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Por una sociedad más acogedora

publicado
DURACIÓN LECTURA: 12min.

Manifiesto pro-vida norteamericano
Un grupo de personalidades norteamericanas han suscrito un manifiesto pro-vida en que animan a sus conciudadanos a reconsiderar la legalización del aborto y a buscar una renovación cultural y moral, con el objetivo de restituir al no nacido el derecho a la vida. Los firmantes buscan -también con los modos de expresión- un terreno común aceptable para todos y, a la vez que no renuncian a su objetivo último -el reconocimiento legal incondicionado del derecho a la vida-, proponen un enfoque positivo para alcanzarlo: ayudar a las embarazadas en situaciones difíciles y emplear la persuasión en el debate público. Traducimos algunos fragmentos de la declaración (1).

(…) Las encuestas revelan que el pueblo estadounidense no desea un régimen legal que permita el aborto libre, por cualquier motivo y en cualquier momento del embarazo. Nos creemos en la obligación de emplear los medios de persuasión democráticos para contribuir a restaurar la protección legal para todos los no nacidos.

(…) La permisión del aborto ha contribuido a minar los fundamentos morales de nuestra comunidad cívica. (…) Alzamos nuestras voces para promover una causa: que en nuestro país mujeres y hombres reconstruyan juntos la estructura de la sociedad civil reconociendo nuestra común responsabilidad de servir y proteger a los más débiles y vulnerables de entre nosotros.

Falsea las relaciones entre hombre y mujer

(…) En general, no nos hemos preocupado bastante de fomentar esos hábitos del corazón y de la mente que hacen posible el autogobierno democrático y que sustentan lo que los forjadores de la Constitución llamaban «valores cívicos». Creemos que la permisión del aborto es un factor decisivo del déficit de virtud en nuestro país.

(…) La mujer paga un precio enorme por causa del aborto. Al facilitar un supuesto «remedio» tecnológico para los embarazos no deseados, la permisividad ha estimulado un comportamiento sexual irresponsable y predador por parte de los hombres. El aborto libre ha proporcionado una excusa a los hombres que eluden su responsabilidad, alegando que el niño que ellos han contribuido a engendrar habría debido ser abortado, o que la mujer que no quiso abortar no puede imponerles ninguna responsabilidad por el «estilo de vida que ha elegido».

También los padres han salido perjudicados y deshumanizados por la permisividad respecto al aborto. Algunos ven que matan, contra su voluntad, a sus hijos; otros se enteran demasiado tarde, y con dolor, de que el niño que ellos habrían acogido ha muerto. Incluso cuando están de acuerdo con la decisión de abortar, los padres, como las madres, reprimen su sentido de culpa, rechazan su instinto de protección y se causan a sí mismos otros daños al consentir en la muerte de sus propios hijos. El aborto contribuye a la marginación de la paternidad en nuestro país, la cual es -como muchos sostienen- una de las principales causas de la alarmante desintegración familiar que padece Estados Unidos.

Cuestión crucial de derechos civiles

Así pues, la permisividad ha envenenado las relaciones entre hombres y mujeres, además de causar grave daño a los miles de mujeres que ahora sufren los efectos del trauma post-aborto. Las mujeres de nuestro país no necesitan el aborto para participar plenamente en la sociedad. Afirmar otra cosa es degradar a la mujer, fomentar que se falseen las relaciones entre mujeres y hombres y hacer más difícil que renazca en nuestro país una comunidad de virtud y de responsabilidad mutua.

El aborto no es simplemente un asunto de «decisión» personal. Más bien, la permisividad con respecto al aborto contradice en su misma base los ideales de nuestro país, que afirma ser un Estado democrático de derecho, donde la igualdad ante la ley es un principio fundamental de justicia. Además, la permisividad con respecto al aborto amenaza los fundamentos culturales de nuestra comunidad democrática. Pues si en la ley y en la moralidad pública de nuestro país llega a darse por sentado que existe, de hecho, un «derecho» privado a usar la violencia letal para «resolver» problemas personales, familiares o sociales, entonces se tambaleará la afirmación de que nuestra democracia es una expresión del compromiso popular para «instaurar la justicia», como ocurrió cuando se implantó legalmente el «derecho» a excluir de la plena protección de la ley a determinados ciudadanos por razón de la raza. Por eso, el aborto es en nuestro tiempo la cuestión crucial de derechos civiles.

Siempre hay alternativas

(…) Nuestra meta se define en pocas palabras: aspiramos a que en nuestro país todo niño no nacido sea protegido por la ley y acogido en la vida. Necesitamos tanto una reforma legal como una renovación cultural, si queremos que nuestro país experimente un renacer de la libertad ordenada al bien.

(…) Siempre hay recursos disponibles para que las mujeres puedan superar las dificultades que a veces traen consigo el embarazo y la crianza de los hijos. Siempre hay alternativas al aborto. (…) No obstante, existen unas prácticas y actitudes sociales tan arraigadas, que de hecho se estimula a las mujeres a optar por el aborto, presentándolo como el camino «más fácil» para conseguir los objetivos que un embarazo inesperado parece poner en peligro.

Todos, como individuos y como sociedad, compartimos la responsabilidad de asegurar que todas las mujeres sepan que sus propios recursos físicos y espirituales, unidos a los de una sociedad que de verdad afirma y acoge la vida, son suficientes para superar cualesquiera obstáculos que el embarazo y los hijos puedan entrañar. Esto comporta sacrificio, como las mujeres saben por instinto y nosotros no podemos negar. Pero este sacrificio no debe seguir siendo sólo para la mujer. Los hombres, en especial, también deben asumir la parte de responsabilidad que les toca en la vida familiar, es más: en la civilización misma.

(…) La inmensa mayoría de nuestros conciudadanos creen que la adopción es preferible al aborto. Tenemos que agilizar y simplificar los trámites legales, así como prestar apoyo efectivo a los matrimonios que deciden adoptar.

La permisividad con respecto al aborto está fuertemente entretejida con la revolución sexual. La promoción de la causa pro-vida nos exige también apoyar y colaborar con quienes trabajan por restablecer la vinculación moral entre sexualidad y matrimonio, y entre matrimonio y procreación.

(…) Rechazamos netamente el recurso a la violencia en favor de la causa pro-vida como lo más contrario a los principios morales centrales de nuestro movimiento.

Avanzar paso a paso

(…) En nuestro país, el niño no nacido disfruta hoy de menos protección legal que las especies de aves en peligro de extinción que habitan en nuestras reservas naturales. Así las cosas, creemos que es esencial una estrategia política y legal de largo alcance. Hasta llegar a la plena protección legal y la acogida en la vida para todos los no nacidos, queda mucho camino que recorrer. Por tanto, no vemos contradicción alguna entre la firme adhesión a nuestro objetivo último y la promoción de reformas parciales que nos acerquen a él. Cualquier reforma legal que no satisfaga nuestras aspiraciones últimas, pero que suponga un avance en esa dirección, salva vidas y contribuye al proceso de renovación cultural y moral.

(…) El Congreso tiene la oportunidad de contribuir a reformar la legislación sobre el aborto. En la actualidad debate una serie de propuestas, como la prohibición de ciertos métodos abortivos y restricciones a la financiación federal de abortos. Creemos que el Congreso debe aprobar esas medidas y el Presidente, sancionarlas. Las penas, cualesquiera que sean, previstas en esos proyectos han de caer sobre los que practican abortos, no sobre las mujeres en crisis. Además, deseamos que se discutan fórmulas para que el Congreso reconozca al niño no nacido como persona humana con derecho a la protección constitucional.

Invitación al diálogo

(…) Con todo respeto urgimos a nuestros conciudadanos que están a favor del aborto a reconsiderar su postura. Les pedimos que piensen en la relación entre el aborto libre y la crisis familiar de nuestro país. Les pedimos que consideren si la libertad puede entenderse como autonomía radical. Les pedimos que mediten, otra vez, en la moralidad del aborto mismo. Les pedimos que piensen en las consecuencias sociales de que la ley reconozca un «derecho» privado a la violencia letal.

Les pedimos que se pregunten: ¿es nuestra sociedad hoy más acogedora, solícita y responsable que antes de la liberalización del aborto? Creemos que la respuesta es «no». Los problemas que en su día los promotores del aborto dijeron que se atenuarían con la permisividad -pobreza infantil, nacimientos ilegítimos, malos tratos a los niños-, en realidad han empeorado en todos los estratos sociales después de la liberalización. Por tanto, con todo respeto pedimos a nuestros conciudadanos que se planteen la posibilidad de que exista una relación -tanto cultural como legal- entre el actual déficit de valores en nuestro país y la permisividad con respecto al aborto.

El movimiento pro-vida es afirmación. Por eso, pedimos a nuestros conciudadanos, cualesquiera que sean sus convicciones políticas o su postura con respecto al aborto, que participen en un gran debate nacional sobre cómo ha de ser el país al que aspiramos y la relación entre el aborto libre y el futuro que buscamos. Pedimos a todos que se unan a nuestros esfuerzos para prestar ayuda real y comprensiva a las mujeres en crisis. Si buscamos alternativas al aborto y trabajamos por reformar las leyes y procedimientos de adopción, podemos crear las condiciones idóneas para un nuevo diálogo sobre la ley y la práctica del aborto en el futuro. Estamos dispuestos a iniciar el diálogo. Invitamos a todos nuestros conciudadanos a unirse a nosotros.

Los autoresEntre los 45 firmantes del manifiesto hay personalidades muy conocidas en Estados Unidos e incluso fuera de su país.

Gary Bauer es director del Family Research Council, una organización cuya influencia ha crecido en los últimos años (ver servicio 149/95). Robert Casey, ex gobernador de Pensilvania, es uno de los políticos norteamericanos más comprometidos con la causa pro-vida. Mary Ann Glendon, profesora de Harvard (ver servicio 94/96), alcanzó fama internacional por encabezar la delegación de la Santa Sede en la Conferencia sobre la Mujer en Pekín. El Dr. Bernard Nathanson fue un destacado abortista que se convirtió en militante pro-vida (ver servicio 49/96). Richard John Neuhaus, ex pastor protestante y ahora sacerdote católico (ver servicio 151/90), dirige el Institute on Religion and Public Life, que edita la revista First Things. Michael Novak, del American Enterprise Institute, es autor de obras sobre economía y doctrina social cristiana (ver servicio 45/89). Ralph Reed es el director ejecutivo de la Coalición Cristiana (ver servicio 73/95). El Dr. Jack Willke es muy conocido por su Manual sobre el aborto.

Muchos de los que suscriben el manifiesto firmaron hace tiempo otro similar, en que exponían su postura contra el aborto y a favor de la mujer (ver servicio 70/93).

Una actualización del juramento hipocrático

El juramento de Hipócrates ha sido desde hace 2.300 años el claro punto de referencia deontológico para todos los médicos. En este siglo, la legalización del aborto y la tendencia a cohonestar la eutanasia -ambas cosas prohibidas en el juramento- han hecho que sea puesto en cuestión. Ha caído en desuso en muchas facultades de Medicina, y se han propuesto nuevas versiones que hacen un hueco al aborto y a la eutanasia.

Por eso, en 1995 el Value of Life Committee (Estados Unidos) pidió a un grupo de médicos y especialistas en ética que presentaran ideas para actualizar el juramento. Con las sugerencias recibidas de esos expertos se redactó un texto en lenguaje moderno y enriquecido con aportaciones de la deontología médica reciente. Se han distribuido más de cinco mil ejemplares a especialistas en ética médica, médicos en ejercicio y estudiantes de Medicina. Esta es la nueva versión (2):

En la presencia del Todopoderoso y ante mi familia, mis maestros y mis colegas, juro cumplir, en la medida de mis fuerzas y de acuerdo con mi conciencia, este juramento y compromiso:

Tendré a todos los que me han enseñado este arte en igual estima que a mis padres, y con el mismo espíritu y entrega impartiré a otros el conocimiento del arte médico. Seré diligente en mantenerme al corriente de los progresos de la Medicina. Atenderé a todos, sin excepción, los que soliciten mis servicios, siempre que no lo impidan mis deberes con otros pacientes, y pediré consejo a colegas expertos cuando así lo requiera el bien de mis pacientes.

Seguiré el método terapéutico que, según mi capacidad y recto entender, considere mejor para el bien de mi paciente, y me abstendré de toda acción nociva o maliciosa. No prescribiré ni administraré a nadie, aunque me lo pida, ninguna dosis letal de un fármaco, ni aconsejaré tal cosa; y tampoco haré nada, por acción u omisión, con intención directa y deliberada de poner fin a una vida humana. Tendré el máximo respeto a toda vida humana desde la fecundación a la muerte natural, y no admitiré el aborto intencionado que destruye una vida humana irrepetible.

En pureza, santidad y beneficiencia guardaré mi vida y practicaré mi arte. A no ser para evitar con prudencia un peligro inminente, no trataré a ningún paciente ni realizaré investigación alguna en un ser humano sin el consentimiento válido e informado del sujeto o de su competente tutor legal, bien entendido que la investigación debe tener por finalidad favorecer la salud del interesado. A cualquier lugar en que entrara para atender a un paciente, iré por el bien del enfermo y me abstendré de todo agravio intencionado o currupción, y jamás seduciré a un paciente.

Todo lo que, con ocasión de mi práctica profesional o sin relación con ella, pueda ver u oír de la vida de mis pacientes y no deba trascender, no lo divulgaré, consciente de que deberé guardar secreto de todo ello.

Mientras guarde inviolado este juramento, se me conceda vivir y practicar el arte y la ciencia de la Medicina con la bendición del Todopoderoso y el respeto de mis colegas y de la sociedad. Pero si quebrantare y violare este juramento, que caiga sobre mí lo contrario.

_________________________(1) «The America We Seek: A Statement of Pro-Life Principle and Concern», publicado en First Things (Nueva York, mayo 1996).(2) El original inglés apareció en la revista First Things (enero 1996), precedido de una introducción a cargo de tres de los promotores de la iniciativa.

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