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Repensar la Europa de la austeridad

publicado
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La crisis de Grecia, obligada a decidir entre pasar por el aro de las exigencias de Bruselas o emprender un camino que podría precipitar su salida de la eurozona, está avivando las críticas a las políticas de austeridad. En el fondo de esta controversia late el viejo debate sobre qué es lo que hace crecer a una economía en crisis. Pero es difícil que este avance mientras se siga demonizando a uno de los dos lados.

(Actualizado el 8-07-2015)

Pocos temas unen tanto a la izquierda y a la derecha europeas estos días como las críticas a la troika formada por la Comisión Europea, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Central Europeo (BCE). En el Reino Unido, por ejemplo, los simpatizantes del UKIP, los tories euroescépticos, los verdes y los laboristas esperaban impacientes el resultado del referéndum de este domingo en Grecia, en el que un 61,3% de los votantes dijo “no” a la oferta del Eurogrupo.

El columnista de The Guardian Rafael Behr repasa los argumentos de unos y otros sobre las razones que convierten a la troika en la mala de la película y concluye que “ambos lados coinciden en que el capitalismo está en el centro de los problemas de Europa: la izquierda piensa que hay demasiado y la derecha que es insuficiente”. Ya sea por la falta de regulaciones al mercado o por sus excesivas trabas, según la versión de cada cual, el terreno común es que “la democracia peligra debido a una conspiración de opacas instituciones que tienen su sede en Bruselas”.

Una fábula moral sobre la crisis griega

Pero a Behr no le convencen las críticas que solo miran a la troika. De entrada, dice, “Grecia no estaba cualificada para unirse a la moneda única. Su entrada fue un fraude político, cuya escala fue revelada por la crisis financiera”. Y opina que “la promesa de Alexis Tsipras a los griegos de mantener la pertenencia a la UE sin austeridad fue deshonesta”.

Tampoco es partidario de tachar de malvados a los países que han probado “la amarga medicina” del rescate, como Irlanda y Letonia, y que ahora piensan que las demandas de un trato especial para Grecia amenazan con desestabilizar sus economías. “No estoy diciendo que su punto de vista sea justo, o que tenga más peso que el sufrimiento de los griegos. Solo digo que la fábula moral que enfrenta a la perversa y acosadora Europa con la heroica resistencia de Atenas no arroja luz sobre lo que está pasando”.

La crisis de Grecia no puede ser una excusa para montar una narrativa que presente a Europa como “un solo actor movido por intenciones maliciosas”. Más bien, habría que verla como el resultado de las decisiones tomadas por “una variedad de actores, en su mayor parte con motivos decentes, que no han sabido gestionar las demandas en conflicto bajo unas circunstancias muy concretas”.

Seguramente, concluye Behr, este episodio servirá para sacar lecciones importantes pero no invalidan el proyecto europeo. Entre otras cosas, porque no es evidente que acabar con Bruselas “vaya a traer más democracia y un mejor capitalismo”. Aunque Europa suele ser retratada como “el templo supremo de la austeridad”, lo cierto es que también “es el lugar donde los políticos –jefes de gobierno elegidos democráticamente– pueden acordar con una autoridad conjunta moderar el capitalismo internacional”.

La atribución de intenciones maliciosas a los “austericidas” es una forma de empobrecer el debate sobre las consecuencias de la austeridad

¿Conspiración contra Syriza?

La atribución de intenciones maliciosas a los “austericidas”, como se conoce de forma despectiva a los partidarios de la responsabilidad fiscal, es una forma de empobrecer el debate sobre las consecuencias económicas y sociales de la austeridad.

Así lo ve la directora del Instituto de las Ideas Claire Fox, quien ha evolucionado desde el marxismo a posiciones libertarias: “Es muy fácil declararse antiausteridad y procrecimiento, pero cuando llega la hora de la verdad y en una situación tan crítica, las decisiones no son tan simples como elegir ente lo negro y lo blanco”, explicaba a El Mundo en 2013.

Un ejemplo de la narrativa que critican Behr y Fox es el discurso que enfrenta a las poderosas élites financieras de la UE con los defensores del pueblo, como Syriza, buque insignia de la revuelta antiausteridad iniciada en Europa.

“La devastación social soportada por los pobres se ha mantenido gracias a una doctrina sencilla: ‘No hay alternativa [a la austeridad]’. Si Grecia amenaza esta narrativa, tendrá que ser castigada”, escribía hace poco en New Statesman Owen Jones, considerado el enfant terrible de la izquierda británica. “Todos los grandes poderes de Europa –la Unión Europea, el incontrolable Banco Central Europeo, el FMI, el gobierno alemán– han conspirado para que Syriza sirva de escarmiento”.

Grecia ya ha recibido dos rescates

Pero la teoría de la conspiración de Jones contrasta con la visión de quienes han pisado el terreno, como es el caso de la periodista María Ramírez, excorresponsal de El Mundo en Bruselas durante seis años y cofundadora de El Español: “Tengo claro que los titubeos de los líderes de los gobiernos europeos y de las instituciones de la UE contribuyeron a acrecentar los problemas que las economías más débiles traían de casa. Pero, en el caso de Grecia, también estoy convencida de que la UE ha hecho un esfuerzo genuino para ayudar a la anticuada y fallida economía griega”, escribe en el blog de El Español.

Además de buscar el diálogo político, “la UE y el FMI han desembolsado más de 260.000 millones de euros en dos planes de rescate entre mayo de 2010 y agosto de 2014, según las cifras de la Comisión Europea”. Pero “el gobierno de Tsipras ha sido torpe y ha conseguido enemistarse con posibles aliados como Italia, Francia o incluso España en un momento en que la rigidez presupuestaria había demostrado sus peligros”.

Las fallidas predicciones de Krugman

La crisis griega ha dado protagonismo a la pregunta de John Maynard Keynes (1883-1946) sobre qué es lo que hace crecer a una economía en crisis. Recientemente la ha retomado Amartya Sen, profesor en la Universidad de Harvard y premio Nobel de Economía en 1998, en su contestación al historiador Niall Ferguson, también profesor en Harvard e investigador de la Hoover Institution.

Tres días después de que David Cameron se alzara con la mayoría absoluta en las elecciones generales del Reino Unido, Ferguson defendió en un artículo publicado en The Financial Times que los tories habían ganado gracias a los buenos resultados de las medidas de austeridad adoptadas durante la crisis por el ministro de Economía George Osborne: “En Inglaterra, los conservadores ganaron porque Mr. Osborne estaba en lo cierto y sus críticos en el error”, pontificó.

Entre los críticos estaba el keynesiano Paul Krugman, también premio Nobel de Economía, quien predijo en 2012 que los recortes de los tories dejarían a la economía británica maltrecha durante muchos años.

Pero las predicciones de Krugman no se han cumplido. La economía británica –recuerda Ferguson– creció un 2,6% en 2014, más que la de ningún otro país del G-7; ha creado más de 1,9 millones de puestos de trabajo desde mayo de 2010 y la tasa de paro ha bajado hasta un 5,6%; los ingresos semanales medios han crecido un 8% entre 2010 y 2014… La coalición entre conservadores y liberal-demócratas también ha logrado reducir el déficit presupuestario heredado de los laboristas: de un 10% del PIB en 2009 a un 5,7% en 2014.

Crecer sin austeridad

A esto contesta Amartya Sen diciendo que el caso del Reino Unido dista mucho de ser válido para el resto de Europa. “Incluso si queremos reducir la deuda pública de forma rápida, la austeridad no es particularmente efectiva (…). Para lograrlo, necesitamos crecimiento económico. Y la austeridad, como advirtió Keynes, es esencialmente anticrecimiento”.

Y menciona varios períodos de la historia reciente en los que ha habido crecimiento sin austeridad: desde mediados de los años 40 a mediados de los 60 del siglo XX, la ratio deuda/PIB en el Reino Unido era altísima, pero eso no le impidió crecer económicamente y a la vez desarrollar el Estado del bienestar; Bill Clinton empezó a gobernar con un déficit enorme en 1993 y, ocho años después, dejó la presidencia de EE.UU. sin déficit; la elogiada reducción del déficit presupuestario de Suecia entre 1994 y 1998 ocurrió en un período de rápido crecimiento…

La principal propuesta de Sen para que la economía griega crezca va en la línea keynesiana: aumentar el gasto público durante un tiempo, como medida para crear empleo y reactivar la demanda.

Pero los críticos de Tsipras replican ante argumentos similares que las reformas de Grecia deben centrarse en reducir el gigantesco sector público y en recuperar empleo en el sector privado. No parece conveniente, añaden, gastar más si debes dinero. Otra cosa es que sea aconsejable aplazar el pago de la deuda y reducir los intereses para que la economía griega vuelva a respirar.

Los artículos de Ferguson y Sen muestran el mismo desencuentro razonable que ha enfrentado a tantos economistas desde la publicación de la Teoría general del empleo, el interés y el dinero en 1936, de Keynes. No será sencillo reconciliarles. Y seguramente esté bien así, para que cada cual siga mostrando al otro los puntos de vista que se le pasan por alto sin necesidad de atribuirle intenciones perversas.

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