Los primeros libros electrónicos ya están en el mercado

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El primer libro electrónico realmente manejable y apto para el lector común salió a la venta hace dos meses, y le han seguido otros modelos rivales. Parece que este producto, anunciado hace mucho tiempo por los futuristas pero que hasta ahora no había encontrado una realización práctica y convincente, ya está en condiciones de convertirse en un artículo de uso generalizado. Sin embargo, nadie cree que el libro electrónico dejará marginado al de papel.

En noviembre apareció en Estados Unidos Rocket eBook, producido por Nuvomedia. Tiene las dimensiones y el peso de un libro de bolsillo y se vende por 499 dólares. Más tarde han salido al mercado Softbook (599 dólares) y Millennium Reader (199 dólares). Este año está prevista la comercialización de al menos otros dos modelos: Glassbook y Everybook, este último mucho más caro: la versión más avanzada costará 1.500 dólares.

Pero ¿por qué alguien pagaría por un libro electrónico un precio por lo menos diez veces superior al de un libro impreso? La respuesta es que uno de esos artilugios equivale a muchos libros. Un libro electrónico puede almacenar doce obras o más, y su contenido se puede renovar descargando de Internet nuevos textos. Además, permite buscar palabras dentro del texto y hacer anotaciones personales; algunos modelos incluyen un diccionario.

Todas esas ventajas estaban al alcance de la técnica desde hace tiempo; sin embargo, el público no se había pasado al libro electrónico. Si ahora parece posible convencer a la gente de que lea en una pantalla, es porque se han conseguido varios progresos decisivos.

En primer lugar, se ha logrado que la pantalla no sea enemiga de los ojos humanos, principal problema por el que no se ha extendido la lectura de textos digitales. Las pantallas de los nuevos libros electrónicos tienen formato de página (son más altas que anchas), se pueden leer desde todos los ángulos y ofrecen una resolución mayor que la de los monitores de ordenador. Además, el texto se distribuye en páginas que se pasan pulsando un botón, pues los fabricantes se han convencido de que el formato de rollo que sube y baja no puede tener éxito.

Los progresos en la miniaturización, así como en duración y ligereza de las baterías también son importantes. Pero quizá lo más decisivo ha sido unos nuevos sistemas de cifrado, que pueden dejar tranquilos a los editores y animarles así a publicar en formato electrónico. Ahora se puede asegurar que vender una obra al propietario de un libro electrónico no supone perder compradores que la obtendrán gratis. Los textos que se cargan en un libro electrónico sólo se pueden leer en el aparato del propietario, que no puede prestarlos a no ser que preste el aparato mismo.

El problema, como siempre, es la incompatibilidad de los distintos formatos: el comprador de un libro electrónico sólo puede disfrutar de obras preparadas para su modelo.

Los libros electrónicos han empezado a usarse en universidades de Estados Unidos para facilitar a los estudiantes manuales sin necesidad de imprimirlos. Este será el primer ámbito de aplicación del nuevo producto: no las obras literarias, sino los textos efímeros o cambiantes (apuntes universitarios, informes técnicos), que son mucho más caros de editar o actualizar en papel. Algunos textos de ese tipo sólo existen en formato digital: por ejemplo, Emedicine.com, una enciclopedia para medicina de urgencia accesible por Internet, recibe más de 400.000 visitas diarias, según International Herald Tribune (2-XII-98).

Amás informática, más papel

Pero un efecto paradójico de la edición digital será el consumo de más papel impreso, lo que ya ocurre. La digitalización de los textos abarata la publicación de libros en papel. Falta por superar el obstáculo de la rotativa, cuyo mayor costo es el de ponerla en marcha. Eso es lo que permite la tecnología del libro electrónico. Los editores podrán reducir sus stocks de ejemplares impresos y servir a petición copias digitales para libros electrónicos o copias impresas y encuadernadas con máquinas que las producen a un coste unitario constante. Esto supondrá, además, una drástica reducción de los costes de distribución, que ahora constituyen una parte considerable de los costes totales.

La impresión a petición será una realidad este año para los periódicos. En Japón se hará con varias revistas, y PressPoint ha empezado a hacerlo con periódicos de varios países que se imprimirán en hoteles para los clientes que los pidan. También existen varias empresas que imprimen libros a petición, como Lightning Print o Les Éditions oohoo.com. De momento, casi todos los títulos editados de esta forma son clásicos sin copyright. Según The Economist (19-XII-98), sólo existe una editorial que haga lo mismo con obras de literatura actual y que gane dinero: Mind’s Eye Fiction.

Así que la edición digital no matará el papel, como ya ha habido ocasión de comprobar. Desde la generalización de los ordenadores, el consumo de papel por cabeza ha aumentado un 65% en Gran Bretaña. En Norteamérica la producción ha subido un 13% en los últimos quince años, y en todo el mundo se ha duplicado desde 1982. Una razón es que cada año salen miles de millones de páginas de las fotocopiadoras, faxes e impresoras. La información barata y accesible contenida en Internet está detrás de muchas órdenes de imprimir.

Los futuristas pronosticaron que, con la informática, se llegaría a la «oficina sin papel». Ha sucedido todo lo contrario. La facilidad para producir textos nos inunda de páginas impresas. Xplor, asociación de empresas de información, prevé que, entre 1995 y 2005, la proporción de documentos digitales que se imprimen bajará del 90% al 30%, y aun así, se duplicará el número absoluto de documentos impresos.

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