.

Ciertamente, nadie ha dicho -tampoco Bertone- que cualquier homosexual sea un pederasta ni que cualquier sacerdote con tendencia homosexual abuse de menores. Pero igualmente habría que reconocer que en la Iglesia el problema de los abusos a menores no proviene de los sacerdotes que viven el celibato, sino de los que no lo viven y que, según se ha visto, en su gran mayoría se sienten atraídos por adolescentes varones.

Lo que molesta es que las palabras de Bertone hayan suscitado un tema que hoy es tabú, como si cualquier dato que vaya en desdoro de la conducta homosexual debiera silenciarse. Como ha declarado a Zenit el profesor Massimo Introvigne, los que se rasgan las vestiduras “buscan prohibir la cita de aquellos datos estadísticos que consideran como políticamente incorrectos. Es una forma de censura inaceptable, en ocasiones disfrazada de científica”. Pero los datos estadísticos son números y “estos números, en cuanto tales, no deberían ofender a nadie y no se les puede hacer decir más -ni menos- de lo que dicen”.

Si se trata de acabar con el ocultismo en este tema, no hay por qué silenciar lo que molesta a los nuevos bienpensantes.

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