Rachel, la transracial

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Hasta que su persona acaparó la atención de la prensa en días pasados, Rachel Dolezal era una dirigente de la Asociación Nacional para el Avance de las Personas de Color (NAACP), en Spokane (Estados Unidos). Pero ahora ha renunciado a su puesto. Dice querer seguir ayudando, “y si mi dimisión ayuda…”


Una versión de este artículo se publicó en el servicio impreso 49/15


Rachel es una profesional de la Universidad del Este de Washington (EWU), especialista en estudios africanos. Y su militancia en una organización que procura borrar los rezagos del pasado esclavista de la nación, que hincan el diente de vez en cuando en ciudadanos negros de ese país –llámese Rodney King, Walter Scott, o Michael Brown–, ciertamente le honra. Pero la ficción es pésima aliada.

El asunto es que Rachel emprendió su propia metamorfosis, y así, la que en su adolescencia era una chica blanca y de cabello rubio, comenzó en 2006 a vivir su propia fantasía, cuando empezó a rizarse el pelo y a maquillarse con colores oscuros para pasar por mestiza. En una entrevista reciente, llegó incluso a negar sus orígenes y aseguró que su padre era negro.

Fueron sus progenitores, que cuentan en su genealogía con ancestros checos, alemanes y suecos, quienes pincharon el globo. “Rachel ha querido ser alguien que no es en realidad. No solo ha decidido no ser ella misma, sino presentarse como una mujer negra o de raza mixta, y eso no es verdad”, dijo su madre. Y el padre se lamentaba del engaño: “Ella es nuestra hija biológica y ambos tenemos ascendencia europea”. La publicación de dos fotos de Dolezal –una, de una sonriente teenager, y otra más actual–, hace ver el resultado final de su voluntad “transracial”.

En términos propiamente científicos, las razas no existen; las diferencias genéticas entre grupos étnicos son superficiales

Enmendar la plana a la naturaleza

“Bueno, ¿y qué?”, diría un liberal al uso, entendido el supuesto de que el ser humano es libre de hacer con su cuerpo lo que desee. Así como hay quien está convencido de que ha nacido con el sexo “equivocado” y se va al quirófano a corregir ese “error genital”, también puede haber a quien no le guste su raza; que para eso está Michael Jackson en la historia, solo que este hizo el camino al revés. Puestos a liberarnos de todas las ataduras, de todo lo que físicamente no encaje con el modo en que nos sentimos, pues ¡cambiémoslo!

Pero veamos algunos detalles: la joven no ha pretendido únicamente cambiar su físico, sino que ha intentado que la sociedad acepte su percepción, y ha reaccionado con molestia cuando esto no ha sucedido. Al llenar un formulario para ocupar un puesto en el gobierno local de Spokane, en respuesta al inciso en que se le preguntaba por su grupo étnico, respondió: “Blanca, negra e indígena estadounidense”. Ya se sabe que ciertos cuestionarios en EE.UU. son realmente un galimatías –un año atrás, una española residente allí confesaba a TVE haber dudado entre marcar “blanco” o “hispano”–, pero al menos las opciones que Rachel dio como válidas se diferenciaban lo suficiente como para no marcarlas todas.

Ella, por supuesto, lo sabía, pero hizo su primer intento de doblegar la conciencia social, de procurar saltar por sobre la convención establecida en este tema, y se ha ganado ya una investigación del gobierno municipal por tan original forma de responder. Otros militantes de causas diferentes han logrado que las instituciones llamen A a lo que es Z, y que incluso se pueda enjuiciar a quien, en conciencia y a la luz de la realidad objetiva, continúa entendiendo que Z no es A. Si aquellos lo han conseguido, ¿por qué ella no?

La decisión de cambiar de raza es, para algunos, una lógica extensión de la libertad de cambiar de sexo

Como Bruce Jenner

En Facebook, en la página de la activista, algunos van precisamente por ahí. Un usuario se pregunta: “¿Por qué está bien que Bruce Jenner diga que es mujer y que siempre se ha identificado como tal (…), y en cambio atacamos a Rachel?”. Otro apunta que es “asombroso” cómo en EE.UU., “si los medios y ciertos políticos dicen que alguien es blanco, entonces es lo que está autorizado a poner en los formularios. Solo para mentes débiles”.

No, no es cuestión de mentes débiles. Ya sabemos que, biológicamente hablando, no hay razas, y que las diferencias genéticas entre grupos étnicos son solo superficiales. Somos seres humanos, y basta; aunque las condiciones medioambientales a través de todo el globo hayan moldeado externamente a los diversos grupos humanos con rasgos como una piel más clara u oscura y unos ojos redondos u oblicuos. Sin embargo, a ciertos efectos de identificación –que no como pie para la exclusión–, y aun por razones médicas (unos grupos étnicos son más propensos que otros a determinados padecimientos), puede ser útil aportar el dato, tal como lo es informar sobre talla y peso.

Además, habría que ir más despacio. La Declaración Universal de Derechos Humanos nos recuerda que “toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política” (art. 2), y que “todos tienen derecho a igual protección contra toda discriminación” (art. 7).

Sin embargo, Rachel, que ha adoptado como hijo a uno de sus propios hermanos adoptivos (Isaiah, de piel negra), le estaría inoculando un odio visceral contra las personas caucásicas, según testimonio de su propia familia. Su objetivo no es ya la igualdad reclamada por la Declaración Universal y por la que perdió su vida Martin Luther King Jr. Para la docente de la EWU, no hay paz si “el otro” no está sometido. Así, en su propia fantasía, se habría inventado las cartas-bomba que le depositan en el buzón y los mensajes de acoso racial, un juego de víctima-victimario que tiende a reclamar atención y solidaridad. Pero no para la fraternidad, sino para la revancha.

Al final, este es un juego del que, si lo desea, Rachel puede desertar cuando le plazca. En caso de peligro real, solo le bastaría con no maquillarse con tonos oscuros, dejar crecer su pelo de modo natural, ¡y al cesto lo de “transracial”!: más rubia que una valquiria. Algo que no pueden hacer aquellos con los que dice simpatizar, y de quienes muchos le reprochan que se haya “disfrazado” de lo que no es.

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