Los árboles vuelven al Sahel

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Níger, uno de los países más pobres del mundo, cuya área septentrional está ocupada por parte del Sahara, está viendo incrementada su riqueza arbórea. Este hecho ha provocado la sorpresa de los investigadores porque parece contradecir las ideas comúnmente admitidas, dice un reportaje del «New York Times» (11-02-2007). El aumento de la vegetación es mayor en las zonas más pobladas, incluido el Sahel nigerino, la franja de terreno semiárido al sur del Sahara, en tierras que se tenían por baldías.

Pero los árboles no han surgido de la nada. Son los nigerinos que viven de la tierra los que han llevado a cabo una intensa reforestación que ha resultado en al menos 3 millones de hectáreas de arbolado. Este interés por repoblar se explica, entre otras razones, por una reforma legal. Desde tiempos coloniales los árboles eran considerados propiedad del Estado, de modo que los campesinos no tenían incentivo alguno para protegerlos; ahora la ley permite la propiedad privada de los árboles. Y los árboles reportan beneficios a sus propietarios: frutos para consumo humano o del ganado, venta de ramas, protección del suelo.

La expansión arbórea ha coincidido con la época de mayor aumento demográfico del país, que ha duplicado sus habitantes en los últimos veinte años. De modo que en este caso la creciente población humana no ha degradado el patrimonio forestal con talas y quemas para obtener más tierras de cultivo. Sin árboles, el suelo se erosiona y se empobrece rápidamente, con lo que al poco tiempo se hace necesario aclarar nuevas extensiones de bosque, y así sucesivamente. En Níger las personas plantan y cuidan los árboles porque los ven como aliados.

La reforestación, que comenzó a mediados de los ochenta del siglo pasado, ha mejorado el rendimiento de los cultivos y el nivel de vida de la gente. Las raíces de los árboles fijan la tierra, protegiéndola de la erosión causada por los fuertes vientos del Sahel, y retienen el agua, bien escaso en la zona.

El éxito de la reforestación en Níger hace pensar que la expansión del desierto no es inevitable y que el suelo del Sahel puede recuperar la fertilidad. La experiencia podría repetirse en otros países de la región.

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