Resurgen los matrimonios concertados Matrimonios de amigos

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Japón: ante las desilusiones del amor romántico
Resurgen los matrimonios concertadosAshiya. Modernidad y tradición forman un curioso cóctel en la mujer japonesa actual. Muchas mujeres son hoy en día económicamente independientes y anteponen la satisfacción en su vida a las exigencias familiares tradicionales. Esto se advierte en el aumento del número de divorcios y especialmente en que muchos de los procesos de divorcio los inician las mujeres. Pero, a la vez, este giro de actitud va unido al retorno a una costumbre tradicional. Escarmentadas unas, desengañadas otras por las falsas ilusiones en que a menudo se funda el amor romántico, un creciente número de japonesas vuelven a los matrimonios concertados (o-miai ) de antaño.

La nueva mujer japonesa tiene buena educación académica, trabaja, sabe organizar su tiempo, y le aterra la posibilidad de quedarse soltera. Le gusta probar cosas nuevas -ya sea en el trabajo o a través de algún hobby- y no es el tipo de persona que se satisfaga sin más con quedarse en el hogar (1).

Así que, cuando piensa en un posible marido, antepone la condición de que le deje hacer lo que a ella le gusta, a los llamados three high tradicionales: alto, con elevado nivel intelectual y buen sueldo.

Para hacer un buen hallazgo

Michiko Yasuda (24 años), una de estas mujeres prácticas, que sabe lo que quiere, cuenta que cuando empezó a pensar en la posibilidad del matrimonio, la ruta del o-miai le pareció la más razonable. «Si no me interesa puedo declinar la oferta -dice-, y si la cosa funciona podemos casarnos. Para mí, el o-miai es un camino para conocer a un chico. Me parece que no hay demasiada diferencia con el ren-ai» (matrimonio por amor).

Desde hace varias décadas, el o-miai se consideraba pasado de moda y estrecho de miras, y se tenía como el último recurso. Hace sólo unos años la mayoría de las mujeres jóvenes hubieran rechazado de plano la idea. Recientemente, sin embargo, la popularidad del o-miai está creciendo precisamente entre las jóvenes, como medio garantizado de conocer a candidatos al matrimonio.

Pero muchas de estas jóvenes no desean apuntarse en alguna de las muchas empresas que se han creado con el fin de organizar encuentros entre personas de ambos sexos. «Las condiciones -dicen- que determinan si una persona es o no conveniente, como el carácter, los valores morales, etc., no pueden ser medidos adecuadamente cuando se usa un sistema estandarizado de formar parejas».

Ellas prefieren que actúe como nakodo (intermediario) alguna persona que las conozca bien (familiares, amigos, maestros, etc.) y, si es posible, que conozca bien al candidato. No se sienten tampoco presionadas -como era normal en el pasado- para aceptar las ofertas de matrimonio; de hecho, ocurre con frecuencia que es la mujer quien declina, sobre todo si el hombre muestra un excesivo apego a la «mamma». En realidad, sólo se comprometen si el individuo en cuestión resulta ser un «buen hallazgo». Las dos partes están en pie de igualdad cuando, al principio, se intercambian sus antecedentes personales. Si uno de los dos no está satisfecho después del primer encuentro, pueden terminar la relación como desconocidos y sin ningún tipo de trauma.

En busca de la estabilidad

La vuelta al matrimonio concertado refleja una creciente desconfianza ante la inestabilidad del matrimonio basado en el amor romántico. En 1997, el número de divorcios alcanzó la suma de de 225.000, lo que supone una tasa de 1,8 por cada mil habitantes, al mismo nivel que en la Unión Europea. No es extraño que las mujeres que han experimentado problemas o han sufrido algún desengaño amoroso, muestren mayor sinceridad y firme voluntad de probar la vía del matrimonio concertado.

Toshiko K. (24 años) cuenta que se enamoró de un compañero de estudios. Cuando empezaron a salir juntos en plan serio, se fue dando cuenta de que había muchos aspectos en que eran totalmente incompatibles. Al cabo de unos meses se separaron. «Entonces pensé que un punto de vista objetivo es más de fiar. Muchas parejas jóvenes que se casan sin pedir consejo acaban por separarse. Siempre es difícil decidir por una misma, pero si la decisión depende también de otras personas que te quieren bien, es posible obtener mejores resultados».

«Antes no creía que los matrimonios concertados fueran una buena idea. Ahora, sin embargo, pienso mucho en mis padres. Ellos se casaron a través de un o-miai. En sus relaciones no hay constantes manifestaciones amorosas externas, pero se quieren, se respetan y se ayudan mutuamente».

Aunque las mujeres de la generación de Toshiko se revelarían ante un o-miai concertado por una tía lejana que no las conoce bien, no ponen dificultades si se trata de un nakodo que conozca bien a las dos partes. Muchas de ellas piensan que el matrimonio es posible sin una sólida base sentimental previa. En cambio, alguien que parece atractivo durante el noviazgo puede resultar un saco sin fondo de problemas una vez que empieza la vida matrimonial.

Romanticismo rural, realismo urbano

Las opiniones acerca del matrimonio arreglado y el ren-ai varían notablemente entre las ciudades de provincias -y más aún el campo- y las grandes metrópolis. A diferencia de lo que ocurría en el pasado, en provincias, donde la gente suele ser más conservadora, muchas jóvenes piensan ahora que el matrimonio es sólo posible por amor. En cambio, mujeres de Tokio, Osaka y otras grandes ciudades ven los matrimonios concertados no sólo como una novedad aceptable, sino como algo que ofrece mayores probabilidades de éxito. Lo que indica un cambio cíclico de puntos de vista.

Con el surgimiento de la generación del baby boom de postguerra, los matrimonios variaron desde los basados en el o-miai a los matrimonios por amor. Pero lo que en tiempos pareció una verdadera panacea de la liberación de la mujer, está llevando a un creciente número de divorcios. Y la gente joven de hoy, que en muchos casos ha experimentado noviazgos desde temprana edad, se da cuenta de que los matrimonios basados en el amor romántico no llevan necesariamente a la felicidad.

En los matrimonios concertados sólo se llega a un encuentro personal una vez se han aclarado y acordado las condiciones previas. En estas circunstancias, cada vez más jóvenes piensan que las posibilidades de conocer a alguien compatible son mayores. Si las personalidades de cada uno se compenetran, la pareja tiene buenas posibilidades de llevar una vida matrimonial duradera, aunque, al principio, no haya un incendio de amor.

La separación de sexo y matrimonioMatrimonios de amigos«Seamos sólo amigos». Estas tres palabras fatídicas con que las mujeres del mundo entero y de todos los tiempos daban «calabazas» a sus pretendientes pueden tener ahora un significado bien distinto entre los jóvenes treintañeros japoneses.

Por lo menos entre las mujeres decididas a optar por la carrera, la oferta de amistad dentro del matrimonio puede en bastantes casos significar el deseo de establecer un vínculo que de matrimonio tiene únicamente el nombre.

Hoy en día hay japonesas con aspiraciones profesionales que lo único que desean es casarse con un compañero, para tener un marido como amigo. Como evidencia de este hecho, el semanario Aera presenta a Koichi y Emi, de 31 años. Los dos trabajan como diseñadores gráficos en distintas agencias de publicidad. Cuando Emi (la esposa) ha tenido un día difícil en su trabajo, Koichi sabe cómo confortarla y distraerla, porque él también ha tenido este tipo de experiencia. «La otra noche -relata Koichi-, cuando ella llegó del trabajo simplemente me abrazó y se puso a llorar desconsoladamente». Su jefe le había desechado un diseño en el que trabajó muchas horas para poder terminarlo a tiempo. Koichi consoló a su esposa llevándola a uno de sus lugares favoritos: un salón de belleza nocturno.

En la alcoba, sin embargo, estos buenos amigos son completos extraños: la pareja no ha tenido relaciones sexuales durante más de dos años. «Al principio -dice Koichi- estaba demasiado cansado después del trabajo, pero ahora lo evito a propósito aun durante las vacaciones». El tratarse mutuamente como compañeros lleva a una mentalidad del mismo sexo, sugiere Koichi. Tanto él como su mujer quieren tener hijos, pero están tan apegados a su actual estilo de vida que prefieren no cambiarlo, al menos por tiempo indefinido.

Para otras parejas, ese ser «amigos» significa libertad para hacer lo que cada uno quiere sin demasiadas complicaciones. Lo serio de este asunto es el deseo de un creciente número de mujeres (y en menor grado también de hombres) de basar una relación duradera en compartir intereses comunes más que en la perspectiva de tener hijos.

Hijo sí, marido no

El reverso de la moneda lo representan mujeres que han avanzado en su carrera -como médicas, abogadas, arquitectas, o con puestos de cierta responsabilidad en grandes empresas- y que desean tener hijos pero no marido. En otras sociedades quizá esto podría lograrse hoy en día sin demasiadas complicaciones, pero en Japón ser madre soltera está todavía muy mal visto. Las estadísticas revelan que los nacimientos de madres solteras no llegan al 1,5%, cifra que se ha mantenido prácticamente igual en los últimos 30 años.

El divorcio, en cambio, no supone ya el estigma que representaba en otros tiempos en una sociedad donde el gaman (paciencia, sacrificio) y la estabilidad familiar eran los ideales más estimados. Y sin que tenga mucho eco en los medios de comunicación, cada vez se van conociendo más casos de mujeres que abandonan a sus maridos a los pocos meses de haber dado luz a un hijo.

Los «matrimonios de amigos» son sólo la última novedad de un fenómeno que ha acaparado la atención de los medios de comunicación en los últimos años: los matrimonios sin relaciones sexuales. Es este un problema que preocupa a bastantes parejas y a los expertos en terapia sexual en Japón.

Parejas de techo

Un ejemplo del interés que despierta este fenómeno es el éxito que hace un par de años obtuvo la novela Gimu to Engi («Obligación y actuación»; engi significa actuar como en una representación teatral), que presenta a un joven matrimonio que se esfuerza en cumplir con el débito marital, por pura obligación y sin experimentar goce alguno. Este libro de Makiko Uchidate se hizo tan famoso que dio lugar a una serie televisiva.

El problema de los sexless marriages o sexless couples, como los denominan los medios de comunicación, fue considerado por primera vez en la asamblea anual de la Asociación Japonesa de Sexología, en 1991; y, desde entonces, es el tema más discutido entre los profesionales de terapéutica sexual. Hisashi Egi, uno de estos profesionales de Osaka, afirma que la mayoría de los que visitan su clínica hoy en día se quejan de no tener relaciones sexuales con sus cónyuges. Algunos no han consumado todavía su matrimonio después de varios meses de casados. Muchos de esos casos -dice Egi- se deben a impotencia, pero no siempre es así, y cita un caso, entre muchos, de una mujer en sus 30 que dice no haber mantenido relaciones matrimoniales desde que se casó hace más de dos años. Su marido lee libros constantemente cuando está en casa y se queja de cansancio siempre que ella le insinúa hacer el amor.

Falta de intimidad afectiva

Teruo Abe, un psiquiatra y profesor de universidad que dirige una clínica de salud mental en la prefectura de Chiba, ha tratado y documentado más de 600 casos desde 1985. Abe hace notar que este tipo de parejas que busca sus servicios ha aumentado sensiblemente en los últimos años. «Estoy seguro de que hay muchas parejas que no ven problema alguno en la falta de sexo en su matrimonio y que, por lo tanto, no buscan ayuda profesional. No creo que este problema sea algo nuevo en Japón. Pero, con la atención que le prestan los medios de comunicación, especialmente las mujeres sienten ahora menos reparo en tratar de estos asuntos con especialistas. Bastantes hombres vienen acompañando a sus mujeres, porque temen que ellas se divorcien si no lo hacen».

La señora Keiko Watanabe, miembro de la Japan Sex Counselors and Therapists Association, asegura que la mayoría de las consultas que recibe la Asociación provienen de mujeres en torno a los 35 años. Una posible razón es que estas mujeres se acercan a la edad en que el embarazo se hace más difícil. Pero las razones específicas pueden ser variadas, incluidos problemas funcionales como la impotencia, el estrés o la fatiga por exceso de trabajo (tanto en hombres como en mujeres), así como los problemas de la vida cotidiana provenientes del embarazo y parto.

Dice Watanabe: «Los hombres son buenos para trabajar (fuera de casa), pero muy malos para la relación en el trato diario (en el hogar). Por otra parte, las mujeres persisten en el concepto tradicional del matrimonio y esperan demasiado de sus maridos. Lo importante no es tanto si llevan a cabo o no el acto sexual, sino si mantienen buenas relaciones de convivencia en el matrimonio. Pienso que el problema está más bien en la falta de intimidad afectiva en las relaciones matrimoniales y en la falta de percepción del cónyuge como persona necesitada de ayuda y afecto como todo el mundo».

Ineptos para las relaciones humanas

Abe, por otra parte, dice que los problemas de tipo sexual reflejan a menudo desórdenes psicológicos más hondos. En muchos casos, estas personas son ineptas para establecer relaciones humanas. Abe y otros profesionales notan que la mayoría de estas personas (hombres y mujeres) suelen ser graduados universitarios, con trabajos intelectuales o en oficinas. Y que los empleados de banca, programadores informáticos, etc., abundan entre sus pacientes.

Estas personas -dicen los expertos- tienden a ser muy sensibles a la crítica, no tienen muchos amigos y no les gusta hablar de sí mismos, a no ser que se sientan completamente aceptados por las personas con quienes hablan. «Son gente -aventura Egi- que desde niños no han experimentado un trato de intimidad con amigos y parientes (cosa no rara hoy en día) y que nunca se han sentido a gusto con otra gente, incluidos sus cónyuges».

Yoshihiro Murase, de la Universidad Hitotsubashi, de Tokio, dice que el tema de las sexless couples no es una gran novedad. «En Japón el sexo nunca se ha visto como un modo de comunicación entre un hombre y una mujer. Los hombres básicamente han buscado el placer sexual fuera del hogar y en sus esposas han visto un instrumento de reproducción. En la cultura sexual de esta nación los hombres deben ser agresivos y las mujeres receptivas. Pero a medida que muchas mujeres van adquiriendo independencia económica y mejor educación, ya no quieren seguir aceptando el papel pasivo en el matrimonio y los hombres no saben a qué atenerse».

«Cuando las familias tenían un promedio de tres o cuatro hijos, estaban demasiado ocupadas en criarlos para pensar en el aspecto sexual de su matrimonio. Pero con el declive de la natalidad y el aumento de la longevidad, muchas parejas entre los 30 y 40 años de edad, quieran o no, necesitan pensar en sus relaciones matrimoniales».

De un modo u otro, las relaciones entre hombre y mujer dan lugar a situaciones cada vez más complicadas. Tras la aceptación del sexo sin matrimonio, surge ahora el matrimonio sin sexo; de la búsqueda del placer sin procreación en el matrimonio se pasa a la búsqueda del hijo con abandono del matrimonio. De la instrumentalización de la mujer a la del marido. Pero los resultados indican que el matrimonio no es tan maleable como pretenden los deseos humanos. A.M. p

Antonio Mélich_________________________(1) Cfr. servicio 112/95: La nueva mujer japonesa.

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