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Resurge el debate sobre la base genética de la raza

publicado
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Hace casi diez años un equipo de científicos elaboró el primer árbol genealógico mundial. El estudio concluyó que las diferencias genéticas entre las razas humanas son muy pequeñas y se deben, sobre todo, a las adaptaciones a los diversos climas (ver servicio 10/95). Más tarde, el Proyecto Genoma Humano reveló que todos los seres humanos tienen prácticamente el mismo ADN, ya que solo hay diferencias en una de cada 1.000-1.500 «letras» de nuestro código genético (ver servicio 158/02). La cuestión parecía resuelta, pero ha vuelto a discutirse en las páginas de la revista «Nature Genetics» (noviembre 2004). Algunos investigadores sostienen que las diferencias entre razas no son tan superficiales, sino que resultan relevantes para la epidemiología.

El debate enfrenta a los científicos del National Human Genome Center (NHGC) de Washington, dependiente de la Universidad de Howard, y otros expertos en genética. El tema es si las razas están relacionadas con la propensión genética a enfermedades, ya que ciertos trastornos son más comunes en unas razas que en otras. Los de Howard sostienen que la distribución geográfica de diferencias genéticas no se corresponde con los grupos que llamamos razas. La creencia contraria, temen estos especialistas, podría fomentar discriminaciones en la investigación médica y en la atención sanitaria. Por eso defienden que los estudios vayan directamente a las raíces genéticas de las enfermedades, sin tener en cuenta ninguna posible relación con la raza.

En cambio, Sarah Tishkoff (Universidad de Maryland) y Kenneth Kidd (Yale) afirman en el mismo número de la revista que el árbol genealógico de la humanidad está dividido en ramas que corresponden a las poblaciones originarias de los distintos continentes y, por tanto, a las principales razas. Lo mismo aseguran Joanna Mountain y Neil Risch (Stanford), basándose en recientes estudios sobre fragmentos del genoma humano que no forman parte de genes ni son determinantes de rasgos físicos externos. Según ellos, el concepto de raza resulta relevante para comprender las bases genéticas de ciertas enfermedades. Risch replica a los temores de discriminación diciendo que un investigador que cerrara los ojos a las diferencias raciales podría no percatarse de que un grupo étnico -por ejemplo, los negros en Estados Unidos- recibe una atención sanitaria deficiente.

De todas formas, la discrepancia entre las dos posturas no es tan aguda como puede parecer a simple vista. Unos y otros coinciden en que la clave para comprender el origen de las enfermedades está en las diferencias genéticas, no en la raza. Pero algunos creen que, a falta de la secuencia completa del genoma de cada persona, la clasificación por razas es en muchos casos un instrumento útil, aunque imperfecto, para identificar las variaciones genéticas relacionadas con las enfermedades. El caso es que el concepto de raza, que parecía definitivamente desterrado, por vacío, de la ciencia genética, vuelve a ser materia de debate.

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