Problemas prácticos del testamento vital

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En los últimos meses se han multiplicado en España proyectos para implantar el llamado testamento vital (ver servicio 98/01), con el que una persona expresa anticipadamente qué tratamientos desea o rehúsa recibir en caso de enfermedad grave o terminal. Con ello se pretende reforzar la libertad del paciente y proporcionar al médico una guía segura sobre la voluntad del enfermo. Sin embargo, la aplicación del testamento vital plantea algunos problemas prácticos, como señalan varios especialistas en informaciones recientemente publicadas en Diario Médico (DM). (Ver también servicio 179/00.)

La posibilidad de que cambie la voluntad del paciente es quizás la primera dificultad con que se encuentran los médicos para la aplicación del testamento vital, pues este documento se redacta mucho antes de que llegue la situación para el que está pensado. Para evitar este problema, María Victoria Roqué, directora del Centro de Estudios de Bioética de la Universidad Internacional de Cataluña, plantea la posibilidad de que el paciente rehaga su testamento vital (DM, 16-V-2001). De esta manera, podría adaptarlo a la evolución de la ciencia médica, pues un tratamiento que hoy es extraordinario y de eficacia dudosa puede ser corriente en el futuro. Por ejemplo, el paciente podría añadir expresamente en su testamento vital que no rehúsa una nueva terapia que no existía cuando redactó la primera versión. Al mismo tiempo, los médicos podrían aplicarla sin temor a defraudar la voluntad del enfermo.

De todas formas, interpretar en cada caso el testamento vital puede ser difícil. Por eso, David C. Thomasma, catedrático de Bioética y Política Sanitaria de la Universidad de Loyola (Chicago), señala que el testamento vital no puede sustituir la estrecha relación entre médico y paciente, y que solo ésta garantiza la correcta aplicación del testamento (DM, 25-V-2001). «El paciente -afirma Thomasma- no quiere hablar de la muerte: tiende instintivamente a negarla. Solo cuando llega a un determinado nivel de confianza con su médico, cuando la relación pasa a un nivel superior, cabe abordar la cuestión, y entonces es posible realmente comentar con él qué medios no quiere que se pongan llegado el momento». Roqué comparte esta opinión. Para ella, «la petición del consentimiento informado es otra situación que debería estar presidida por un clima de confianza entre médico y paciente». Así, «el consentimiento informado debería ir precedido de una conversación entre ambos y ser un reflejo de esa conversación, incluyendo los riesgos más comunes que se pueden derivar de su estado y de los procedimientos que se le deban practicar».

Cuando falta confianza entre médico y paciente, conocer y respetar la verdadera voluntad del enfermo se torna problemático, aunque haya testamento vital. Juan Cajade, otorrinolaringólogo del Hospital de Santiago de Compostela, en su libro La responsabilidad civil en el ejercicio de la Medicina, indica que el 75% de las demandas presentadas contra actos médicos tienen su origen en una deficiente comunicación entre el médico y el paciente (DM, 21-VI-2001). Cajade piensa que los testamentos vitales se fundamentan, en realidad, en el deseo del paciente de no sufrir, por lo que una generalización de las unidades de cuidados paliativos eliminaría la necesidad de esta figura legal.

Si proliferan los testamentos vitales, parece que sería muy conveniente la creación de un Registro General de Documentos de Voluntades Anticipadas, como los que ya existen en Estados Unidos u Holanda. El registro permitiría a los médicos cerciorarse de si un paciente ha otorgado o no testamento vital, cuando no les sea posible saberlo por medio del propio interesado o sus familiares, como en el caso de una persona que ingresa en el servicio de urgencias tras sufrir un accidente. La creación de tal registro en España ha sido recientemente propuesta por el Observatorio de Bioética y Derecho del Parque Científico de Barcelona (DM, 26-VI-2001).

De momento, sin embargo, el testamento vital es poco usado, aun en los países donde tiene más arraigo. Thomasma (DM, 25-V-2001) señala que en Estados Unidos, después de treinta años, solo el 10% de los pacientes han recurrido al testamento vital.

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