Racismo y biología

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André Pichot, investigador en historia de las ciencias, señala en Le Monde (4-X-96) que la tendencia a buscar una explicación genética del comportamiento humano puede alentar el racismo.

Cuando se evocan las leyes eugenistas alemanas de 1933, se olvida a menudo que numerosos países habían adoptado desde tiempo antes un arsenal legislativo comparable, empezando por los Estados Unidos (desde 1907); y eso por recomendación de grandes biólogos y médicos, todos filántropos probados.

Cuando se evoca las leyes antisemitas alemanas de 1935, se olvida no menos a menudo que la segregación racial era lo común en Estados Unidos y en la mayoría de las colonias (es decir, casi la totalidad de África y una buena parte de Asia). Segregación justificada por las clasificaciones raciales antes mencionadas y graciosamente proporcionadas por eminentes biólogos.

Los mismos nazis se liberaron del racismo «científico» entonces admitido, para fabricar otro que les convenía más y que justificaron también «científicamente» haciendo de los judíos una raza inferior (tuvieron dificultades para definir esta «raza», pero no más que [el biólogo alemán del siglo pasado Ernst Heinrich] Haeckel, que por su parte la colocaba en la categoría superior).

El antisemitismo nazi es la forma extrema, caricaturesca y desviada del racismo pseudobiológico (…). Esas teorías antropobiológicas casi desaparecieron después de la guerra, a causa de los horrores nazis, pero también por el predominio de la genética molecular, que eclipsó a la genética de poblaciones a las que estaban ligadas.

Desde hace algunos años, este racismo vuelve a estar de moda bajo su forma anterior al nazismo. (…) Cuando algunos biólogos destilan a la prensa (…) informaciones sobre pseudodescubrimientos de los genes del crimen, del alcoholismo, de la homosexualidad, de la inadaptación social o de cualquier cosa, ¿por qué los genetistas serios no las desmienten?

Cuando grandes diarios aseguran que estamos amenazados por 4.000 enfermedades genéticas, los periodistas deberían aprender a contar: si cada una de esas enfermedades matara cien personas al año en Francia -lo que es poco a escala de un país-, en conjunto serían responsables de la muerte de cuatrocientas mil personas, es decir, las tres cuartas partes de los 520.000 fallecidos al año; a este paso, pronto seremos todos enfermos genéticos.

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