Los nuevos socios de América Latina

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Las recientes negociaciones de varios países latinoamericanos con potencias como China o Rusia llevan a hablar de una nueva configuración internacional en el escenario de las alianzas comerciales estratégicas. Como marco, varios factores dignos de atención: la crisis económica, las previsiones sobre la hegemonía de Estados Unidos, el giro a la izquierda de muchas naciones del subcontinente, y la presencia cada vez más ambiciosa de las potencias emergentes en el contexto mundial.

El auge de gobiernos socialistas en Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, Paraguay y Venezuela ha fortalecido decididamente las relaciones diplomáticas bilaterales con China. El gigante oriental, que en muchos temas se inclina por una perspectiva común «sur-sur» con los países latinoamericanos -especialmente Brasil-, mantiene además vínculos con varios partidos políticos de la zona, aunque esta confraternización, articulada por el Departamento de Relaciones Internacionales del Partido Comunista Chino, se queda en la sombra.

También los tratos militares se mantienen en silencio. Cuatro miembros de la Comisión Central Militar de China han visitado Latinoamérica en los últimos dos años, y los ministros latinoamericanos de defensa han devuelto la visita ante el gobierno de Pekín. Los países de América Latina, además, compran armas en el mercado chino y envían oficiales al país asiático para recibir entrenamiento.

China como socio comercial

La parte más interesante, con todo, es la de los lazos comerciales. Pekín ha publicado un «documento político para iluminar los objetivos chinos en torno a América Latina y el Caribe», que insiste en «los abundantes recursos y el extraordinario potencial de desarrollo» de esta región, de la que China es el tercer socio comercial.

El intercambio de productos entre Latinoamérica y China alcanzó en 2007 los 102.000 millones de dólares. Con todo, el país de Hu Jintao, que compra soja y hierro a Brasil, cuero a Chile, estaño a Bolivia, níquel a Cuba y petróleo a Venezuela, no ha dejado de suscitar antipatías en los mercados locales, ya que las exportaciones textiles y electrónicas chinas han golpeado duramente a la industrias del ramo en América Central y en el Caribe. También México y Argentina han sufrido de manera particular el flujo de manufacturas de baja gama procedentes de China.

Por otra parte, China ha premiado la solidaridad de Costa Rica -único país centroamericano que, en 2007, rompió relaciones con Taiwán- con un acuerdo de libre comercio al que van aparejados 430 millones de dólares en créditos y el compromiso de Pekín de patrocinar la candidatura costarricense a un asiento temporal del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. El coloso comunista también ha firmado acuerdos para liberalizar el intercambio económico con Chile y con Perú, y prevé incluir en la lista a otros países.

Los tres principales socios comerciales de China en Latinoamérica son Brasil -con un intercambio que en 2007 ha llegado hasta los 29.700 millones de dólares-, México y Chile. Aunque con un flujo muy inferior -2.300 millones de dólares-, el mercado chino es el segundo socio comercial de Cuba, después de Venezuela. Un país, este último, que ocupa el séptimo lugar en el suministro externo de petróleo al gobierno de Pekín. Durante la visita de Hugo Chávez a China en octubre pasado se acordó que la cantidad de petróleo venezolano se doblaría hasta alcanzar los 200 mil barriles por día.

Otro dato a propósito es que en la reciente cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC), celebrada en Lima, destacó la presencia de Álvaro Uribe, único jefe de Estado no miembro que fue invitado. Uribe recogió la anuencia de EE.UU., China, Japón y Rusia para la incorporación, en 2010, de Colombia, además de haber logrado un TLC con Canadá y un acuerdo de promoción de inversiones con China.

Rusia también quiere influir

Para Stephen Kotkin, director de estudios sobre Rusia en la Universidad de Princeton, «las clases dirigentes de Rusia, Medvedev incluido, miran con envidia los crecientes éxitos diplomáticos y económicos de China en Latinoamérica y en África». Según muchos, lo que hay en verdad tras el interés ruso es una represalia por las intromisiones en su órbita de influencia por parte de Estados Unidos.

En su agresiva política exterior, Medvedev no las ha tenido todas consigo. Como señala Newsweek, un revés notorio ha sido la falta de apoyo por parte de la Organización de Cooperación de Shanghai al reconocimiento ruso de Osetia y Abjasia, algo especialmente llamativo si se tiene en cuenta que Rusia ha favorecido tenazmente esta organización como un bloque de poder asiático capaz de rivalizar con la OTAN.

La caída de los precios del crudo y los efectos que la crisis mundial ha tenido sobre la economía rusa han llenado de dudas, últimamente, las previsiones sobre los planes latinoamericanos de Medvedev. Al signo de interrogación que estos hechos ponen sobre la confiabilidad del gigante eslavo como socio comercial se suma la victoria de Barack Obama, que parece prometer un nuevo período de buenas relaciones con los Estados Unidos. Las naciones latinoamericanas podrían replantearse, en consecuencia, su estrategia de alianzas internacionales.

Acuerdos con Chávez

Lo cierto, sin embargo, es que en la reciente visita del líder ruso a Venezuela -el país que según todas las expectativas debía serle más receptivo-, Chávez y Medvedev han pactado la creación de un gran consorcio «estratégico» para liderar la producción de gas y petróleo en Latinoamérica. La puesta en marcha de este «gigante», en el que están involucradas cinco grandes empresas rusas -entre ellas Lukoi, muy citada últimamente en los medios españoles por su interés en Repsol- implicaría un desembolso por parte de Rusia de 10.000 millones de dólares.

El desarrollo de los proyectos corresponderá por el lado venezolano a varias empresas lideradas por la petrolera estatal PDVSA, que ha sido objeto de sonadas reformas por parte del gobierno de Chávez para asegurar la disposición de la compañía a los fines de la «revolución bolivariana». Después de la purga colectiva hecha sobre su plantilla- de la que fueron despedidos todos los trabajadores que firmaron a favor de un referendo revocatorio contra el presidente-, Chávez limitó recientemente la participación de transnacionales extranjeras a un máximo del 40%, una medida que hizo retirarse de Venezuela a ExxonMobil y a ConocoPhillips.

Pero lo que da la impresión de constituir un logro excepcional para el régimen venezolano es el acuerdo de «cooperación en el área del uso de la energía nuclear con fines pacíficos» que ha firmado con Medvedev, después de haberlo intentado infructuosamente con Brasil y Argentina (los otros dos países del subcontinente que tienen centrales nucleares) y con el gobierno de Mahmud Ahmadineyad en Irán. En el tiempo de aquellas negociaciones -2005-, EE.UU. había advertido a propósito de las pretensiones de Chávez que esperaba que todos los países se adhirieran a las obligaciones del Tratado de no proliferación nuclear. La firma con Medvedev ha coincidido con la presencia de una flota naval rusa en aguas venezolanas para la realización de maniobras militares conjuntas.

También la visita del presidente ruso a Cuba es un intento de insuflar nueva vida a la otrora relación de camaradas ideológicos. La relación se rompió cuando, a la caída de la Unión Soviética, el intercambio económico con Moscú pasó de representar más del 80% de los ingresos de la isla a esfumarse por completo. Después de varias diligencias diplomáticas, Rusia ha vuelto al décimo puesto entre los socios comerciales de La Habana, y se anuncian negocios relacionados con el níquel, con el petróleo y con la industria automovilística. También el restablecimiento de la cooperación militar en materia de defensa antiaérea.

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