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Los niños de la guerra… de Nueva York

publicado
DURACIÓN LECTURA: 3min.

Ocho educadores de Children’s Village -importante centro residencial dedicado a la recuperación de chicos con graves problemas- han estado en Croacia para ayudar a niños traumatizados por la guerra. Nan Dale, director de esta institución, cuenta en International Herald Tribune (18-I-94) sus sorprendentes conclusiones.

(…) A primera vista, los chicos que encontramos en el campo de Varazdin se parecían mucho a los chicos con quienes nosotros trabajamos. Reconocimos la familiar jactancia que encubre al adolescente herido, confuso y temeroso. Reconocimos la insensible tristeza que se disfraza de perezosa apatía o que conduce a hablar de suicidarse.

Pero encontramos una diferencia sorprendente: las heridas de los jóvenes de Nueva York son mucho más graves.

La guerra ha interrumpido y torcido las vidas de los chicos en plena floración, y les ha separado de su familia y sus amigos. En comparación, la interminable, insidiosa y no declarada guerra entre los pobres en Estados Unidos, ha privado de su infancia a una generación.

(…) Los chicos refugiados y desplazados de la antigua Yugoslavia han perdido todo, de repente y sin piedad. Han perdido su hogar, su comunidad, sus amigos y a todos o a la mayoría de sus familiares. Raramente saben dónde está su padre, su tío o su hermano mayor, si no han sido testigos de su asesinato.

(…) Por lo general, antes de la guerra, los jóvenes de los centros de refugiados contaban con una familia intacta, buenos padres y comunidades seguras, y tenían también una personalidad bien desarrollada y un sano amor propio.

Los chicos mayores nos dijeron que la guerra era obra de políticos hambrientos de poder; pensaban que el daño se había hecho al país, no a ellos mismos. No se sentían rechazados o incapaces de ser queridos; simplemente creían que habían sufrido una desgracia.

(…) Por contraste, los adolescentes de Children’s Village, como tantos otros de barrios pobres de ciudades norteamericanas, han sufrido traumas desde su nacimiento; para ellos rara vez ha habido un alto el fuego.

La pobreza persistente y omnipresente, las familias rotas, los malos tratos constantes y la desatención, un hogar y una escuela inadecuados e inseguros, la falta de oportunidades de empleo y el racismo, son cosas tan letales como los campos de minas.

Los del equipo de Children’s Village pensábamos que la guerra real, sobre todo una de tal intensidad y duración, causaría más daño que cualquier otra cosa, especialmente a los jóvenes. Pero nos equivocábamos. Los chicos de Children’s Village no tienen recuerdos pacíficos de preguerra, esperanzas o aspiraciones que les guíen.

(…) Demasiado a menudo los chicos de Children’s Village han sido objeto de tales abusos y negligencias, y han cambiado tantas veces de hogar, que son incapaces de contener la rabia y la desesperación que han llegado a caracterizarles. Junto con su tristeza y miedo, han llegado a ser tremendamente agresivos, mediante la delincuencia o la autodestrucción.

(…) Sólo de mala gana hablan de sus historias de abusos sexuales y físicos, el horror de vivir en una caja de cartón en la calle, una madre que salió a por cigarrillos y nunca volvió, vendida a la pornografía para pagar la cocaína.

Estos chicos tiene arreglo. Sabemos lo que necesitan y cómo hacerlo. Pero exige más tiempo del que está dispuesto a conceder una sociedad que busca respuestas fáciles y soluciones rápidas.

Que las víctimas de la guerra en Bosnia y Croacia necesitan ayuda es innegable. Debemos hacer mucho más. (…) Pero la guerra no declarada a los chicos norteamericanos es más sutil e insidiosa que lo que nosotros llamamos guerra. También es más inexcusable.

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