Moda andrógina: ¿marketing o ideología?

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Portadas y estilismos de rostros y estética ambiguos; escaparates ambivalentes y catálogos de ropa con modelos transgénero; pasarelas donde desfilan indistintamente hombres y mujeres; un spot de la firma de alta cosmética Shiseido donde las mujeres se convierten en hombres; una campaña en la red de rostros “sin etiqueta sexual” protagonizada por Cara Delevingne o la hija de Johnny Deep. ¿Esta tendencia andrógina en la moda se debe al oportunismo del “marketing” o a la instrumentalización ideológica?

¿Estamos ante un asunto de marketing, como la tendencia curvy –que arroja formas femeninas más marcadas– o una manera de representar intereses ideológicos, reclamando una “evolución cultural sin vuelta atrás”, argumento esgrimido por los protagonistas o productores de series de TV como Orange is the new black y Transparent, activistas transexuales? “La distinción entre hombres y mujeres está desapareciendo, al menos estéticamente”, indica el cofundador de la marca de moda Proenza Schouler.

Para reflexionar sobre este fenómeno preguntamos a Mar Garrido, profesora de “Claves y análisis social y cultural” en el Posgrado Fashion Trend Analysis del Centro Universitario Villanueva; a Arancha Felipes, profesora de “Moda y protocolo” en El Corte Inglés; y a Susana Patiño, profesora de Diseño de moda en ESImode Toulouse (Ecole Supérieure Internationale de la Mode) y Directora de la consultora Fashioning Creativity.com.

“Desde hace muchos años, ya existen prendas de vestir que podemos utilizar tanto hombres como mujeres y que no se han calificado como andróginas” (Arancha Felipes)

Entre la ambigüedad sexual y la comodidad

Vuelve la tendencia andrógina y se extiende a los niños. Es el caso de la hija de Angelina Jolie y de la colección para GAP kids de Ellen Degeneres. ¿En qué crees que se inspira: la atracción de la ambigüedad o la reivindicación de «otra forma de ser una niña», como sugiere un reportaje del New York Times?

Mar Garrido: Esa tendencia pretende reconocer y normalizar la ambigüedad sexual, rompiendo con cualquier forma de diferenciación hombre/mujer. Refuerza así el discurso de la existencia de diferentes géneros, en función de la opción libre y personal, más allá del sexo que se posea. En estas propuestas se ha dado un salto más, pues si la elección de orientación sexual se planteaba sobre todo en jóvenes y adultos, ahora se extiende a los niños. La mentalidad posmoderna ha puesto mucho el peso en las vivencias y experiencias, y no tanto en los actos derivados de decisiones intelectualmente elaboradas. Ni Angelina Jolie ni Ellen Degeneres son diseñadoras, pero sí influyentes creadoras de tendencia y opinión, y, proponiendo esta línea de colecciones, están fomentando un modelo de educación de los hijos, que confunde el respeto a la libertad de los menores con la no injerencia en sus vivencias y emociones.

Arancha Felipes: En el caso infantil, entiendo que la comodidad es básica para los niños. Me parece bien que la moda para niñas en este sentido evolucione y no sigan proponiendo únicamente vestidos de flores con lazos y mangas de farol, tutús, crop tops, ni la indumentaria de las actrices y cantantes juveniles de Hollywood. Si una niña quiere ir con pantalones en lugar de con falda, para jugar más cómoda porque le gusta el fútbol y tirarse el suelo a jugar con la arena, no es nada nuevo ni malo. Creo que el problema está en el acento y en las connotaciones que le quieren dar un grupo de adultos a algo tan sencillo como práctico.

Si lo que se pretende es confundir y normalizar lo que por naturaleza no es natural, alzo la voz en beneficio de la diferenciación. Es la persona adulta la que está fomentando una discriminación y dándole un valor excesivo e inexacto a un acto tan sencillo como es el simple hecho de querer ir cómodo y jugar sin estar pensando si se nos ve la ropa interior o no. Lo otro es una manipulación política dirigida por los grupos erróneamente calificados como «discriminados socialmente», como son los colectivos de gais, lesbianas y transexuales.

“La moda andrógina se trata de una manifestación estética de un cambio psicosocial” (Susana Patiño)

Susana Patiño: En mi opinión la moda andrógina se trata de una manifestación estética de un cambio psicosocial. Todas las manifestaciones de moda que presentas pueden ser vistas desde un plano psicosocial, como actos heredados de la teoría de género en los que se reivindica la libertad individual de elección de los atributos de género (forma de vestirse, forma de actuar, inclinaciones sexuales, etc.).

Pero no es nueva, ya que hace ya varias temporadas que la moda andrógina ronda la pasarela. En 2011 Jean Paul Gautier ya vistió de novia al modelo Andrej Pejić –hoy Andreja Pejić, con cuerpo de mujer–, ayudándole así a “salir del armario” y sembrando ya en nuestras mentes desconcertadas el grano que en la actualidad comienza a germinar: la fluidez sexual. Es otra consecuencia evidente de la incidencia de esta teoría en la sociedad occidental, aunque no sea la única explicación.

Prendas para hombre y mujer

Target, la fabricante de ropa pero también de juguetes, hogar y electrónica, quiere suprimir las secciones de chico/chica en juguetes, hogar y entretenimiento. En ropa, ¿qué lugar ocupa una moda andrógina ante la clásica división de las colecciones entre hombre y de mujer de las tiendas?

Mar Garrido: Diferenciaría la superación de determinados convencionalismos sociales que no tienen por qué ser definitivos ni definitorios –por ejemplo, la tradicional asignación del rosa a la mujer y el azul al hombre-, así como la progresiva implantación de una moda más cómoda e informal, que de por sí ha unificado el uso de determinadas prendas tanto en hombres como en mujeres, de lo que puede ser una implantación planificada y artificial de una única sección.

Sería interesante saber en qué estudios de mercado se ha basado Target para tomar esa decisión, porque cuando se mira a la calle o se va de compras es fácil percibir diferencias en la manera de buscar y elegir ropa tanto en hombres como en mujeres. Parece una decisión demasiado arriesgada desde el punto de vista del negocio, a no ser que haya una intención de crear una tendencia, independientemente de que se obtenga beneficio o no de ella.

“Esa tendencia pretende reconocer y normalizar la ambigüedad sexual, rompiendo con cualquier forma de diferenciación hombre/mujer” (Mar Garrido)

Arancha Felipes: Entiendo que desde hace muchos años, ya existen prendas de vestir que podemos utilizar tanto hombres como mujeres y que no producen escándalo en la sociedad, ni se han calificado como «andróginas». Desde los años 20 en que Cocó Chanel apostara por la comodidad en la indumentaria femenina, jerseys, cazadoras, polos, camisetas, bufandas, rebecas, cardigans y camisas de sport de hermanos, padres, maridos o novios, han sido sustraídos esporádicamente de sus armarios, para combinarlos con pantalones y faldas, prendas deportivas y en ocasiones concretas, sin provocar alarma social ni tener connotaciones de homosexualidad alguna. Por lo cual no me parece mal que haya secciones en los grandes almacenes dedicados a este tipo de ropa, sin pinzas, sin hechuras marcadas y con tallas útiles para ambos sexos, prendas cómodas ambivalentes.

Exaltación del yo

Lo andrógino convive con la tendencia curvy -de formas marcadas-. ¿Es el andrógino un nuevo perfil que no ha sido representado antes, como el caso de la colección diseñada por transexuales que quieren transmitir un concepto de belleza diferente, como la de la firma sueca & Other Stories?

Susana Patiño: La tendencia curvy de formas marcadas responde también a la necesidad de servir a un sector de la población, cada vez más amplio, que sufre sobrepeso y/o obesidad. Tampoco creo que lo andrógino se trate de un concepto de belleza diferente, ya que en la mayoría de los casos, los hombres transexuales –más que mujeres– adoptan poses y atributos femeninos (prefieren la melena larga, los ojos grandes, los labios carnosos, la nariz bien perfilada, pechos generosos, piernas largas) que tienen mucho que ver con el canon de belleza que llevamos respetando desde los años 60.

Arancha Felipes: Es la exaltación del yo… no hay otra razón de ser. Por un lado, hay mujeres que pretenden aparentar que son muy femeninas en cualquier situación y a cualquier hora del día; se operan, se maquillan y se preocupan en exceso por estar siempre perfectas; por otro lado, hay mujeres que pretenden ser profesionalmente tratadas como hombres y por ello se visten sin marcar sus formas ni dar indicios de feminidad alguna, a pesar que tanto sufragistas como ministras del siglo XXI hayan demostrado que no es incompatible ir vestida de manera femenina, con ser una persona con un cargo importante y poder de decisión. Otras personas en su tiempo libre visten de una manera, en su trabajo de otra y socialmente hacen el papel de «personas anuncio» y utilizan su apariencia para reivindicar ideas políticas.

Indefinición juvenil

Desde los años 80 paulatinamente encontramos hombres menos musculosos y a mujeres de formas más rectas. ¿A qué factores crees que se debe la elaboración de esta tendencia, por ejemplo, la necesidad de mostrar que las mujeres son fuertes e independientes o nuevas modas para colecciones masculinas, como lo fue introducción de flores en los años 50 y posteriormente de colores cálidos y accesorios?

Mar Garrido: Obviamente, a la incorporación de la mujer al trabajo, su papel más relevante en el ámbito público, y las diferentes formas de reivindicación feminista. Pero habría que matizar esta presencia del icono de la mujer fuerte e independiente. En sí, es un avance innegable como reconocimiento de la igualdad del hombre y la mujer. Pero también ha sido un símbolo demasiado unívoco que no ha sabido recoger todas las matizaciones de lo femenino en igualdad y complementación con lo masculino.

Arancha Felipes: La moda refleja lo que se vive en la sociedad. Si en el mundo hay una mirada generalizada al individualismo, eso se ve en la calle. La moda muestra la rapidez, la tendencia tecnológica a considerar importante lo instantáneo, lo fugaz,… Los hombres delgados e imberbes, se mezclan con los hombres que pasan horas en el gimnasio para conseguir tener un cuerpo diez y los hipsters con sus barbas frondosas y cuidadas. Las mujeres de aspecto aniñado y apariencia anoréxica se mezclan con las de cuerpos redondeados y volúmenes de quirófano en labios, pechos y mejillas… Hoy en día no existe una moda concreta a la que seguir, ni un sólo tipo de morfología, silueta o estilo. Hay tantos casi como personas, en cada cultura, ciudad y nivel económico hay una excepción en el vestir…

La confusión entre hombres y mujeres es fruto de la confusión generacional de muchos jóvenes que por vivir la inmediatez no son capaces de recapacitar sobre quiénes son en realidad y sobre su existencia. Por eso, ante la insatisfacción, la duda, la falta de respuestas… se opta por despistar.

Susana Patiño: Esta pregunta se aplica sobre todo a España, donde la revolución cultural de los años 80 liberó a la mujer de todos los estereotipos anteriores. La mujer española, aun hoy, lleva mucho menos falda que la inglesa, americana o incluso francesa o italiana. El look “powerwoman” –pantalón de pinzas, camisa de rayas, jersey de pico y/o americana (Armani, Calvin Klein, Ralph Lauren)– estuvo muy de moda durante los 80/90 –la era Wonderbra– nada menos que reivindicando el rol de la mujer en la sociedad al lado del hombre, y en España esta tendencia tuvo un mayor peso que en otros países debido a las circunstancias políticas y económicas de la época.

También hay que recordar que los años 90 fueron el boom de las supermodelos (la mayoría de ellas con buenas curvas de mujer). En la actualidad, en la pasarela se prefiere también a las modelos delgadísimas y sin curvas porque es muchísimo más fácil que les queden bien las prendas que exhiben. El ritmo vertiginoso al que va la moda hoy en día, hace que en el momento del show, cuanto menos complicado sea asignar los looks a las modelos, mejor. Por tanto, cuanta menos curva, menos retoques y menos tiempo perdido.

Una tendencia de origen múltiple

A la vista de estos comentarios, la mayor visibilidad de lo andrógino no responde exclusivamente a razones fundadas en un oportunismo del marketing o un conjunto de intereses ideológicos nacidos de la teoría de género. Más bien, hay numerosos factores que amplían la mirada sobre este fenómeno y que recalan en hechos coexistentes e incluso preexistentes a esta moda de apariencia ambigua. Entre ellos, destacan: el peso en las vivencias y experiencias –comportarse como uno se siente-, la experimentación sexual de la juventud llevada al extremo; la confusión e insatisfacción entre jóvenes que buscan la inmediatez; el rechazo a vestir con formas de mujer –de manera más marcada en el contexto cultural español-; el argumento práctico de vestir a modelos planas; el hecho de que toda diferenciación se identifique con poner barreras, con la connotación peyorativa que conllevan los límites actualmente; y una manera reduccionista de entender la igualdad entre hombres y mujeres –particularmente manifestada en el ámbito laboral.

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