Por qué esperar hasta el matrimonio

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Si lo audaz es ir contra corriente, Angela Ellis-Jones, abogada británica de 35 años, ha dado una buena prueba de desenvoltura al defender en un programa de debate de la BBC2 y en un artículo (Daily Telegraph, Londres, 12-XII-96) sus razones para permanecer virgen hasta el matrimonio.

Hoy día, la mayoría de las mujeres sostienen su derecho a la libertad sexual. Pero la única libertad sexual que yo he deseado siempre es la de estar felizmente casada. Desde mi adolescencia sabía que había de guardarme para el matrimonio, y nunca he tenido la más mínima duda sobre mi decisión.

(…) Creo que tengo al menos tanta confianza en mí misma como la típica mujer «liberada». He dirigido una asociación universitaria, y he intervenido muchas veces en programas de televisión. He sido candidata al Parlamento, y volveré a serlo otra vez en las próximas elecciones con el Partido de la Independencia. Me han pedido que en febrero intervenga en un debate sobre la pena de muerte en Cambridge.

No soy creyente. Aunque crecí en una familia muy religiosa, dejé de acudir a la iglesia cuando me marché a estudiar a Oxford. Me pareció imposible conciliar la situación del mundo con la existencia de un Dios amoroso.

(…) La castidad antes del matrimonio es una cuestión de integridad. Para mí, el verdadero sentido del acto sexual consiste en ser el supremo don de amor que pueden darse mutuamente un hombre y una mujer. Cuanto más a la ligera entregue uno su propio cuerpo, tanto menos valor tendrá el sexo.

El acto sexual implica el cuerpo, la mente y el espíritu. La idea moderna de que no es más que algo físico -como «beber un vaso de agua», según dijo una feminista revolucionaria rusa- es totalmente falsa. He visto cuán doloroso puede ser para una mujer romper con un hombre después de una relación sexual. Tal vez yo no haya sido muy feliz sola, pero al menos me he ahorrado varios traumas y mini-divorcios.

Quien de verdad ama a una persona, quiere casarse con ella. Cuando dos personas tienen relaciones sexuales fuera del matrimonio no se tratan una a otra con total respeto. Una relación física sin matrimonio es necesariamente provisional: induce a pensar que aún está por llegar alguien «mejor». Me valoro demasiado para permitir que un hombre me trate de esa manera.

Pienso así desde que tenía 14 años. Por aquel entonces ya había observado el caos que producía el sexo frívolo en las vidas de algunos compañeros de escuela. Ya entonces me resultaba evidente que cuando se separa matrimonio y sexo, se difumina la diferencia entre estar casado y no estarlo, y se devalúa el matrimonio mismo. (…)

Por supuesto, preferiría casarme con un hombre que tuviera un concepto de las mujeres bastante elevado para guardarse íntegro para su esposa. Me sería mucho más fácil confiar en un hombre así. Pero no es eso lo único que valoro en un hombre. También quiero alguien que comparta mis intereses.

En cierta ocasión conocí a un hombre así, al que yo adoraba. (…) Uno de sus principales méritos era que, como yo, estaba decidido a guardarse para el matrimonio. Tenía 32 años cuando nos conocimos en una fiesta. Desgraciadamente, no conseguí atraerlo y se casó con otra (que también guardaba la castidad).

No soy de esas solteronas a las que repugna la idea del sexo. Hago todo lo posible para encontrar al hombre adecuado. Pero si me entero de que se ha acostado con otras y no siente arrepentimiento alguno por ello, no vuelvo a verle.

(…) Vivir sola es muy difícil, a veces hasta la desesperación. Pero encuentro consuelo en la música, y disfruto interpretando en el piano a Beethoven, Chopin o Brahms. Me recuerdan que alguna vez hubo auténticos romances entre hombres y mujeres.

Algunos hombres han querido casarse conmigo, pero no me atraían. Me gustaría más que nada en el mundo encontrar a alguien a quien pudiera amar profundamente y con quien casarme. Pero el mundo está lleno de hombres casados o comprometidos, y cuanto mayor me hago, más difícil es.

No quiero que la gente me compadezca por no haber tenido malas experiencias sexuales. Si por algo pueden compadecerme es por no estar felizmente casada. Tal vez la postura que mantengo lo ha hecho más difícil, pero el hombre adecuado sólo vería en mis principios mayor motivo de admiración.

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