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Prestar a los pobres

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Las estrategias de desarrollo basadas en intervenciones del Estado a gran escala han demostrado tener muchas limitaciones y con frecuencia han sido fuente de despilfarro. Esta decepción ha llevado a interesarse por un sector hasta hace poco ignorado en la ayuda al desarrollo: las llamadas «micro-empresas» que proliferan en el sector informal de esas economías. Además, estas iniciativas sirven especialmente para proporcionar un ingreso a mujeres que, por su escasa formación o sus obligaciones familiares, no podrían acceder a un empleo en el sector productivo.

Entre las micro-empresas se engloban iniciativas que pueden ser puramente individuales o emplear a algunos trabajadores, y cuya situación jurídica va desde la informalidad total a la legalidad plena. Vendedores ambulantes, peluqueras de barrio, sastres y zapateros para arreglos, taxis piratas, vendedoras del mercado, artesanos de la madera o los metales, albañiles para reformas caseras… son ejemplos de este variopinto sector.

En general, estas micro-empresas han sido creadas por gente más bien pobre, operan en el sector informal de la economía y no reciben ayuda de los poderes públicos, cuyas políticas se hacen en función de las necesidades de las grandes empresas modernas.

No hay una estimación fiable sobre la importancia económica relativa de las micro-empresas. Pero los distintos estudios atribuyen a este sector informal no menos del 30% de la población activa del mundo en desarrollo y de un 20% del PIB.

Un sector que no deja de crecer

Y lo más importante es que este sector aumenta constantemente. Sus ventajas están claras: las micro-empresas proporcionan empleo y unos ingresos a los pobres, sobre todo en una época en que la industria y el sector público han dejado de crecer. Son también un apoyo para la actividad de aquellas mujeres que no pueden acceder a empleos del sector formal, y que aportan así una parte sustancial del presupuesto familiar. Las micro-empresas producen bienes y servicios baratos, de calidad más bien mediocre, pero accesibles a los más necesitados. Y son también el caldo de cultivo de donde pueden surgir empresarios potenciales que han demostrado su ingenio.

Por eso, los donantes de ayuda al desarrollo son cada vez más conscientes de que favorecer las microempresas es un medio de reforzar la capacidad de innovación y creatividad que exige el desarrollo. «Ayudar a la gente a crear sus propios medios de subsistencia les da una mayor confianza en su propia capacidad personal y les hace ser más conscientes de lo que pueden decidir por sí mismos», escribe Raundi Halvorson-Quevedo, economista de la cooperación para el desarrollo en la OCDE.

El reverso de la medalla es que en las micro-empresas las condiciones de trabajo (salarios, normas de seguridad e higiene, horarios…) son peores que en el sector formal; los ingresos suelen ser aleatorios; la incapacidad de acceder al crédito y la falta de formación limitan las posibilidades de ampliar el negocio.

Del empleo informal al productivo

Para que estas iniciativas pasen de la mera estrategia de supervivencia a una actividad profesional estable, están poniéndose en práctica métodos de ayuda basados sobre todo en el acceso al crédito y en la asistencia técnica.

En el caso de las micro-empresas, el acceso al crédito exige buscar modalidades distintas de los bancos oficiales y de los usureros. El ejemplo más exitoso e imitado es el Grameen Bank (Banco rural), de Bangladesh, fundado en 1976 por el profesor de economía Mohammed Yunus. «La pobreza se perpetúa porque se deja a los pobres fuera de la economía», decía Yunus. Los bancos no prestan a los pobres porque no ofrecen garantías, y así no hay modo de que tengan los medios mínimos para salir de ella.

Convencido de que «el acceso al crédito es un derecho humano», el creador del Grameen Bank empezó a prestar pequeñas cantidades a campesinos pobres (la media de los préstamos es de 67 dólares). La gente utiliza el dinero para comprar ganado, semillas, herramientas o materia prima para su actividad artesanal. Los campesinos pagan entre el 16 y el 20% de interés, y el Banco tiene beneficios.

A falta de garantías, que los pobres no pueden ofrecer, el sistema del Grameen Bank se basa en la presión social y en los incentivos económicos. En un pueblo, se forman grupos de cinco personas que aceptan colectivamente la responsabilidad de devolver los préstamos otorgados a los distintos miembros del grupo y se ocupan de las tareas de supervisión. La disciplina en el reembolso de los préstamos se estimula también con una serie de incentivos económicos, como la posibilidad de obtener préstamos escalonados, o la rebaja de los tipos de interés cuando se ha devuelto ya un préstamo anterior.

Clientela femenina

El caso es que el Grameen Bank tiene una tasa de devolución que para sí la quisieran los bancos comerciales: un 98%. El éxito es todavía más clamoroso si se tiene en cuenta que los préstamos se han realizado a un millón de campesinos sin tierra, repartidos en veinticinco mil pueblos. Gente que ha visto multiplicado su patrimonio: según el banco, estudios repetidos han demostrado que los ingresos de los prestatarios han aumentado un 18% anual.

Los dirigentes del Grameen Bank pronto se dieron cuenta de que era más eficaz prestar a las mujeres, pues administran mejor el dinero y lo dedican preferentemente a la familia. Así que actualmente el 92% de la clientela del banco es femenina. También son mayoría las mujeres entre los accionistas del banco, y nueve de ellas se sientan en el Consejo de Administración. En otros países que han imitado la fórmula, se ha comprobado también que las mujeres son más responsables como deudoras. Por ejemplo, en Malasia un estudio ha comprobado que la tasa de devolución es un 70% en el caso de los hombres y de un 92% en el caso de las mujeres.

Algunos expertos sugieren que la viabilidad financiera del Grameen Bank podría verse comprometida si no se beneficiara de líneas de crédito subvencionadas y de donaciones. Pero, en cualquier caso, el Grameen Bank ha roto muchos esquemas en el enfoque de la ayuda al desarrollo y ha dado origen a experiencias similares en países de Asia, África y Latinoamérica.

En cuanto a la asistencia técnica a las micro-empresas, puede adoptar muchas formas: técnicas de gestión (contabilidad, gestión de créditos, fijación de precios…), formación profesional, mejora tecnológica, etc. Los obstáculos para impartir esta formación son la falta de tiempo de los micro-empresarios, la rotación elevada del personal o la dificultad para determinar el contenido de los cursos. También se ha visto que las ONG pueden ser muy eficaces para canalizar los créditos y la asistencia técnica a las micro-empresas.

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