Los padres, clientes y colaboradores en la enseñanza

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Las relaciones entre familia y escuela
Las relaciones entre familia y escuela están en plena evolución. En general, la escuela tiende a contar más con los padres, los cuales, a su vez, han desarrollado su mentalidad de clientes de la enseñanza. En este artículo, publicado en L’Observateur de l’OCDE (octubre-noviembre 1997), Caroline St John-Brooks, actualmente redactora jefe de The Times Educational Supplement, ofrece una panorámica de los mecanismos previstos en distintos países para estrechar las relaciones entre familia y escuela, si bien en la práctica la falta de tiempo o de ganas limita la participación de los padres (1).

La conciencia del papel que interpretan juntos en la educación las familias, los colegios y la colectividad, se hace más aguda bajo la influencia de tres factores: la creciente importancia de la enseñanza, los métodos pedagógicos cada vez más variados, y la sensación de que en el futuro habrá que seguir aprendiendo a lo largo de toda la vida.

Es sabido que la participación de los padres contribuye a mejorar los resultados de los alumnos, pero otros cambios están en curso. El más notable es una tendencia general a la descentralización de la enseñanza y a la transferencia de las competencias a nivel local. En este sentido, numerosos gobiernos desean que los colegios públicos se responsabilicen más frente a sus clientes. Los padres, por su parte, ejercen presiones cada vez más fuertes sobre los responsables políticos para que sus hijos tengan una posibilidad de elección más amplia en materia de educación.

La participación, un derecho

En muchos países los padres consideran su participación en la vida escolar como un derecho inherente a la democracia. En Alemania, en Dinamarca o en Francia, este derecho está reconocido por la ley desde hace varias décadas. La noción de responsabilidad de la escuela frente a la opinión pública se ha ido abriendo camino -con más o menos dificultades- en Canadá, Estados Unidos y el Reino Unido. Esto implica que la escuela informe sobre sus recursos financieros, y sobre las tasas de éxito y de fracaso escolar. Esta nueva política permite a la escuela satisfacer a la vez a los padres y a los contribuyentes.

Los poderes públicos tienen buenas razones para animar a los padres a que participen en la vida escolar. La escuela gana eficacia con ello. Si se cree en el efecto positivo de la elección del consumidor, los padres no sólo tendrían que poder escoger los colegios de sus hijos, sino también influir sobre el modo de funcionamiento. Si los padres se consideran realmente como consumidores, existe la posibilidad de que sepan claramente qué es lo que quieren y que se muestren más críticos hacia las prestaciones que se les ofrecen, lo que incitará a los colegios a responder mejor a sus expectativas.

Los poderes públicos saben igualmente que la participación de los padres puede elevar los niveles escolares. Estudios realizados a gran escala en Australia, Estados Unidos y Gran Bretaña demuestran también que los colegios en los que los alumnos trabajan bien (en términos de resultados y de actitud hacia la enseñanza) son también aquellos que saben mantener buenas relaciones con las familias.

Ayudar a las familias a que apoyen a sus hijos en casa es un modo de luchar contra las desventajas y de contribuir a reforzar la igualdad de oportunidades, algo esencial cuando existen diferencias culturales entre los valores del sistema educativo y los del medio familiar. En algunos países, especialmente Inglaterra y Gales, Canadá, Estados Unidos y Francia, los responsables de la acción gubernamental se vuelven hacia la escuela para encontrar soluciones a los problemas de la droga y del alcoholismo entre los jóvenes, la promiscuidad sexual y los embarazos no deseados entre las adolescentes, los malos tratos, la violencia y la cultura de las bandas callejeras.

A todos estos factores se unen consideraciones de tipo financiero. Los padres intentan encontrar no sólo recursos complementarios para los colegios, sino que también contribuyen con más generosidad a su funcionamiento cuando, por ejemplo, aceptan acompañar a los alumnos a excursiones, organizan actividades deportivas o ayudan a los profesores durante la clase.

La acción asociativa

La participación de los padres en la enseñanza es muy variable según los países. Puede ser muy elevada en ciertas cuestiones, débil en otras. Los poderes públicos no la promueven del mismo modo en todos los niveles del sistema educativo. La vía legislativa no sirve para nada aquí, salvo a título de incitación. La autorización para constituir asociaciones de padres de alumnos es un ejemplo.

Los poderes públicos pueden hacer una oferta más amplia de colegios (aunque la libertad de elección no será nunca total, pues exigiría mantener un número de plazas sin ocupar que sería económicamente insostenible). También pueden obligar a las administraciones locales y a los colegios a comunicar a los padres cierto tipo de información. En Inglaterra y Gales, por ejemplo, cada colegio tiene obligación de indicar a los padres algunos detalles sobre los programas escolares y los resultados obtenidos en relación con la media nacional y con otros colegios de la región, y de informarles sobre los progresos de sus hijos.

En Alemania, Dinamarca, España, Francia e Irlanda, los padres participan en los trabajos de instancias encargadas de elaborar la política de educación a nivel nacional o regional. En Canadá, algunas provincias han organizado comisiones consultivas de los consejos escolares de cada distrito. En cambio, en Inglaterra y en Gales, al igual que en Japón, los padres no están representados en ninguno de estos organismos.

Apoyarse en el entorno social

La mayoría de los gobiernos se preocupan también de fomentar relaciones más estrechas entre centros escolares y administraciones locales. Con este fin se han puesto en marcha diversos proyectos piloto ambiciosos. Pero, en la mayoría de los casos, no pasan de ser buenos deseos, y los esfuerzos se quedan a menudo en la experimentación, sin que estén sólidamente anclados en la trama misma del sistema educativo. Sin embargo, la escuela puede contribuir a fortalecer el tejido social, poniendo a disposición de la colectividad instalaciones deportivas, salas de reuniones y aulas para cursos de adultos, por ejemplo, sobre todo en las zonas rurales.

Las fórmulas de colaboración entre escuelas y empresas locales constituyen otro filón importante de recursos financieros, de energías y de buena voluntad. Los trabajos realizados recientemente sobre la coordinación de servicios en favor del 15-30% de niños que corren el riesgo de fracaso escolar, proporcionan múltiples ejemplos de colaboración lograda entre escuelas y servicios sociales. Tres ejemplos de iniciativas originales han corrido a cargo de la Administración central: el HomeSchool-Community Liaison Scheme puesto en marcha en Irlanda (programa de ayuda a los alumnos y a los padres de zonas desfavorecidas); la idea, realizada en Dinamarca, de considerar a una de cada diez escuelas básicas (Folkeskole) como un centro cultural al servicio de la colectividad; y el programa del gobierno francés en favor de zonas de educación prioritaria (ZEP).

A excepción de Canadá y Estados Unidos, todos los países incluidos en el estudio prevén un programa nacional que define el contenido de la enseñanza impartida en las escuelas, pero el margen de maniobra dejado a los centros varía mucho. En Dinamarca, España e Irlanda, los padres están representados en las comisiones encargadas de definir o de reformar los programas escolares. En cambio, en Alemania existe en todos los Länder un consejo de padres de alumnos que da al Ministerio de Cultura su opinión sobre todas las cuestiones que afectan a la educación.

En Inglaterra, en Gales o en Japón, los padres no tienen la posibilidad de expresar su punto de vista en organismos nacionales sobre el contenido la organización de la enseñanza. En Canadá y Estados Unidos, los programas son definidos para cada Estado o provincia, en principio sin participación de los padres. Sin embargo, varias provincias canadienses están reestructurando sus instituciones políticas, y algunas han decidido establecer consejos consultivos de padres de alumnos que serán consultados sobre los programas.

Ayuda a los hijos en casa

A diferencia de los métodos de acción colectiva, las intervenciones de los padres de alumnos a título individual son moneda corriente, sobre todo en tres versiones.

La primera es la participación directa de un padre en la vida de la clase, generalmente como asistente no cualificado o auxiliar. Esta fórmula suscita bastantes controversias, porque no todos los profesores se toman en serio estas colaboraciones, y muchos padres no son suficientemente conscientes de sus nuevas responsabilidades. Sin embargo, un cierto número de iniciativas (en Inglaterra, Gales, Canadá, Estados Unidos, Irlanda) demuestran que esta participación puede beneficiar tanto al profesor como a los alumnos, sobre todo a los jóvenes. Por el contrario, en Alemania, Francia y Japón, la enseñanza primaria se imparte con gran eficiacia sin que apenas intervengan los padres. Se trata de tres países en que los objetivos de la enseñanza y los métodos pedagógicos han logrado un amplio consenso. Evidentemente, los padres se interesan también mucho por el trabajo escolar de sus hijos, pero en estos lugares se distingue con más claridad entre lo que sucede en las aulas -terreno propio del profesor- y las responsabilidades de la familia.

Nadie niega el valor de la ayuda que los padres prestan en casa a sus hijos con las tareas escolares. Las últimas cifras recogidas en el marco de un proyecto de la OCDE sobre los indicadores de la enseñanza, dan a entender que alrededor del 75% de los alumnos de enseñanza primaria (en los 12 países estudiados) acuden a escuelas donde regularmente se invita a los padres a que intervengan de ese modo. Ejemplos: cada tarde los niños deben leer a sus padres algunos pasajes de un libro de lectura, y los padres firman una tarjeta para confirmar que tal o cual ejercicio fue bien realizado. La escuela anima a los padres a llevar a sus hijos a la biblioteca pública y enseñarles a buscar informaciones útiles para ciertos trabajos escolares. La escuela puede organizar talleres vespertinos en los que explica a los padres cómo ayudar a sus hijos a asimilar mejor algunas materias.

Comunicación con las familias

La forma de comunicación más corriente entre la escuela y las familias responde a la obligación que tienen los colegios de mantener informados a los padres, por lo general dos o tres veces al año, del progreso de sus hijos. Normalmente, los colegios lo hacen con más frecuencia de la exigida por ley, y además los padres pueden solicitar una entrevista con el profesor responsable de su hijo.

También hay escuelas que editan boletines para los padres; carnets que circulan entre el colegio y la casa, donde el niño apunta sus deberes y los padres firman para confirmar que el trabajo ha sido hecho; cuadernos de correspondencia profesor-padres y viceversa. Las visitas de los profesores al domicilio de los padres son corrientes en algunos países, como en Dinamarca o Japón, pero raras en otros, donde se consideran un signo de que el niño tiene graves dificultades.

Asimismo, la escuela puede ofrecer a los padres diversas maneras de apoyo psicosocial. Para ayudar a sus hijos a mejorar los resultados escolares, algunos padres siguen cursos, en la escuela o en otros lugares, donde estudian ciertos aspectos de los programas escolares, buscan crear el ambiente más adecuado para sus hijos, adquieren conocimientos básicos, etc. Algunos padres aprenden por su cuenta, lo que les acerca incluso más a la vida escolar y les permite a veces tener una influencia directa sobre el contenido de los programas (la Asociación europea de Padres de alumnos ha otorgado el premio Alcuino a una profesora danesa que preparó el programa de sus clases en estrecha colaboración con los padres de los alumnos). En los ambientes desfavorecidos, este tipo de iniciativas dan a los padres jóvenes más confianza en sí mismos y les animan a intervenir más en la vida escolar de sus hijos. Algunos llegan a inscribirse en programas de enseñanza más ambiciosos para pulir el dominio de la lectura y del cálculo, o incluso para conseguir una titulación formal.

Difundir las iniciativas con éxito

Para optimizar las ventajas de la participación de los padres en la vida escolar, los poderes públicos disponen de cinco sistemas. El primero: difundir y promover las iniciativas con éxito. En los países donde se ha reforzado el papel de los padres en la escuela, hay una cantidad impresionante de experiencias y proyectos que son ejemplos de fórmulas eficaces. El segundo: utilizar las experiencias aplicables de otros países, en lugar de reinventar soluciones ya ensayadas.

El tercer método es el respeto mutuo que deriva de la verdadera colaboración. El hecho de que las familias y la vida escolar aúnen esfuerzos conduce a los profesores y a los padres a aprender a dialogar unos con otros, a superar la divergencia de opiniones, a comprender mejor sus respectivos papeles. El cuarto aspecto, previo a toda colaboración, es poner en marcha un marco legal que defina claramente los derechos y las responsabilidades de cada uno, añadiendo eventualmente las acciones formativas para profesores y padres juntos.

En fin, para aprovechar al máximo la energía y los recursos empleados por los padres, hay que establecer claramente las prioridades en materia educativa. Una consulta tan amplia y representativa como sea posible de los grupos e instancias que forman la comunidad, daría a los gobiernos un compendio de las opiniones y de la experiencia adquirida en materia escolar. Pues sería ilusorio partir del principio de que los padres aceptarán siempre las opciones que escoja el gobierno.

Formas de participar en la gestión de las escuelas

La participación de los padres en la vida de los colegios toma formas muy diversas. En estudios recientes, la OCDE ha evaluado el papel de los padres en los procesos de toma de decisiones en las escuelas primarias. En los doce países estudiados, se estima que el 57% de los alumnos asisten a una escuela primaria en la que los padres intervienen en las decisiones financieras y organizativas; en cambio, menos del 25% van a una escuela en la que los padres tengan algo que decir sobre la política de personal.

La participación de los padres en la gestión de los centros varía, según los países, en función del margen de autonomía de las escuelas. En Alemania, los consejos escolares, en los cuales están representados los padres, pueden en ciertos casos intervenir en la elección del director de la escuela. En Dinamarca, en España y en Irlanda, las escuelas son mucho más autónomas, y los consejos de centro, en los que participan padres, intervienen realmente en los procesos de decisión.

En este aspecto, los progresos son más perceptibles aún en Inglaterra y Gales, donde los órganos de dirección de los centros escolares (en los que participan los padres) toman casi todas las decisiones importantes, salvo las que afectan a los programas.

En casi todos los países estudiados, hay asociaciones de padres de alumnos de distinta orientación, que en general se organizan en una red de consejos y asociaciones presentes en cada centro. Tales asociaciones no son en absoluto obligatorias, pero desde hace algunos años la mayoría de los gobiernos las estimulan. Algunas organizaciones de padres de alumnos son muy antiguas, y en Francia y Japón, por ejemplo, forman parte del ámbito político local y son verdaderamente reconocidas como un medio para que los ciudadanos participen en el escenario político en sentido amplio.

En cinco de los países estudiados -Alemania, Dinamarca, España, Francia e Irlanda-, los miembros de las asociaciones de padres de alumnos participan en organismos nacionales y pueden ofrecer allí sus puntos de vista. En Inglaterra y Gales los padres no están representados en esas instancias, aunque, en principio, los textos de orientación importantes se comunican a la confederación nacional de asociaciones de padres de alumnos y a la de profesores.

En Alemania, en Dinamarca, en España y en Francia, los consejos de clase dan a los padres la ocasión de tomar parte en la vida escolar. Este sistema es prácticamente desconocido en los demás países. El principio de los consejos de clase es sencillo: todos los padres de los niños de una clase se reúnen periódicamente con los profesores. En Dinamarca, donde los profesores acompañan a menudo a la misma clase durante toda la enseñanza obligatoria, padres y profesores pueden llegar a conocerse muy bien, y los padres tienen peso en ciertos temas.

_________________________(1) Este tema es abordado en el informe Les parents, partenaires de l’école. OCDE. París (1997). Este estudio analiza la situación en nueve países de la OCDE: Alemania, Canadá, Dinamarca, España, Estados Unidos, Francia, Irlanda, Japón, Inglaterra y Gales.

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