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Oro negro, porvenir oscuro

publicado
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Los «petrodólares», fuente de inestabilidad y caldo de cultivo de la corrupción
La aparición del «oro negro», que en teoría tendría que ser un factor para acelerar el desarrollo de los países productores, se convierte a menudo en el caldo de cultivo de la corrupción y en un lastre para el crecimiento económico. Así, se da la paradójica situación de que los países en vías de desarrollo ricos en este recurso natural crecen más despacio que otros países pobres.

El primer problema al que se tienen que enfrentar los gobiernos de los nuevos países productores de hidrocarburos son las consecuencias económicas de sus abundantes ingresos. Cuando el país empieza a recibir cantidades ingentes de dólares, su moneda sufre una rápida apreciación que hace que otros sectores como la industria y la agricultura resulten menos competitivos en los mercados internacionales, reduciéndose los ingresos que recibe el país por estas vías. Este fenómeno se conoce con el nombre de «mal holandés», por la crisis que atravesó Holanda después de encontrar gas en el Mar del Norte.

Por otro lado, una mala administración de los recursos lleva a gastar y a endeudarse mucho cuando el precio de los hidrocarburos está alto y llega mucho dinero a las arcas estatales. Pero cuando llega una mala época y los precios caen, se entra en crisis económica, tal como pasó a Zambia en 1970 o a Venezuela en 1974. Otra consecuencia de disponer de muchos dólares y no saber administrarlos es que los gobiernos descuidan la disciplina monetaria y fiscal, y posponen las reformas que exigiría la economía de mercado. Los gobiernos no ven la necesidad de diversificar sus fuentes de ingresos a través de los impuestos o cuidando otros sectores económicos.

Un fondo especial

Para evitar estos problemas, algunos países han creado un fondo especial donde meten todos los ingresos derivados del petróleo. De esta manera, cuando los precios del crudo están altos, ahorran y esperan a que haya una necesidad real de disponer de este dinero. Con estos fondos se destinan recursos para las generaciones futuras, se evita la apreciación excesiva de la divisa nacional y se ponen trabas a las tentaciones de corrupción.

Un caso paradigmático es el de Noruega, ejemplo para otros países de la buena gestión de los recursos petroleros (ver Aceprensa 109/05). Algunos países han ido un poco más lejos y distribuyen parte de los ingresos del petróleo directamente entre los hogares, de forma que los ciudadanos perciben las ventajas de forma tangible. Timor Oriental, que recientemente ha encontrado petróleo en sus aguas territoriales, también ha aprobado una ley por la cual todos los ingresos irán a un fondo especial. Además de fijar una cantidad máxima que el gobierno puede disponer, la ley prevé que el fondo esté supervisado por varias organizaciones de control y que se publiquen periódicamente sus conclusiones.

Pero estas soluciones son ineficaces si no se evita el problema de la corrupción. Un ejemplo claro es el Chad.

Chad: el acuerdo duró poco

En 2000 el gobierno del Chad, el Banco Mundial y un consorcio de compañías petroleras llegaron a un acuerdo sobre la utilización de los ingresos provenientes de los campos petrolíferos de la parte meridional. El país podría contar con el 12,5% de los ingresos de la producción exportada. La fórmula, sin precedentes, preveía que los ingresos petroleros pasarían por una cuenta de Citibank en Londres. A partir de ahí se distribuirían así: un 10% se reservaría en un Fondo para las futuras generaciones; el resto, se dividiría a su vez en tres partes: un 80% de esta cantidad se dedicaría a la lucha contra la pobreza en tres sectores prioritarios (educación, salud y agricultura), un 15% para el presupuesto general del Estado y un 5% para la región de Doba, donde están los yacimientos. Y un consejo de nueve «sabios» del Chad velaría por que los fondos de lucha contra la pobreza fueran bien utilizados.

El Banco Mundial veía esta fórmula como una experiencia que podía sentar un ejemplo contra la «maldición del petróleo» en países pobres. Pero al cabo de seis años la experiencia se ha torcido.

El presidente del Chad, Idriss Déby, decidió en diciembre de 2005 modificar unilateralmente el reparto, a favor de su gobierno. El fondo para las generaciones futuras es suprimido… para echar mano de él en el presente; el 65% de los ingresos son adjudicados a sectores prioritarios, entre los que se incluyen seguridad y justicia (hay que tener en cuenta que el conflicto con Sudán a propósito de Darfur se está agravando); el deficitario presupuesto nacional se adjudica el 30%; y la región productora conserva el 5%.

En respuesta, el Banco Mundial bloquea la cuenta del Chad en Citibank y suspende sus préstamos al país. El gobierno de Déby pide a las compañías petroleras que le entreguen directamente los «royalties», o suspenderá la explotación. El asunto está atascado, mientras el Banco y el gobierno de Chad siguen negociando.

Hay quien piensa que Déby ha adoptado una postura insensata. Un observador citado por «Le Monde» (17-03-2006) comenta que «por hacerse con los 36,2 millones de dólares que contenía el Fondo para las generaciones futuras, ha perdido 124 millones de dólares de préstamos y puede ya olvidarse de la anulación de la deuda de 1.300 millones de dólares que estaba en negociación. ¡Son hombres del desierto que piensan a muy corto plazo!».

Mientras, los funcionarios no han cobrado su sueldo desde hace meses y los jubilados no han recibido ningún ingreso desde 2004.

Contra corrupción, transparencia

En muchos países en desarrollo los resultados más tangibles de la explotación de petróleo han sido una minoría enriquecida, una población que no percibe nada o prácticamente nada de esa riqueza, enormes obras públicas sin utilidad real y graves conflictos internos. Según un análisis de Paul Collier (Universidad de Oxford), en un periodo de cinco años, la probabilidad de guerra civil en un país africano sin recursos naturales es de un 1%, frente al 25% de un país con esta riqueza. Así puede darse la paradójica consecuencia de que países que encuentran petróleo crezcan más despacio que otros países en desarrollo, tal como mostraba un estudio de 1995 realizado por Jeffrey Sachs, profesor en la Universidad de Columbia

Gabón, Sudán, Angola, Nigeria… muchos son los países africanos donde la riqueza del petróleo acaba en oscuras cuentas en el extranjero de sus dirigentes. Para evitar esta opacidad en el mundo del petróleo, ha surgido la Iniciativa de Transparencia de Industrias Extractoras (EITI en sus siglas inglesas), promovida por Gran Bretaña. El objetivo es que las compañías petroleras y los gobiernos hagan públicos sus contratos y que todo el mundo pueda saber en qué términos se llevan a cabo las explotaciones de hidrocarburos.

Ya se empiezan a notar los efectos de esta campaña: muchas son las compañías, acusadas desde hace años de apoyar con sobornos a dictadores, que quieren subirse a este carro; el FMI ha requerido a Angola, Guinea Ecuatorial y otros países sospechosos que hagan públicos los acuerdos que tienen, y una docena de países ya se han adherido al EITI, como Santo Tomé y Príncipe o Timor Oriental.

La «maldición del petróleo» tiene solución, pero es necesario que los gobiernos luchen de forma decidida contra la corrupción y opten por la transparencia.

Alejandro Huerta

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