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Mucho diálogo y poca doctrina Una ley rusa antisectas margina a los cristianos no ortodoxos

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II Asamblea Ecuménica Europea, en Graz
Mucho diálogo y poca doctrinaGraz. La profusión del diálogo entre «hermanos separados», pero sin llegar a ninguna conclusión doctrinal, ha sido la característica principal del encuentro ecuménico de Graz, continuación del celebrado en 1989 en Basilea. Hay dos puntos destacables, uno por llamativo y otro por silencioso: el primero, la actuación de grupos feministas, que llegó a ser grosera, hasta el punto de que el primado de la Iglesia anglicana animó a todos a «resistirse al clamor del feminismo». En el otro extremo, el hecho de que una cuarta parte de las 10.000 personas inscritas en la Asamblea procedieran de Centroeuropa es un signo de la existencia de una «potencia espiritual».

Los principales organizadores de la II Asamblea Ecuménica Europea, celebrada en Graz (Austria) entre los días 23 y 29 de junio, fueron la Conferencia de Iglesias Europeas (CEC) y el Consejo de Conferencias Episcopales Europeas (CCEE). En total asistieron a las distintas actividades unas 10.000 personas -un 53% mujeres- incluidos 700 representantes de las 33 Conferencias Episcopales católicas europeas y de 146 Iglesias asociadas en la CEC. De los participantes inscritos, más del 80% eran laicos, según los datos de la organización. Del 75% que declaró su religión, casi dos tercios eran católicos, una cuarta parte protestantes, y los ortodoxos no llegaban al 13%.

Quien se imaginara la Asamblea de Graz como una especie de concilio que fuera a tomar graves decisiones, estaría muy equivocado, a pesar de que el Papa, en su reciente viaje a Polonia, la señalara como una de las últimas oportunidades para que los cristianos dieran al mundo un «signo visible de unidad» antes del año 2000, y de que en su mensaje a la Asamblea se felicitara por la creación de «una nueva atmósfera».

Una oportunidad para la unidad

En torno a la palabra «reconciliación» -leit motiv de la Asamblea- se hilvanaron en Graz temas como el medio ambiente, el feminismo o la justicia social, que ocuparon buena parte de las sesiones. Ni una sola ponencia se refirió al Papa, que no estaba mencionado siquiera en la parte del documento de trabajo referida a los «signos visibles de unidad». En ella, al menos, se animaba a promocionar la «semana de oración» por la unidad de los cristianos, y un correspondiente «día mundial de oración» organizado por las mujeres.

Austria -y en concreto Graz, capital de Estiria, la zona con más protestantes de este país- era un lugar oportuno para esta reunión, dada la capacidad de los austriacos para limar divergencias: en este caso, por repetir incansablemente la palabra «reconciliación» sin pronunciar apenas la palabra «verdad». En honor a ella, sin embargo, es preciso recordar que, para aparecer hoy en los medios de comunicación, hay que sonreír o tirar piedras. Lo segundo no hacía al caso, así que es comprensible que en Graz se haya hecho una «fiesta de la diversidad» de lo que en realidad es «el escándalo de la división» de los cristianos.

No sólo los medios de comunicación, sino también el público convocado, imponían el «reír por no llorar». Ahí estaba, por ejemplo, Gertrud Knoll, «superintendente» de la Iglesia evangélica, quien decía no encontrarse a gusto ante la «manifestación de una Iglesia poderosa y dominada por los varones» y que, con la misma sinceridad germánica denunciaba lo que consideraba «diplomacia del silencio»: «Por lo que refiere a la búsqueda de la verdad, aquí no se ha establecido absolutamente ningún diálogo». Con un punto de vista no tan crudo y 92 años de sabiduría a cuestas, el antiguo cardenal de Viena, Franz König, pedía que nadie se hiciera ilusiones sobre la posibilidad de que de esta Asamblea saliera una «gran apertura», pues lo más importante era «mantener muchos contactos y encuentros».

El papel de los patriarcas ortodoxos

Entre los puntos más positivos de Graz hay que contar la presencia de ortodoxos, anglicanos y judíos. En la sesión de apertura, el patriarca de Moscú, Alexis II -copresidente en 1989 de la CEC y de la primera Asamblea Ecuménica Europea, celebrada en Basilea-, que ha rehuido reiteradamente un encuentro con Juan Pablo II (ver servicio 90/97), utilizaba sin embargo el mismo símil mencionado por el Papa en Polonia, al decir que el telón de acero ha sido sustituido por otro, que definió como un «telón de plata»: «Mientras en el Oeste de Europa continúa el proceso de integración, Europa del Este se desintegra. La desigualdad económica entre los países del Este y del Oeste de nuestro continente sigue desarrollándose y aumentando». No dejó el patriarca de denunciar la «invasión» de un proselitismo «masivo» en los últimos seis años, que hace que la mayoría del clero ortodoxo mire el ecumenismo como «algo peligroso y absolutamente inaceptable» (

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