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Selección de literatura (Navidad 2009)

publicado
DURACIÓN LECTURA: 13min.

Sherwood Anderson, Winesburg, Ohio. Acantilado empieza con Winesburg, Ohio la publicación de las obras completas de Sherwood Anderson (1876-1941). Se trata de una colección de cuentos sobre las andanzas del joven periodista George Willard, que bien puede leerse como una novela. Anderson explora el Medio Oeste americano tomando como referencia la vida de un pequeño pueblo. Los relatos hablan de un mundo que se está quedando atrás. Por sus páginas, desfilan numerosos seres desplazados, que viven en los márgenes y se bandean entre la realidad y el deseo, hasta que asumen finalmente su soledad. (Acantilado. 256 págs. 20 €. Ver Aceprensa 21-10-2009).

Wallace Stegner, Ángulo de reposo. Tras la excelente En lugar seguro, se publica una novela anterior de Wallace Stegner (1909-1993). El narrador es Lyman Ward, catedrático de historia ya jubilado, que se ha propuesto escribir la historia de sus abuelos Oliver y Susan, pioneros que viajaron al Oeste en la segunda mitad del siglo XIX. No se trata de los típicos pioneros. Susan era una prometedora artista y Oliver un profesional de la ingeniería. Además, también está la novela sobre el narrador, quien al hilo de las vidas de sus abuelos va desgranando sus opiniones y experiencias. Una novela muy trabajada con la que Stegner consiguió en 1972 el Premio Pulitzer. (Libros del Asteroide. 712 págs. 29,95 €.).

Vasili Grossman, Años de guerra. Tras el éxito de sus novelas Vida y destino y Todo fluye, se publican por vez primera en un volumen los escritos que Grossman escribió durante su etapa como corresponsal de guerra del Ejército Rojo, especialmente durante la batalla de Stalingrado. El volumen incluye sus crónicas, muy leídas y valoradas en aquellos años; su novela El pueblo es inmortal, que publicó por entregas en 1942 y que consiguió el premio Stalin; y algunos relatos. Incluye también El infierno de Treblinka, la crónica que escribió cuando liberaron este campo de prisioneros judíos y que sirvió de prueba en los juicios de Nuremberg. (Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg. 640 págs. 22 €.).

Jetta Carleton, Cuatro hermanas. Primera y única novela de Jetta Carleton (1913-1999), publicada en 1962. Cuenta la vida de una familia que vive en una granja y que, a mediados de los cincuenta, vuelven a coincidir un verano. Aunque sus vidas han tomado diferentes derroteros, esos días regresan a la infancia y conviven con las costumbres y los trabajos campestres que realizaron durante tantos años. Pero el presente no se entiende sin conocer qué ha sucedido en el pasado. Para ello, la autora reconstruye el entramado doméstico, familiar y social donde han transcurrido sus vidas. (Libros del Asteroide. 416 págs. 21,95 €.).

Jean Giono, El hombre que plantaba árboles. Conocido sobre todo por su novela El húsar sobre el tejado, Giono (1895-1970) es el autor también de esta breve y sencilla historia sobre el amor a la naturaleza que ha tenido una importante difusión, también en España. En él crea un entrañable personaje, Elzeard Bouffier, pastor solitario en la altiplanicie fronteriza con los Alpes, que consigue su felicidad plantando con paciente perseverancia miles de árboles. Así logra convertir aquel páramo en una tierra agradable y fecunda que se irá poblando de esperanzados campesinos. (Duomo. 62 págs. 8 €.).

Jordi Soler, La fiesta del oso. Soler (Veracruz, 1963) es autor de varias novelas relacionadas con la Guerra Civil. En ésta, se sirve de una historia familiar -la desaparición en los Pirineos de Oriol, el hermano de su abuelo, cuando estaba a punto de acabar la Guerra Civil-, para emprender una investigación sobre su paradero. La versión oficial de la familia era que había fallecido, aunque nunca se encontró e cadáver; pero los hechos, de manera inesperada, ofrecen otra posibilidad que Soler, con una original estructura narrativa, convierte en una apasionante narración que se desplaza de la Guerra Civil hasta nuestros días. (Mondadori. 160 págs. 16,90 €).

Fernando Iwasaki, España, aparta de mí estos premios. Iwasaki (Lima, 1961), afincado en Sevilla desde hace más de veinte años, juega en esta obra con estrambóticas situaciones envueltas en “incorrección política”. Se trata de poner en solfa la hipertrofiada actividad pseudo literaria que trata de vestir con un ropón cultural la actuación de tantas asociaciones y organismos, que convocan estos premios sólo porque la cultura está de moda. Iwasaki emplea un procedimiento ingenioso y desternillante, tras el que trasluce la mirada de compresión propia de un sanísimo humor. (Páginas de Espuma. 160 págs. 15 €.).

Oakley Hall, Warlock. En 1880 Warlock es la encarnación del Salvaje Oeste: vaqueros, mineros, el juez, el doctor, las chicas del salón, el telégrafo, diligencias, cantinas, cuatreros, tahúres, apaches, polvo y revólveres. Esta magnífica novela sólo se parece al western comercial en la ambientación. Warlock no es ficción barata sino literatura. Oakley Hall (1920-2008) escribió sin duda en 1958 una trepidante e intensa novela moral, un microcosmos de todas las pulsiones humanas. La auténtica frontera en la que viven sus personajes no es entre Estados Unidos y México, sino entre el bien y el mal. (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. 687 págs. 23 €.).

Janusz Bardach, El hombre, un lobo para el hombre. Otro relato sobre la vida en un campo de concentración ruso, con todos los ingredientes del desprecio por la dignidad humana bajo la máscara de la reeducación comunista. Escrito por el polaco Bardach (1919-2002), describe su periplo vital marcado por la invasión nazi de Polonia. Judío educado en las ideas socialistas, se identifica totalmente con la Unión Soviética. Sin embargo, ya soldado en el Ejército Rojo, le condenan a muerte por tener un accidente con el tanque que conducía. Al final le conmutan la pena por diez años de trabajos forzados, que pasó en los temibles campos de Kolimá. Otro testimonio terrorífico y conmovedor. (Libros del Asteroide. 480 págs. 23,95 €.).

Miklós Bánffy, Los días contados. Magnífico novelón del siglo XIX, escrito en el XX, sobre la situación política y social de una Hungría convulsa y por los estertores del imperio Austro-Húngaro. La perspectiva está tomada desde la vida de la nobleza y la alta burguesía de aquel país, que parece presentir y esquivar su catástrofe a base de una actividad volcada en las cacerías, viajes, fiestas, casinos, amoríos, duelos de honor y presencia en la política parlamentaria. (Libros del Asteroide. 666 págs. 29,95 €.).

Humphrey Slater, El conspirador. Nacido en 1906 en Inglaterra, la vida de Slater estuvo marcada por la Guerra Civil española. Ingresó en el Partido Comunista y combatió con las Brigadas Internacionales. Como a tantos otros, esta experiencia le llevó a un radical desengaño del comunismo. En España se han publicado ahora sus primeras novelas: Los herejes (1947), con el trasfondo de la guerra civil; y El conspirador (1948). En ésta se cuenta el matrimonio entre la joven Harriet y Desmond, comandante de la Guardia de Granaderos, que lleva una doble vida. La novela comienza con el enamoramiento de los dos personajes, con escenas un tanto tópicas y algunas subidas de tono. Pronto, sin embargo, la acción se centra en las actividades secretas de Desmond como espía para los soviéticos y las cada vez más tensas relaciones con su mujer. (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. 216 págs. 16 €.

Laurent Gaudé, La puerta de los infiernos. En un tiroteo callejero, Pippo, el único hijo de Giulietta y Matteo, un taxista napolitano, recibe una herida mortal. Giulietta, destrozada, pide a su marido que le devuelva a su hijo; mientras, Matteo sólo se ve capaz de recorrer sin rumbo la ciudad con su taxi vacío. Sin embargo, todo cambia cuando en uno de sus recorridos se encuentra con un estrafalario grupo humano que tiene una tertulia en la que sale a relucir la existencia en el subsuelo de Nápoles de una puerta de entrada al mundo de los muertos; esa creencia desata la esperanza de Matteo que emprenderá una entretenida aventura fuera de lo normal. (Salamandra. 247 págs. 15 €.).

Eudora Welty, La hija del optimista. En esta novela de la escritora sureña se cuenta la inesperada muerte del juez McKelva. Para atenderle durante la enfermedad, acude su hija Laurel. Y será Laurel la que lleve el peso de la narración, pues a través de ella asistimos a los funerales y al entierro; a su tensa relación con la segunda mujer de su padre, Fay, más joven que Laurel, una mujer caprichosa y de escasa educación; y, sobre todo, al encuentro de Laurel con su pasado. Welty tiene una peculiar manera de contar las cosas: no abusa ni de la nostalgia. Además de esta novela, también se ha editado Cuentos completos, volumen en Lumen que contiene sus cuatro libros de relatos. (Impedimenta. 232 págs. 18,27 €.).

Carlos Pujol, Cuadernos de Escritura. Se reúnen en este libro algunos textos del poeta, novelista, traductor y también crítico literario Carlos Pujol en torno a la creación literaria y al papel de los escritores, en los que aporta su experiencia como lector, como estudioso de la literatura, como escritor y como crítico. Se trata de un libro singular y sugerente, lleno de sabiduría, de sentido común y de esa ironía sutil tan característica de la obra de Pujol, especialmente destacable cuando se refiere al mundillo literario, con sus vanidades y con tanta parafernalia perturbadora de la serenidad, de la soledad y del silencio que requiere la creación literaria. (Pre-textos. 150 págs. 15 €.).

Henry James, Los papeles de Aspern. Esta novela corta de Henry James (1843-1916) sigue ejerciendo la misma fascinación hoy que en 1888, cuando se publicó. La historia de un editor que se hospeda durante varios meses en el palacio veneciano de una anciana señora y su sobrina sirve a su autor para exhibir su ya acostumbrada destreza en la caracterización psicológica de los personajes. El editor es un “caza-tesoros” que ha llegado a la conclusión de que la mujer conserva ciertos documentos inéditos del poeta Jeffrey Aspern, una gloria de las letras ya fallecida y amante en su juventud de la dama. (Alba. 168 págs. 16 €.).

Gertrud von Le Fort, La última del cadalso. Le Fort (1876-1971) entró en la Iglesia católica en 1926. En 1928 publicó la novela autobiográfica El velo de Verónica, que culminará más tarde con La corona de los ángeles. En 1930, en plena persecución nazi, Le Fort se refugió en un convento donde le prestaron un libro que contenía la historia de las carmelitas de Compiègne, condenadas a la guillotina en Grève en 1794, durante la Revolución francesa. Dos años después de esta lectura aparece La última del cadalso. (Encuentro. 98 págs. 15 €.).

Jan Twardowski, Antología poética. Nacido en Varsovia en 1915, Twardowski recibió la ordenación sacerdotal en 1948 y falleció en 2006. Poeta muy popular en su país, su obra, traducida a numerosos idiomas, se vierte ahora por primera vez al castellano. La poesía de Twardowski refleja en todo momento su fe. En sus versos hay asombro y alabanza a Dios, pero también comprensión y misericordia para los hombres. El éxito de su poesía se debe probablemente a su estilo directo, claro, sincero, vivo. Con sus poemas, acerca a los misterios divinos, al papel de la criatura ante el Creador y a realidades como el mal, el sufrimiento, la redención. (Rialp. 152 págs. 19 €.).

Nikolái S. Leskov, El peregrino encantado. No se ha publicado mucho en castellano de Leskov (1831-1895), pese a ser uno de los grandes narradores rusos del XIX. Por eso esta novela, inédita en castellano, puede resultar todo un descubrimiento. La historia es contada por el protagonista, un inolvidable Iván Severiánich, experto en caballos, quien después de múltiples aventuras se dirige a un monasterio donde profesará como novicio. Una aparición de ultratumba le profetizó, cuando era joven, que esa sería la única manera de salvarse, fuera como hubiera sido su vida. Es esa vida la que nos cuenta, con un estilo directo, sencillo, humilde, donde las grandes cosas resaltan aún más. (Alba. 285 págs. 22 €.).

Ernst Jünger, Venganza tardía. Sorprendente novela póstuma del alemán Jünger (1895-1998). Es el sutil recuerdo novelado de la infancia del autor, marcada por el fracaso escolar y la inadaptación social. Jünger se muestra en su última novela -finalizada a los 96 años de edad- como alguien marcado por las sombras de la infancia. Wolfram, el protagonista del relato, es un niño soñador e introvertido, que vive en la literatura más que en la realidad. En la escuela, en cambio, la figura del profesor le aterra y eso le sirve al anciano autor para reflexionar sobre un arquetipo: no tanto el profesor sino el fracasado que, en su vida personal, proyecta su odio hacia el débil. (Tusquets. 116 págs. 12 €.).

Michael D. O’Brien, La última escapada. Nathaniel Delaney, director de un periódico local en algún lugar de un Canadá ficticio, vive con sus dos hijos mayores, pues su mujer se marchó de casa. Un día Nathaniel descubre que las enseñanzas que se imparten en el colegio de sus hijos no son, a su juicio, adecuadas. Su protesta ante la dirección del centro pone en alerta a todo un sistema dominante que pretende arrebatar a los indefensos niños de lo que se supone que son las garras paternas con el fin de educarles en unos principios que se aproximan a una religión del Estado. Padre e hijos inician así una agitada huida. (Libros Libres. 295 págs. 22 €.).

Bora Cosic, El papel de mi familia en la revolución mundial. Esta breve novela que cuenta las vicisitudes de una familia en la ciudad de Belgrado en la década de los años 40, fue publicada en 1969 en una edición artesanal. Un mes después, consiguió el premio literario más importante de Yugoslavia. Cosic (1932) describe el microcosmos de una familia unida. Su obsesiva madre tiene frecuentes crisis nerviosas; su padre tiene una desmedida afición al alcohol; su tío es un mujeriego empedernido; y su abuelo transmite en sus comentarios un divertido y afilado cinismo. Aunque la familia del joven narrador no es ni modélica ni ejemplar, sí que transmite un generoso orgullo de lo que significó la familia en aquellos especiales años. (Minúscula. 151 págs. 13,50 €.).

Sergio Lechuga Quijada, Calix. Novela centrada en si el santo Cáliz de Valencia es el mismo cáliz que usó Jesucristo en la última Cena. Después de la muerte de Franco, un funcionario pone por escrito un episodio que protagonizó: en 1940 trabajó en una investigación sobre si el santo Cáliz de Valencia era o no el Grial, pues Himmler iba a viajar a España para buscarlo; de paso cuenta que, con ocasión de aquel encargo, pudo averiguar qué había pasado con su padre durante la guerra y conoció a la que sería su mujer. Relato bien escrito, con personajes creíbles, diálogos buenos y descripciones escasas. (Planeta. 461 págs. 20,50 €.).

Alexandre Dumas, Los hermanos corsos. Alejandro Dumas, padre (1802-1870), fue el más prolífico autor del XIX francés: más de 120 obras entre teatro, novela, libros de viaje, memorias… Leído hasta hoy mismo por Los tres mosqueteros y El conde de Montecristo, escribió también algunas novelas cortas tan directas y amenas como Los hermanos corsos. Una primera parte, que parecen notas de un viaje a la aún agreste y recia Córcega; y una segunda parte parisina. La primera dominada por el hermano gemelo Lucien de Franchi, caballero corso, ardiente y lleno de pundonor; la segunda por el otro, Louis de Franchi, pacífico y gentil. La acción va siempre directa al grano y el ambiente romántico es propicio a la presencia del más allá. (Nórdica. 182 págs. 15 €.).

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