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Mel Gibson, el heterodoxo

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Contrapunto

Si se hace una búsqueda en Google sobre la película de Mel Gibson, Passion, aún no estrenada, se encuentra la notable cifra de 153.000 referencias al día de hoy. Número que indica la expectación y la polémica que ha despertado incluso durante el rodaje y antes de que exista una versión definitiva. Este verano se han hecho en EE.UU. pases previos para personajes del mundo religioso y de los medios de comunicación, con el fin de calibrar las reacciones y salir al paso de rumores sobre el carácter de la película. Solo el que la haya visto podrá emitir un juicio. Pero, a juzgar por algunas reacciones, puede ya decirse que está teniendo una acogida original.

Desde Jesucristo Superstar a La última tentación de Cristo estamos acostumbrados a que un cineasta entre a saco en los Evangelios para recrear su particular visión de la vida de Cristo. Si alguien se escandaliza -por Dios, qué antiguo- y reclama fidelidad al texto evangélico, se le etiqueta de conservador y se le recuerda que la creatividad del artista no está atada por la letra del texto. Si alguien se siente ofendido por la «recreación», se le responde que, por supuesto, no hay ningún ánimo de ofender, pero que la libertad de expresión no admite censuras ni cortapisas de sensibilidades heridas.

Pero llega Passion, recreación de las últimas horas de Jesucristo antes de morir en la cruz, y ese tradicional cliché ya no vale. El problema de fondo, lo que algunos temen, es que la representación vívida y realista de la pasión de Cristo pueda alimentar el antijudaísmo y herir la sensibilidad hebrea. Una posible reacción que no hay que olvidar, pero que tampoco hay que dar por supuesta. No es la primera vez que el cine lleva esta historia a la pantalla. Y todo dependerá de cómo se aborde en la película. Pero ya hay aquí una novedad: en este caso el cineasta no puede lavarse las manos sobre los efectos del film ni desdeñar las sensibilidades (judías o no) que puedan sentirse heridas.

Algunos han crucificado a Mel Gibson antes de ver el film, o han levantado sospechas, con un argumento ad hominem: por lo visto, Mel Gibson es un «católico conservador». No sé si será porque va a Misa los domingos, o porque tiene siete hijos y ningún divorcio o porque no cuenta con amigos en la Divinity School de Harvard; en cualquier caso, heterodoxo total para los cánones de Hollywood. Pero no recuerdo que la crítica de La última tentación de Cristo se preocupara por el catolicismo sui generis de Martin Scorsese.

Otra innovación llamativa es que está bien visto -incluso por la prensa liberal- que las autoridades y los expertos religiosos intervengan para juzgar la ortodoxia de la película. Hasta extremos nunca vistos: un comité interreligioso de expertos se hizo con una versión primitiva del guión (una versión «robada» y muy diferente de la actual, según la productora) y criticó sus «errores históricos» y su visión de las figuras judías. No, nadie les acusó de tribunal inquisitorial.

En agosto, Gibson hizo unos pases previos del film aún no terminado para líderes cristianos, evangélicos y judíos, con un compromiso de confidencialidad. Ted Haggard, presidente de la Asociación Nacional Evangélica, cuyos teólogos valoran mucho la cita exacta de la Biblia, declaró que Passion era «la representación más auténtica que jamás he visto». Y da la impresión de que Gibson se ha preocupado por la fidelidad histórica, hasta el punto de que los personajes hablan en arameo y latín.

Por su parte, el rabino Eugene Korn, de la Liga Antidifamación, declaró que «todavía tenemos graves reservas», y la Liga afirmó en un comunicado que Passion «podría alimentar el odio, la intolerancia y el antisemitismo». En cambio, Dean Devlin, coproductor de Braveheart, se entusiasmó con la película: «No he encontrado en ella el menor antisemitismo, y yo soy judío».

Otros grupos religiosos se han molestado por no haber sido invitados a los pases previos. Y es que parece que todo el mundo quiere decirle a Mel Gibson cómo tiene que ser su película. Hasta los tradicionalmente adeptos a la Primera Enmienda piden que la libertad de expresión de Gibson se someta a sus enmiendas. El rabino Marvin Hier, del Centro Simon Wiesenthal de Los Ángeles, no cree que Mel Gibson sea antisemita, pero advierte: «Pueden hacerse maravillas en la sala de montaje. Pueden hacerse correcciones. Siempre que [Gibson] esté interesado en resolver la cuestión» (Time, 1-IX-2003).

Pero un verdadero cineasta ¿no tiene que ser provocador y sacudir el conformismo de la audiencia? En este caso no. Un innominado ejecutivo de Hollywood advierte: «Gibson tiene que enseñar la película a los líderes religiosos judíos, así como a destacadas figuras culturales e intelectuales. El público tiene que sentir que hay un consenso abrumadoramente favorable entre la gente que pueda ofenderse». En fin, se comprende, es la visión de un ejecutivo de marketing. ¿Valdrá este criterio también cuando Hollywood trate algún tema que pueda ofender a los católicos?

Puede que sí, pues hasta la autoridad de los obispos católicos es refrendada en este caso. Junto a la información de Time sobre la polémica, un columnista plantea los problemas que supone la representación artística de la Pasión. Y se pregunta si Mel Gibson habrá seguido unas directrices que dieron en 1988 los obispos de EE.UU. para evitar que la representación de la Pasión de Cristo pudiera dar lugar a considerar responsable a todo el pueblo judío.

«Gibson -dice el articulista- es un católico tradicional que puede preocuparse poco de lo que piensa la Conferencia Episcopal, más liberal que él. Pero la mera existencia de las directrices y su tono preocupado sugiere que el asunto es delicado…». Gibson podría preocuparse poco de los obispos americanos, habida cuenta de que él vive en Australia. Pero el que desde Time se recuerde a un cineasta que respete las directrices de los obispos, seguro que le llega al alma.

No es sencillo llevar a la pantalla la vida y muerte de Cristo. Y está por ver si Passion dejará huella en el cine. Pero no cabe duda de que ha despertado resortes ocultos.

Ignacio Aréchaga

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