Tareas que afronta la Iglesia ante el año 2000

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Declaraciones del cardenal Ratzinger a «Time»
El cardenal Joseph Ratzinger trazó durante un coloquio con la revista Time una panorámica sobre la vida de la Iglesia. Time realizó la entrevista como documentación para un perfil sobre el cardenal Ratzinger, publicado el 6-XII-93. El semanario ofreció el texto del coloquio a medios de comunicación de distintos países, entre ellos al diario italiano Avvenire (28-XII-93), del que traducimos una selección de las respuestas.

– Los católicos conservadores lamentan la confusión que existe con respecto a las enseñanzas de la Iglesia. ¿Qué dimensiones tiene el problema? ¿Ha sido éste un motivo para la publicación del Catecismo?

– Nadie puede negar que existe una profunda inseguridad en relación con la fe y a la doctrina de la Iglesia. Durante buena parte de este siglo, la fe católica ha tenido una especie de idioma común básico, que coincidía, al menos parcialmente, con el de los cristianos no católicos. Se sabía qué era la gracia, el pecado, qué se entiende por «realidades últimas», etc. En los últimos años, ese idioma básico se ha ido perdiendo (…).

Los obispos, partiendo de su experiencia, percibieron claramente este problema en el sínodo de 1985 (en el que solicitaron la redacción del Catecismo). Que tenían razón lo demuestra el éxito del Catecismo, algo que nadie podía prever. La gente quiere tener el Catecismo porque quiere saber qué significa ahora, concretamente, «ser católico». Se puede hablar de un plebiscito del pueblo de Dios, que demuestra, más allá de toda expectativa, la necesidad de una obra de este tipo.

Actualidad del impulso misionero

– El Catecismo habla de las misiones. Los cristianos liberales se oponen a que se busquen conversiones entre creencias no cristianas, lo que definen como «imperialismo» religioso; afirman que los seguidores de otras religiones son ya «cristianos anónimos», a los que no habría que imponer nada. ¿Qué responde? (…)

– Su primera pregunta es: ¿la misión es una especie de imperialismo religioso? En la Edad Moderna, en la que misiones y colonialismo estaban ligados, podía surgir esa impresión. En parte, la difusión del cristianismo fue usada por las potencias europeas precisamente para asegurar su poder. Pero incluso en la Edad Moderna esa afirmación tiene un valor muy limitado. De hecho, los conquistadores españoles veían, y con razón, la tarea de los franciscanos, dominicos y demás órdenes misioneras como un obstáculo a sus aspiraciones, porque el bautismo confería a los indígenas sus mismos derechos y porque los misioneros ponían límites a sus proyectos. En el siglo XIX se puede encontrar una situación similar.

Pero lo más importante es observar el punto de partida de la idea misionera. Cuando los cristianos, después de la ejecución de Esteban y del apóstol Santiago, empezaron a difundir el nombre de Jesús «hasta los confines de la tierra», no podían apoyarse en ninguna potencia: al contrario, a sus seguidores sólo podían prometerles persecuciones. A pesar de todo, estaban convencidos de haber encontrado algo que no podían guardar sólo para ellos: la verdad salvadora sobre la vida del hombre. Hay cosas que el hombre debe transmitir, porque no le pertenecen sólo a él. La fe, allí donde se la reconoce seriamente, pertenece a esa categoría.

– ¿Y sobre los «cristianos anónimos»?

– Confieso abiertamente que considero esa expresión bastante desafortunada. De la misma manera, un musulmán podría afirmar que somos todos musulmanes anónimos, etc. Es verdad que el cristianismo tiene una íntima relación con todas las grandes religiones, y que las grandes religiones, al igual que las grandes corrientes culturales, están unidas de algún modo íntimamente unas con otras. Pero de ahí a afirmar que, en realidad, todos son ya cristianos, lo sepan o no, lo quieran o no, me parece dar un paso arriesgado: a eso sí que lo llamaría yo imperialismo religioso. (…).

Aborto y política

– ¿Qué importancia tiene el nuevo Catecismo para los políticos católicos que defienden o consienten el aborto legalizado?

– El Catecismo aclara de nuevo que el primer derecho del hombre es el derecho a la vida. Nadie está autorizado a conceder o quitar a otro tal derecho. Cada hombre lo posee por sí mismo, no lo recibe de ninguna otra persona. Sin esta concepción básica no existen derechos humanos ni dignidad humana. El Catecismo parte del presupuesto de que la persona humana lo es desde la concepción, y que, por tanto, debe ser tratada en conformidad con estos derechos humanos. Cualquiera que voluntaria y activamente prive de estos derechos a un grupo de seres humanos, entregándolos libremente a la muerte, viola las reglas fundamentales de los derechos humanos. Cada uno debe sacar las consecuencias de estas reglas esenciales.

Crisis en el mundo y en la Iglesia

– En su amplia entrevista con Vittorio Messori se mostraba muy pesimista sobre las tendencias en torno al respeto de la autoridad y la doctrina de la Iglesia. Desde su punto de vista, ¿ha cambiado la situación?

– «Pesimista» y «optimista» son categorías emocionales, sin valor cognoscitivo. Al analizar la situación de una sociedad, no hay que preguntarse si hay que hacerlo de modo optimista o pesimista. Es necesario, más bien, buscar parámetros precisos para reconocer las tendencias y, con ellas, el «estado de salud» de una sociedad.

La Iglesia no vive en otro mundo, sino que está integrada por hombres que forman parte de la sociedad actual. Es evidente que existe hoy, en todos los ámbitos culturales y de modos diversos, una crisis de valores y de significados que asume formas incluso amenazadoras en algunas partes del mundo. (…) Ante esa situación, la Iglesia no puede ser una isla feliz. Quien lo crea, simplemente cierra los ojos a la realidad. La gran crisis de la segunda mitad del siglo se presenta dentro de la Iglesia, fundamentalmente, como crisis de fe, de vocaciones, de unidad interna.

Existe, sin embargo, un aspecto nuevo e importante: mientras hace treinta años todavía se pensaba poder pronosticar el fin de la religión y el inicio de una era totalmente profana, hoy se comprueba en todas partes un nuevo impulso religioso, una apertura hacia la religión. Generalmente, se busca la respuesta no en las grandes iglesias sino en las nuevas formaciones comunitarias, que toman sus formas y contenidos de diversas procedencias. A pesar de todo, sería un error afirmar que la Iglesia católica queda al margen de este renacer religioso (…). Los llamados «movimientos» son uno de los modos con los que la Iglesia se hace portadora también de un nuevo despertar religioso. En líneas generales, se puede observar que las nuevas generaciones no tienen necesidad de poner en discusión el pasado de la fe, tarea a la que se ha dedicado, y todavía se dedica ferozmente, la generación de los rebeldes religiosos del postconcilio. No tienen necesidad de rechazarlo porque es un pasado que no les afecta.

La libertad en las universidades de la Iglesia

– ¿Cuál es su opinión sobre las enseñanzas del Vaticano II acerca de la libertad de conciencia de los teólogos y de los católicos en general?

– Cada uno, gracias a Dios, es libre para elegir responsablemente, ante Dios y ante la propia conciencia, el unirse o no a la fe católica. En caso afirmativo, eso implica la adhesión a la fe común de la Iglesia. Pablo afirma que el bautismo es «obedecer de corazón a aquel modelo de doctrina al que fuisteis confiados» (Rom 6, 17). Los teólogos que sostienen que cada cristiano debería poder decir y enseñar lo que quiera en materia de fe, quizá tendrían que releer las Escrituras, en particular a Pablo, cosa que parece que no hacen desde hace bastante tiempo.

Tampoco un juez de un Tribunal constitucional puede construirse una Constitución ideal y formar sus propios juicios sobre la base de esa creación imaginaria. Si uno está dispuesto a ser juez constitucional, debe formular sus juicios de acuerdo con la Constitución real. Si me llamo «católico», con eso acepto determinados contenidos que me introducen en una comunión universal diacrónica y sincrónica. Si llego a la conclusión de no poder asumir ya esos contenidos, es una cuestión de lealtad reconocerlo y sacar las consecuencias (…).

– Un concepto relacionado con esto es la «libertad académica». ¿Podría ilustrar su idea sobre las restricciones intelectuales en los seminarios y universidades ligados a la Iglesia? (…)

– Es evidente, por ejemplo, que un jurista que enseñara en contra de la Constitución democrática e invitara a experimentos totalitarios, habría abusado de la libertad académica. Del mismo modo, un filósofo que se hiciera portador de una teoría racista que llevara a la violencia contra las demás razas, no actuaría en conformidad con el sentido de la libertad académica (…). Cada disciplina tiene su libertad, y en cada sector es posible imaginar acciones que aparentemente son expresión de libertad, pero que en realidad socavan sus fundamentos.

La libertad religiosa incluye el derecho de las comunidades religiosas a fundar facultades teológicas en las que se reflexione sobre su fe específica y se trate de justificarla ante la razón. Pertenece a la libertad de una comunidad religiosa ordenar la enseñanza religiosa según sus propios principios (…). Quisiera recordar, en este sentido, que las mismas Iglesias reformadas, que siguen el criterio de la sola scriptura, prevén medidas disciplinarias para los docentes. Así, en Alemania, cosa del todo comprensible, fue prohibida la predicación a un pastor protestante que sostenía que el primado del Papa estaba de acuerdo con las Escrituras (…).

Las normas sobre las universidades de la Iglesia vigilan con el fin de que exista una relación equilibrada entre la libertad de investigación, libertad de los profesores, derechos de los estudiantes y fidelidad a los contenidos de la fe católica. Quien conozca la situación concreta de las facultades deberá admitir honestamente que el vínculo al que está sometida la enseñanza ha sido interpretado de modo muy magnánimo (…).

Explicar la fe

– Después de tantos años en los que se han permitido críticas al Magisterio y publicaciones sin la autorización formal por parte de los superiores religiosos, ¿es todavía posible, en la práctica, ir en esa dirección?

– La pregunta afecta esencialmente a las facultades de teología, que tienen una responsabilidad específica. Otro campo delicado es la bioética y la cuestión de los límites morales de la medicina. Quedémonos en el ámbito teológico: evidentemente, no es posible mantener la teología en los límites de la fe por medio de medidas disciplinares. La fe sólo puede brotar del interior: se cree con el corazón, dice Pablo (Rom 10, 10). La teología es sana, creativa y fructífera sólo cuando la fe está viva. Todos los esfuerzos de los pastores de la Iglesia -el Papa y los obispos- deben tender a hacer el Evangelio perceptible al «corazón»: después, será también comprendido por la inteligencia. Lo esencial para nosotros, en este campo, es la «ofensiva» positiva en torno a la fe y a su racionalidad. El Catecismo de la Iglesia católica va en esa dirección. (…)

– ¿Usted cree que los obispos y los fieles católicos podrán, en la práctica, concordar plenamente con las enseñanzas propuestas por Pablo VI en 1968 («Humanae vitae»)?

– No se llegará nunca a un consenso total sobre una cuestión tan espinosa. Pero la fe y la moral no se miden con las estadísticas. Hoy, por ejemplo, hay también muchos católicos que desgraciadamente no creen en la vida eterna, y otros que no creen en la divinidad de Cristo, etc. Quien quisiera definir la moral a partir de las estadísticas, tendría que corregirla continuamente a la baja (…). A pesar de todo, el consenso no es indiferente: el Magisterio deberá hacer todo lo posible por presentar la norma de modo que se pueda comprender y vivir.

– Su Congregación ha criticado al padre Matthew Fox, quien fue después suspendido por los dominicos de Estados Unidos por haber defendido con fuerza el sacerdocio femenino (…).

– No le hemos criticado sólo y en primer lugar por eso, sino a causa de su visión gnóstico-sincretista. (…) Quien estudie sus teorías sin prejuicios debe admitir que, a pesar de algunos elementos de valor, sus ideas no son compatibles con el cristianismo del Nuevo Testamento. Por tanto, no pueden presentarse honestamente con la etiqueta «católica» (…).

Por lo que se refiere al sacerdocio femenino, la Congregación para la Doctrina de la Fe llamó la atención, en una declaración de 1976, escrita con gran precisión, sobre el hecho de que la Iglesia «no se considera autorizada» a desviarse de la tradición apostólica, en la cual no se conoce el sacerdocio femenino, a pesar de que esa práctica pertenecía al patrimonio de las religiones del Mediterráneo. Me parece muy importante la fórmula elegida: la Iglesia no puede, simplemente, hacer lo que quiera. El Papa no es un monarca absoluto, sino que, como todos los creyentes, debe obediencia a la Palabra transmitida y a la Tradición: es el garante de esta obediencia.

Cuestiones teológicas pendientes

– Junto a los ya citados, ¿qué otros problemas teológicos importantes deberán, a su juicio, afrontarse en el futuro?

– Creo que la fe sobre la Creación y su correcta comprensión es un problema de importancia fundamental. Si Dios no tiene una relación real con el mundo, si el mundo no está entretejido con el proyecto de Dios, entonces la fe pierde su base y se disuelve en la vaga esfera del sentimiento. En este contexto, será necesario también vivir de modo nuevo el diálogo entre ciencia y fe, que en los últimos tiempos parece más que dormido.

A todo esto va unida la cuestión fundamental de la teología moral: ¿es todo evolución e historia, o bien existe una identidad humana que procede de la Creación? Es necesario, pues, abordar de modo nuevo y decidido el diálogo entre fe y filosofía.

Es cada vez más urgente el diálogo con las religiones mundiales y, junto a eso, la adecuada comprensión de la figura de Cristo. En este contexto, se deberá reformular la cuestión de Dios como punto fundamental de la fe. Aquí juega un papel importante la relación entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, así como la cuestión relativa a la Iglesia e Israel.

El tema de fe y cultura está estrechamente relacionado con la idea de Dios, y de ahí emerge de nuevo el asunto del relativismo y de la cognoscibilidad de la verdad: ¿son todas las religiones sólo símbolos? ¿Es posible, entonces, poner en un mismo plano a «Dios» y a los «dioses»? En caso contrario, ¿dónde están los límites? A mi juicio, es preciso profundizar también en la idea de la liturgia, de las reglas y de los límites de la inculturación. Por último, la concepción del ser humano sigue siendo un gran desafío, y el feminismo es un ejemplo.

El diálogo con ortodoxos y anglicanos

– Con la decisión de la Iglesia anglicana de ordenar mujeres y tras las recientes reuniones, no del todo positivas, con representantes de las Iglesias ortodoxas, ¿cuáles son las perspectivas para una posible reunificación de la Iglesia? (…)

– La unificación entre la Iglesia católica en comunión con el Papa y las Iglesias ortodoxas será muy difícil a causa de las diversas configuraciones históricas, y a pesar de que las diferencias de fe son mínimas. Baste sólo pensar en el difícil proceso de unificación dentro de la misma Ortodoxia (…). Más allá de las diferencias históricas, es importante no perder de vista la profunda unidad en lo que es esencial. De este modo, las amistades personales, que gracias a Dios son muchas, llevarán a una amistad cada vez más verdadera entre las Iglesias.

No me atrevería a decir cuáles son las perspectivas de diálogo con los anglicanos, desde el momento en que las diferencias en el seno de la comunidad anglicana son de nuevo muy profundas. En un futuro próximo, no veo posible una reunificación corporativa con el conjunto de la comunidad anglicana. También en este caso es necesario cuidar y profundizar la parte común de la esencia de la fe, y progresar hacia la unidad.

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