¿Qué supone la fusión de AOL y Time Warner?

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La prensa internacional ha publicado numerosos comentarios sobre la compra de Time Warner por America Online (AOL). Seleccionamos algunos que intentan adivinar cómo quedará el panorama de la comunicación tras este acuerdo.

Algunos comentarios destacan el significado que tiene la fusión para el negocio de las comunicaciones. Según The Economist (15-I-2000), la lógica del acuerdo reside en que AOL suple las debilidades de Time Warner, y viceversa. La experiencia muestra que los medios tradicionales, como los de Time Warner -cuyo negocio en Internet, Pathfinder, ha resultado un fracaso-, tienen muchas dificultades para adaptarse a la red. Por otro lado, AOL, pese a su rotundo éxito en Internet, era peligrosamente dependiente de las suscripciones en un momento en que empieza a proliferar el acceso gratuito a la red, y carecía de acceso a la fibra óptica, que hará posible la Internet de banda ancha; Time Warner le aporta su red de cable y sus contenidos para atraer al público que no se abonará a AOL.

Pero esto no significa necesariamente que el nuevo conglomerado esté libre de las debilidades de los socios, sostiene Robert Pollock, editorialista del Wall Street Journal Europe en este periódico (13-I-2000). En Internet, está por demostrar que AOL Time Warner pueda ganar la partida a servicios gratuitos como Excite o Yahoo, ahora que se puede navegar por la red, consultar cotizaciones de bolsa o usar el correo electrónico sin necesidad de pagar a un proveedor de acceso. Por tanto, AOL necesitaba enriquecer su oferta de contenidos, lo que consigue con Time Warner. Pollock considera especialmente prometedora la música (Time Warner posee varios sellos discográficos), que ahora se puede conseguir en formato MP3 vía Internet. Pero se pregunta «hasta cuándo los nuevos artistas seguirán publicando música a través de las grandes casas discográficas, cuando pueden venderla directamente al público a través de Internet».

Otros comentarios examinan las posibles repercusiones para la cultura. Todd Gitlin, profesor de la Universidad de Nueva York, se muestra pesimista. En un artículo publicado en The Washington Post (16-I-2000), señala, en primer lugar, que «la fusión no está motivada por deseo alguno de mejorar los servicios de noticias, el periodismo de revista o la calidad del debate público. Su objetivo es ampliar la base de clientes, y punto». Por eso, Gitlin no cree que la fusión vaya a detener «la pulverización de la información en retazos cada vez más recortados y simplistas, su flirteo con los famosos y con el negocio del espectáculo». Al contrario, dice, reforzará la tendencia a la frivolidad, pues «la cuenta de resultados suele aborrecer todo lo que es más exigente y complejo, más lento, más proclive a las ideas, menos apto para complacer».

Del menú único a la diversidad

En cambio, The Economist no es de la misma opinión. La fusión de AOL y Time Warner, puntualiza, confirma la tendencia, iniciada hace veinte años con la televisión por cable, de pasar de la difusión masiva (broadcasting) a la difusión segmentada y especializada (narrowcasting). Como los operadores de cable, el nuevo grupo no ofrecerá un menú único a toda la audiencia, sino platos muy variados, gracias al catálogo de contenidos de Time Warner y la capacidad, que tiene AOL, de distribuir productos distintos a distintos públicos.

Esto, concluye The Economist, no favorece la vulgaridad, sino lo contrario. «En palabras de George Gilder, ‘la televisión es vulgar no porque la gente lo sea, sino porque todos nos parecemos por nuestros bajos instintos y nos distinguimos por nuestros intereses civilizados’. Dicho de otro modo, el gusto por el sexo, el consumo y la violencia son lo que la gente tiene en común. Lo que distingue a unos de otros es el entusiasmo por la música folk, los peces tropicales o los valses vieneses. Un medio de difusión masiva nunca podrá satisfacer esos intereses, porque ninguno de ellos es compartido por suficiente número de personas. Pero la difusión especializada sí puede».

Otro aspecto que tocan los comentaristas es las consecuencias que tiene para el periodismo la fuerte tendencia a la concentración de medios, de la que la fusión de AOL y Time Warner es un señalado ejemplo más. Victor Navasky (Time, 24-I-2000) considera preocupante que «cada vez menos empresas dominen el ámbito de los medios, lo que puede acabar siendo como tener un Ministerio de Cultura en versión privada».

Jonathan Alter (Newsweek, 24-I-2000) añade otro punto de vista: «Al crecer los conglomerados [de comunicación], el periodismo se convierte en una parte menor de su actividad. Eso significa que los valores periodísticos quedan cada vez más subordinados a los valores comerciales de la empresa matriz. Hasta ahora no hay pruebas de que tales combinaciones mejoren la calidad del periodismo».

Gitlin, por su parte, ve también en la concentración de medios un peligro para la independencia de los periodistas. Una fusión como la de AOL y Time Warner «multiplica los conflictos de intereses». A medida que se extienden los intereses comerciales de las empresas informativas, sus periodistas ven crecer la lista de «temas delicados» que tratar con prudencia.

En cambio, Michael Kinsley considera infundados esos temores. En un artículo irónico publicado en Time (24-I-2000), viene a decir que la red de intereses de los grandes grupos de comunicación se ha hecho tan intrincada, que nadie puede tener el control total. Así, ¿goza Kinsley -plantea él mismo- de bastante independencia para comentar la fusión de AOL y Time Warner en Time? Señala que él trabaja para Slate, revista digital propiedad de Microsoft, propietaria a su vez de MSN, competidora de AOL. Por otra parte, Microsoft y Time Warner son socios en Roadrunner, una red de conexión a Internet por cable. Por otra más, Microsoft tiene una participación en AT&T, que a su vez tiene una participación en Time Warner y, tras la fusión, en AOL. Kinsley prosigue describiendo la compleja maraña de participaciones cruzadas para concluir que ningún magnate tiene a los periodistas agarrados por el cuello.

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