Strauss-Kahn: un caso convertido en símbolo

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Actualizado el 24-08-2011

“Pese a las mentiras de la acusadora, la causa es justa”, dice el subtítulo de un comentario publicado en Le Monde en torno al caso DSK.

¿Qué causa es justa? Las autoras, de la revista Regards, se refieren al feminismo, y más precisamente a la causa de las mujeres violadas o acosadas.

Desde luego es muy justa la causa de las víctimas de tales delitos sin testigos, o contra el machismo de “hombres poderosos que se aprovechan de su posición de dominio para obtener relaciones sexuales no consentidas”, como dicen Clémentine Autain y Audrey Pulvar en su comentario. Es, en fin, la causa contra la “violencia sexista” y “ la dominación masculina”; la causa a favor de la igualdad y la dignidad de la mujer.

La estrategia de cifrar la bandera antimachista en un caso célebre ha comenzado a resultar contraproducente

Pero el asunto que se dirime en los tribunales de Nueva York es si está fundada la causa penal contra Dominique Strauss-Kahn o lo justo sería abandonarla. Son causas distintas. Ni la nobleza de la primera hace culpable a este acusado, ni el sobreseimiento del proceso contra DSK, si efectivamente llega, desmiente la protesta contra la violencia machista. (*)

Bandera antimachista

El problema es que del caso DSK se hizo un símbolo. Se lo presentó como una ocasión de oro para sacar a la luz los abusos de hombres poderosos y acabar con su impunidad. No más silencio: si el director gerente del FMI puede caer por intentar violar a una limpiadora de hotel, ninguna mujer que haya sufrido humillaciones semejantes debe tener miedo de acusar a su agresor.

La estrategia de cifrar la bandera antimachista en un caso célebre ha comenzado a resultar contraproducente. Con tanta insistencia se vincularon las dos causas, que al debilitarse las pruebas contra DSK, la denuncia feminista general parece perder fuerza. Autain y Pulvar perciben el cambio del viento y protestan por “el proceso ya en curso contra las feministas que han hecho posible que se rompa el silencio”. Esto, sin embargo, es culpa de las feministas mismas, les dice en Le Monde el sociólogo Michel Fize: “Vuestro error (…) ha sido ‘instrumentalizar’ a Dominique Strauss-Kahn para defender vuestra causa, que es –insisto– justa, y que yo comparto”.

Ahora, quienes sin esperar a que la cosa quedase juzgada tomaron partido contra DSK como símbolo de los abusos machistas, se sienten defraudados por la fiscalía neoyorquina. ¿No se pide demasiado a la mujer? En muchos casos de agresión sexual, si no hay huellas físicas de violencia, para investigar el presunto delito solo se tiene la palabra de la víctima contra la del acusado. Y esta vez, las falsedades o incoherencias que los fiscales han descubierto en el testimonio de la mujer no atañen directamente al relato de los hechos, sino a lo que ella hizo a continuación, a su petición de asilo en Estados Unidos y a otros asuntos, quizá turbios, pero sin relación con lo denunciado.

Olivia Cattan, de la asociación feminista Paroles de Femmes, teme que la probable retirada de la acusación mueva a callar a mujeres que sufran agresiones, por temor a no ser creídas o a ser sometidas a una encuesta policial sobre su vida. “Las víctimas de violación que denuncian al perpetrador tendrán desde ahora que probar que son intachables, que están libres de antecedentes policiales y que nunca han mentido” (The New York Times, 3-07-2011).

Sin embargo, el problema con el testimonio de la denunciante no es que no se le diera crédito, pues bastó para ordenar la detención de DSK. Pero luego era necesario hacer más comprobaciones, pues los indicios físicos mostraban que hubo algún contacto sexual, pero no probaban que DSK hubiese usado la fuerza. Como el caso estaba basado en el testimonio de la mujer, que al principio resultó muy convincente, en cuanto ella ha perdido credibilidad, la acusación se ha tambaleado.

A la luz de las dudas surgidas, ahora se ponen en tela de juicio la actuación de la fiscalía y las medidas cautelares tomadas contra DSK. Los indicios justificaban detener al sospechoso antes de que despegara su avión a París, pero una vez sometido a examen físico forense al otro día, en busca de señales de la supuesta agresión, ¿hacía falta meterlo en prisión? Y cuando finalmente se le concedió la libertad bajo fianza de un millón de dólares, ¿era necesario dejarlo en arresto domiciliario con un aro electrónico en el tobillo y una custodia pagada por él?

Muchos comentaristas creen que la fiscalía y el juez actuaron correctamente, basándose en los indicios que tenían en el momento. Otros piensan que para evitar que DSK escapara mientras proseguían las investigaciones, habría bastado dejarlo en seguida en libertad condicional. A juicio de Eugene O’Donnell, profesor del John Jay College of Criminal Justice, la actuación de los fiscales con DSK es un ejemplo de la tendencia, común en la justicia norteamericana, de “golpear primero y averiguar después” (The New York Times, 4-07-2011).

Los vicios de los personajes públicos

Mientras se aclara el asunto forense, el debate se lleva al ámbito de la moral. Aunque finalmente el fiscal concluya que no tiene pruebas suficientes para sostener la acusación de delito, el examen forense muestra que DSK al menos se comportó de manera vergonzosa. “Tendríamos un caso como el de Bill Clinton”, dice Sylvie Kauffmann, directora de Le Monde (The New York Times, 3-07-2011). Vistas también otras cosas semejantes que se han dicho de DSK, The Wall Street Journal lo considera indigno de ocupar cargos públicos. “Dirigir una institución internacional o aspirar a la presidencia de una importante nación es incompatible (…) con ser a la vez un disoluto famoso y de dedicación completa”.

En realidad, la lujuria por sí sola no incapacita para las funciones de gobierno. Pero estas llevan aneja una representación de la comunidad, y por tanto exigen de quienes la desempeñan tener el honor que corresponde a la dignidad del puesto. No hay por qué airear los vicios privados de los personajes públicos si no guardan relación con el ejercicio del cargo. El hecho, sin embargo, dice The Wall Street Journal, es que “en esta era moderna de los medios de comunicación, esas transgresiones nunca son ‘poca cosa’ para los que están en la vida pública, que –por duro que sea recordarlo– trae consigo responsabilidades públicas”.

Ahora bien, si la dificultad de mantener ocultos los vicios es una lección para que los personajes públicos cuiden su reputación, no es excusa para que la desprecien quienes pueden destruirla. Para The Wall Street Journal, la infamia de DSK es obra exclusivamente propia. Pero la rudeza con que se lo trató mientras era solo un sospechoso, basándose en un testimonio que luego ha resultado no estar tan claro, es difícil de justificar. Las autoridades replican orgullosamente que esa falta de especial consideración hacia DSK muestra que no hay favoritismo con los poderosos, que todos son iguales ante la ley. Aunque otros podrían decir que todos son igualmente maltratados.

Pero no hay tal igualdad, porque el director gerente del FMI y un sospechoso cualquiera no son iguales ante las cámaras. Los dos saldrán del calabozo sin asear y llegarán esposados al juzgado; pero a la comparecencia ante el juez de un presunto violador desconocido no irá ningún fotógrafo, y si luego el fiscal retira los cargos, por lo menos no se habrá enterado todo el mundo de la detención. Probablemente DSK merece el descrédito por su conducta en el hotel, pero se lo infligieron mucho antes de que eso fuera seguro. También a veces la opinión pública golpea primero y averigua después.

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(*) El 23-08-2011 fueron retirados los cargos contra Strauss-Kahn a petición del fiscal, que alegó no tener pruebas suficientes porque no había señales físicas de violencia y el testimonio de la mujer suscitaba dudas.

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