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Nace un sindicalismo mundial para la era de la globalización

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En la era de la globalización hace falta un sindicalismo mundial, que pueda hablar con una sola voz con las multinacionales y los organismos internacionales de regulación. Con esta idea, el 1 de noviembre ha nacido en Viena la Confederación Sindical Internacional (CSI), que aglutina y sustituye a las dos grandes confederaciones (la CIOSL y la CMT) hasta ahora existentes. En total dice representar a 168 millones de afiliados, pero su gran reto es remontar la tendencia declinante del sindicalismo en las últimas décadas.

La CSI engloba organizaciones de lo más heterogéneas, desde sindicatos de orientación socialdemócrata, a otros de origen cristiano o comunista. Para buscar la cohesión, la CSI ha adoptado el compromiso explícito de no crear corrientes de opinión. Y se han aprobado unos principios básicos lo suficientemente amplios -del estilo «apoyar el desarrollo de sindicatos democráticos e independientes en todo el mundo»- como para que todos puedan suscribirlos.

En la nueva CSI, el núcleo fuerte está en Europa con 92 millones de trabajadores afiliados, siendo Rusia el país que más aporta: 23 millones; los sindicatos de origen asiático suman 35 millones de afiliados, los africanos 13,6, los latinoamericanos 14,4 y los de América del Norte, 10,6. No está representado ningún sindicato chino ni cubano por no reunir las condiciones democráticas necesarias.

Pero si se trata de ser una voz influyente a escala mundial, la CSI tendrá que demostrar que el sindicalismo no es solo un tema para los libros de historia, sino algo atractivo para las nuevas generaciones. Con las transformaciones de la economía, la tasa de afiliación a nivel mundial se ha reducido a un 10%; aún es alta en los países escandinavos (más del 70%), ha descendido en países donde los sindicatos fueron muy influyentes, como Alemania (25%) y Reino Unido (31%), y se ha achicado hasta un 12,8% en EE.UU.

En países como Francia y España, una débil afiliación sindical no es obstáculo para que las centrales sindicales desempeñen un importante papel institucional. Lo esencial de su financiación no son ya las cotizaciones de los afiliados sino subvenciones públicas.

Los procesos de privatización y desregulación han contribuido a menguar el poder de los sindicatos, hoy escasamente implantados en el sector privado mientras siguen teniendo su bastión en el sector público. Por eso la CSI quiere buscar nuevos afiliados en grupos hasta ahora poco representados como las mujeres, los jóvenes, los inmigrantes.

Pero eso exigirá también que los sindicatos superen el conservadurismo que les ha llevado a defender sobre todo a los empleados tradicionales, en detrimento de las nuevas categorías de trabajadores.

Un sindicalismo a escala mundial debe integrar también los intereses no siempre coincidentes de distintos tipos de trabajadores. Por ejemplo, las deslocalizaciones que producen pérdida de empleo en un país suponen crear trabajo en países de mano de obra más barata. Y los inmigrantes que van a los países ricos son vistos a menudo como competidores por los trabajadores nacionales.

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