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No es tan ecologista el indio como lo pintan

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Las organizaciones ecologistas han solido hacer causa común con los pueblos indígenas frente a las compañías mineras, petrolíferas o madereras deseosas de explotar los recursos de las tierras que ellos habitan. El motivo es la convicción de que los nativos son de suyo conservacionistas y viven en armonía con la naturaleza. Pero en Brasil se está comprobando que el hombre occidental no es el único capaz de mancillar la selva virgen. También los indios, aparentemente no influidos por la idea bíblica de someter la tierra, saben hacerlo si encuentran la oportunidad y los medios para ello. The Economist (12-VI-93) recoge algunos casos que han causado decepción en los ecologistas.

Varios pueblos indígenas brasileños se han beneficiado de la preocupación occidental por preservar la selva amazónica, que les ha valido la concesión de grandes extensiones, a costa de las aspiraciones de las multinacionales. Los kayapos, que habitan la cuenca del Xingu (afluente del Amazonas), tienen un territorio reservado para ellos y explotan sus riquezas con alto rendimiento. Sólo por la venta de caoba obtienen más de 30 millones de dólares anuales. Presionados para detener la tala, se presentaron en Brasilia en febrero pasado con un ultimátum para el gobierno: o seguía permitiéndoles cortar árboles, o tendría que pagarles 50.000 dólares mensuales por poblado, en compensación por los beneficios perdidos. El gobierno brasileño, con dificultades financieras, escogió la primera opción.

Un conflicto semejante se produjo tiempo atrás con los indios guajajaras, del noreste del país, que llegaron a secuestrar a unos funcionarios del gobierno para forzar a éste a otorgarles autorización para talar sus bosques. Otra tribu que aporta su modesta contribución a la deforestación es la nambikwara, del Mato Grosso, que después de esquilmar su propia selva empezó a talar la circundante. También los kaxararis de Acre, Estado brasileño lindante con Perú, están dañando sus tierras, lo que les ha enfrentado con el Banco Interamericano de Desarrollo y la agencia brasileña para el medio ambiente, que financiaron la creación de una reserva para ellos.

Un activista pro-indio declara al semanario inglés que «estamos pasando por una fase de desencanto». De momento, las organizaciones ecologistas no se enfrentan abiertamente a los indígenas, sino que intentan convencerlos de que exploten sus recursos de otra forma más respetuosa con la naturaleza.

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