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Qué hace la Iglesia para combatir el SIDA

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Ante la extensión de la epidemia en África
La extensión del SIDA en el África subsahariana revela que la política de prevención seguida hasta ahora ha sido ineficaz. Por lo general, se ha limitado a promover el uso del preservativo, sin proponerse cambiar los comportamientos. A veces se acusa a la Iglesia católica de estorbar los esfuerzos para la prevención del SIDA por oponerse a esta política centrada en el preservativo. El médico y sacerdote francés Jacques Saudeau, del Pontificio Consejo para la Familia, explica en L’Osservatore Romano (5 abril 2000) qué está haciendo la Iglesia en África en la lucha contra el SIDA.

El drama del SIDA afecta hoy especialmente al África subsahariana. La Conferencia Internacional de Lusaka (Zambia, septiembre de 1999) ha puesto en evidencia cómo se ha agravado la situación en los últimos años (1). El 70% de las personas seropositivas del mundo, es decir, 23,3 millones, vive en África subsahariana, región que tan solo cuenta con el 10% de la población mundial. La mayor parte de estos enfermos morirá en los próximos diez años. (…) Desde que comenzó la epidemia, en África han muerto ya 11,5 millones de personas, el 83% de los muertos por SIDA en el mundo. En 1998 murieron 2,2 millones por SIDA, frente a 0,2 millones a causa de las distintas guerras (2).

(…) Los muertos por SIDA formaban parte del segmento joven de población, es decir, el que tenía instrucción, formación profesional y enseñaba en las escuelas (3). Ese segmento era la esperanza de los grandes países pobres africanos. Muchas de estas personas eran madres jóvenes con niños pequeños, de lo que se deriva otro gran problema: los huérfanos del SIDA. El 95% de los huérfanos del SIDA son africanos (4). (…) En 1999, el número de niños menores de 14 años que han sido infectados de SIDA asciende a 570.000, el 90% de los cuales han nacido de madres seropositivas.

Estos datos ilustran la realidad de una tragedia: la epidemia del SIDA está devastando África y amenaza el futuro mismo del continente. El Consejo de Seguridad de la ONU se reunió el 10 de enero de 1999 para estudiar específicamente este tema, y concluyó que se trataba del factor más grave de desestabilización económica y política del continente (5). En palabras de Al Gore, se trata de una verdadera «crisis de seguridad» (6). (…)

En primera línea

La Iglesia católica no ha permanecido indiferente ante la situación. Al contrario, desde el inicio de la epidemia, la Iglesia ha estado presente con sus hospitales y centros de cuidados específicos, con las parroquias, el servicio de los religiosos y las religiosas, las organizaciones locales de ayuda a los enfermos, etc. La Iglesia en África ha estado en la primera línea de la lucha contra el SIDA.

Los miembros del Pontificio Consejo para la Familia, en colaboración con las distintas conferencias episcopales, hemos organizado numerosas reuniones con los médicos y las enfermeras comprometidos en esta lucha, para estudiar el tema y proponer soluciones. La mayor parte de estos encuentros han sido en los países afectados, donde hemos visto una labor constante, eficaz y discreta. Es preciso reconocer, sobre todo, la admirable dedicación y la singular generosidad de tantas personas que atienden a los enfermos en sus casas. Labor que hemos podido constatar en Uganda, Kenia, Tanzania, Ghana, Costa de Marfil, Benin, República Centroafricana y Burkina-Faso, y que consiste en apoyo humano, ayuda médica y, con frecuencia, alimentaria.

Para comprender la realidad del SIDA en estos países se debería acompañar a los voluntarios en su ronda de visitas y ver las situaciones ante las que se enfrentan. (…) Se debería valorar la labor de las religiosas que han acogido niños huérfanos del SIDA, les han dado techo, alimento, educación, etc. Se debería considerar que han tenido que pedir dinero a diestra y siniestra, pues en la mayoría de los casos se han encontrado con muy poca ayuda pública y un nivel de apoyo de las organizaciones internacionales más bien bajo. Es preciso valorar también el trabajo de otras personas, laicos y laicas, que han venido de diversos continentes para dar esperanza y dignificar la vida de tantas mujeres contagiadas y rechazadas por todos como «inmundas». (…)

Críticas de viajeros apresurados

A la vista del esfuerzo de todas estas personas, comprometidas diariamente y sin publicidad en la lucha contra la epidemia, no dejan de sorprender las declaraciones que recientemente han hecho algunos con ocasión de un breve viaje a unos pocos países africanos [ver «Políticos y misioneros ante el SIDA en África», en servicio 35/00]. Esas personas acusan a la Iglesia católica de «indiferencia».

Es comprensible que, quien viaja por vez primera a África y ve con sus propios ojos la realidad del problema, experimente un fuerte shock y reaccione con indignación. Pero no es lógico que, al buscar un responsable de esta situación, se termine acusando precisamente a quien, aunque de modo imperfecto, se empeña de forma concreta en poner remedio. Menos lógico aún es que las críticas procedan de quienes se conforman con la actitud fácil de la pura denuncia.

La Iglesia católica ha sido acusada de irresponsabilidad frente a la epidemia del SIDA en África por su posición con respecto al profiláctico para prevenir la contaminación sexual. El Pontificio Consejo para la Familia no ha dejado de recordar el mensaje de la Iglesia católica con respecto a esta difícil cuestión de la prevención del SIDA, en los distintos encuentros con los voluntarios. Este mensaje pivota sobre el concepto de «valores familiares».

Lo que aquí está en juego es una visión del hombre y de la mujer, de su dignidad, del sentido específico del sexo (7). Allí donde hay una verdadera educación en los valores de la familia, en la fidelidad, en la castidad de los esposos, en el recto significado de la donación recíproca, y allí donde se consigue superar formas invasoras de promiscuidad -lo cual es interés asimismo de los Estados-, allí obtendrá el hombre una victoria humana, también sobre este terrible fenómeno.

Prevenir o contener

En la prevención de cualquier epidemia se pueden distinguir medios propiamente preventivos y medios de «contención». Para la malaria, por ejemplo, que es una enfermedad parangonable al SIDA por su incidencia sobre la población africana y por el número de muertos que ocasiona, las medidas de prevención que se han desarrollado han sido medidas de «contención», es decir, que no atacan a la raíz de la enfermedad. Teóricamente eficaces, estas medidas se han demostrado en la práctica poco efectivas porque ha sido imposible destruir todas las larvas del mosquito anófeles o impedir que la población se abastezca de reservas de agua al aire libre. Un ejemplo contrario son las fiebres tifoideas, pues se ha logrado que la población preste mayor atención a las fuentes de agua que utiliza. Este ha sido un caso de verdadera política de «prevención», y se ha conseguido corrigiendo el comportamiento responsable de la infección.

En lo relativo al SIDA, si se desea una verdadera prevención, también sería necesario hacer ver a las personas que deben modificar su comportamiento sexual, principal causante de la difusión de la enfermedad. Mientras no se haga un esfuerzo en este sentido, no se estará realizando una verdadera campaña de prevención. El profiláctico forma parte de los medios de «contención» en la transmisión sexual de la infección, pero todo el mundo sabe que, si bien este medio sirve para «limitar» la transmisión, introduce a la población en un terreno en el que es imposible alcanzar la «perfección».

Fallos del preservativo

Además de la posibilidad de rotura o desplazamiento, está claro que el preservativo solo es eficaz «cuando se utiliza de modo correcto» (8), es decir, cuando se dan unas condiciones óptimas. En la práctica, hay siempre un amplio margen de usos defectuosos (9). En este sentido, existen conocidos estudios donde se describen con detalle los numerosos casos de fallo del preservativo (10). Pero, curiosamente, se sigue equiparando «prevención» con «buen uso del preservativo», sin que la eficacia del profiláctico sobre la epidemia haya sido estadísticamente demostrada. Pensamos además que, debido a los diversos factores que intervienen en la transmisión, esta eficacia es indemostrable.

Campañas contraproducentes

La decisión de promover el preservativo no se ha tomado por razones científicas, sino que es una decisión de «principio». Desde hacía tiempo se sabía que el preservativo tenía una relativa eficacia como contraceptivo (11). Las estadísticas decían que el preservativo fallaba como contraceptivo en el 15% de los casos. Se quiere, por tanto, hacer creer que el virus del VIH, 450 veces más pequeño que los espermatozoides, puede ser frenado por la barrera de látex como por arte de magia.

El único estudio estadísticamente válido respecto de la eficacia del profiláctico en la lucha contra el VIH es el realizado por el Groupe d’Études Européen (12), pero este estudio examina el caso de parejas estables serodiscordantes, sin infección genital (13), y solo refleja la situación europea, donde la transmisión sexual del virus tiene distinta dimensión. Otras estadísticas, que deben ser interpretadas con prudencia, muestran un porcentaje de fallos de al menos el 10% (14).

En fin, como han señalado recientemente algunos investigadores del College Medical School de Londres (15), la publicidad del preservativo en la lucha contra el SIDA podría tener un efecto contrario al buscado, en la medida en que conduce a actitudes sexuales de mayor riesgo a causa de la sensación de seguridad que induce en la población. No se puede esperar una detención de la epidemia del SIDA con el preservativo, del mismo modo que no se puede frenar un río desbordado solo con sacos de arena, cuando se han roto los diques principales. A lo sumo, cabe esperar una contención.

Ir a la raíz del problema

La Iglesia no pretende ponerse a discutir en un nivel técnico sanitario, sino que quiere centrar la atención en la raíz humana del problema, es decir, en el respeto de la sexualidad humana y de los valores que definen el crecimiento integral de las personas. Si la epidemia ha adquirido grandes proporciones en el África subsahariana es porque ha encontrado condiciones favorables: desocupación, guerras civiles, desplazamientos de refugiados, concentraciones de pobreza urbana, desarrollo de la prostitución, etc.

Si además se quisiera explicar por qué las mujeres son las más castigadas por la infección (13 mujeres por cada 10 hombres [16]), habría que añadir a todas estas causas de miseria el sometimiento de la mujer al marido bajo pena de repudio, y la gran extensión de enfermedades de transmisión sexual, que abren el camino al VIH en el organismo de la mujer (17). Los estudios realizados en Tanzania y Uganda han mostrado cómo la infección del VIH puede ser controlada y prevenida con el tratamiento exclusivo de las enfermedades de transmisión sexual, sin medidas adicionales dirigidas contra el VIH (18). La prevención del SIDA se debe realizar a partir del nivel originario, social y de valores, si desea ser eficaz.

Acciones eficaces

El papel que la Iglesia católica ha desempeñado en la prevención del SIDA en el África subsahariana es importante. En Uganda, Tanzania y Nigeria se han formado grupos de jóvenes, promovidos por religiosos, sacerdotes y laicos católicos, que se dedican a la lucha contra el SIDA (19). Algunos de estos grupos llevan el significativo nombre de Youth Alive o Youth for Life, y en ellos, los jóvenes se comprometen a luchar contra el SIDA, comenzando por sí mismos y buscando la adhesión de sus compañeros de escuela, por medio de la continencia sexual hasta el matrimonio. (…)

El caso de Uganda es ejemplar. En un estudio presentado por la agencia de la ONU que se dedica a la lucha contra el SIDA, se observa que entre 1989 y 1995 ha disminuido en un 10% la fuerza de la epidemia (20). La encuesta atribuye el hecho a que ha aumentado el uso del preservativo, pero también señala otro factor, que a nosotros nos parece de mayor importancia: el cambio de actitud de los jóvenes, que han comenzado a retrasar su primera relación sexual, diferiéndola al matrimonio. En 1989, solo el 31% de los chicos y el 26% de las chicas de 15-19 años declararon haberse abstenido de relaciones sexuales; en 1995 los chicos eran el 56% y las chicas el 46%. (…)

Este es el mensaje de la Iglesia: la prevención más radical y eficaz del SIDA es la abstinencia sexual antes del matrimonio, y la castidad conyugal en el matrimonio. (…) El modelo que propone la Iglesia no es ciertamente un modelo fácil, pero es algo plenamente humano, basado sobre la fe y la esperanza, y no sobre el reparto de un trozo de látex. No estamos hablando aquí de proyecciones teóricas sino de iniciativas concretas que ya se han realizado con adolescentes y jóvenes. (…)

Se puede comprender el motivo que impulsa a las autoridades sanitarias a difundir el profiláctico entre las prostitutas y sus clientes. Pero la prevención del SIDA debe ir a más, debe situarse en otro nivel y atacar las verdaderas raíces sociales, económicas, políticas y morales de la epidemia. Esto no es imposible: se necesita tan solo elevar el punto de mira y buscar un mayor respeto de la persona humana.

_________________________

(1) E. Favereau, «Sida en Afrique: un bilan amer», Libération, 17-IX-1999. [Ver también servicio 129/99, pp. 3-4: «Para frenar el SIDA en África»].

(2) P. Benkimoun, N. Herzberg, «Le sida est devenu la première cause de mortalité en Afrique», Le Monde, 14-IX-1999, p. 6.

(3) «AIDS: Teachers Dying in Central Africa», Currents Concerns, oct. 1999, n. 10/99, p. III.

(4) N. Herzberg, «Les Orphelins de Cairo Road», Le Monde, 30-IX-1999, p. 14.

(5) Afsané Bassir Pour, «Les Etats-Unis saisissent l’ONU du problème du SIDA en Afrique», Le Monde, 12-I-2000.

(6) «Africa’s AIDS Crisis», International Herald Tribune, 13-I-2000, p. 8.

(7) Pontificio Consejo para la Familia, Sexualidad humana: verdad y significado. Orientaciones educativas en familia, Roma, 1995 [ver servicio 2/96].

(8) UNAIDS, «Sexual behavioural change for HIV. Where have theories taken us?», UNAIDS Best Practice Collection, jun. 1999, p. 20.

(9) W. Cates, A.R. Hinman, «AIDS and absolutism. The demand for perfection in prevention», The New England Journal of Medicine (NEJM), 327 (7): 492:494.

(10) K. April, R. Koster, G. Fantacci, et al., «Qual è il grado effetivo di protezione dall’HIV del preservativo?», Medicina e Morale, 44 (5) 1994: 903-905. R. Kirkman, «Condom use and failure», The Lancet 336 (8721) 1990: 1009.

(11) W.R. Grady, M.D. Hayward, J. Yagi, «Contraceptive failure in the United States: estimates from 1982 National Survey of Family Growth», Family Planning Perspectives, 18 (5) 1986: 200-209.

(12) I. De Vicenzi, «Comparison of female to male and male to female transmission of HIV in 563 stable couples», British Medical Journal, 304, 1992: 341-346; «A longitudinal Study of Human immunodeficiency virus transmission by heterosexual partners», NEJM, 331 (6) 1994: 341-346.

(13) En la situación de parejas VHI sero-discordantes, el factor de transmisión más importante no es la utilización del preservativo, sino los hábitos sexuales del compañero y la existencia de enfermedades de transmisión sexual. El riesgo de contaminación es función del número de parejas y del número de actos sexuales realizados con una pareja contaminada (N. Padian, L. Marquis, D.P. Francis et al., «Male-to-Female Transmission of Human Inmunodeficiency Virus», Journal of the American Medical Association [JAMA], 258 [6] 1987: 788-790).

(14) P.C. Götzsche, M. Hörding, «Condoms to Prevent Do Not Imply Truly Safe Sex», Scandinavian Journal of Infectious Diseases, 20 (2) 1988: 233-234. H. Hearst, S. Hulley, «Preventing the heterosexual spread of AIDS. Are we giving our patients the best advice?», JAMA, 259 (16) 1988: 2428-2432.

(15) J. Richens, J. Inrie, A. Copas, «Condoms and seat belts: the parallels and the lessons», The Lancet 355 (9201) 2000: 400-403.

(16) UNAIDS, AIDS epidemic update: december 1999, p. 16.

(17) M.S. Cohen, «Sexually transmitted diseases enhance HIV transmission: no longer an hypothesis», The Lancet, 351 (suppl III) 1998: 5-7.

(18) H. Grosskurth, F. Mosha, J. Todd, «Impact of improved treatment of sexually transmitted diseases on HIV infection in rural Tanzania», The Lancet, 346, 1997: 530-536; 350, 1997: 1805-1809. M.J. Waver, N.K. Sewankambo, D. Serwada, et al., «Control of sexually transmitted diseases for AIDS prevention in Uganda: a randomized community trial», The Lancet 353 (9152) 1999: 515-535.

(19) L. McSweeny, AIDS, your Responsibility, The Ambassador Publications, 1991. L. McSweeny, Changing Behaviour. A Challenge to Love, The Ambassador Publications, 1995.

(20) A measure of success in Uganda, UNAIDS Case Study, May 1998.

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