«Los latinos llegamos a Hollywood con ideas locas y nuevas»

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Entrevista con Alfonso Arau, director de «Un paseo por las nubes»
Jerónimo José Martín (San Sebastián). «Como agua para chocolate» fue la tarjeta de embarque para Hollywood del mexicano Alfonso Arau. Ahora ha realizado allí «Un paseo por las nubes» (ver servicio 122/95), un melodrama romántico que está triunfando en medio mundo y que va a permitir a Arau continuar su particular aventura norteamericana.

Alto, fornido y con una llamativa coleta, Alfonso Arau parece recién llegado del rodaje de Grupo salvaje, la mítica película de Sam Peckinpah en la que actuó como secundario. En México es una celebridad, sobre todo después del éxito de Como agua para chocolate, la discutible adaptación de la novela de su ex mujer, Laura Esquivel. En realidad, ha dirigido desde 1969: El águila descalza, Calzonzín Inspector, Caribe, estrella y águila, Mojado Power, Chidos guan: el tacos de oro… A solas con él, el respeto que inspira su curriculum se desvanece enseguida; habla de su trabajo con un entusiasmo capaz de derretir cualquier hielo. Un personaje singular, este veterano luchador que sigue declarándose ácrata, pero a la vez reconoce su sincera nostalgia de ciertos viejos valores…

— «Un paseo por las nubes» es una historia muy romántica, muy melodramática, que está siempre en el filo de la navaja. ¿Cómo se ha planteado su tratamiento?

— Mi película es un melodrama clásico y épico. En ella he intentado seguir de un modo muy ortodoxo las reglas del género, que exigen andar continuamente en el filo de la navaja, en la orillita de la emoción. Es una película totalmente emocional: todos sus elementos están dirigidos de tal manera que rompan la actitud racional del público, que desborden su emoción. Esta película hay que verla con deseo de entregarse a la experiencia emocional, de realizar el viaje emotivo que propone este cuento de hadas.

— De todos modos, usted suaviza ese tono melodramático con muchos golpes de humor, sobre todo a través del personaje de Anthony Quinn. ¿Qué finalidad tienen?

— El melodrama clásico tiene otra característica: debe hacerse siempre con una base de humor; debe haber siempre un guiño del autor al espectador. Y, en efecto, en esta película la válvula de escape de todas las tensiones dramáticas de la historia, que podrían llegar a hacerse insoportables, es Anthony Quinn, que está maravilloso.

— Al igual que otros muchos films recientes, su película parece proponer un modelo de familia tradicional con perfiles muy atractivos: la comprensión con los hijos, la confianza entre la mujer y el marido, el papel del abuelo… ¿Podría sintetizarnos esta visión de la familia?

— Lo primero que me interesó de este guión es que habla de los viejos valores. En mi opinión, la sociedad actual se ha vuelto demasiado materialista, demasiado corrupta, demasiado cínica. Siento que hay entre la gente un sentimiento de nostalgia, que el péndulo va ahora hacia el otro lado, hacia los viejos valores: la familia, el amor a la tierra, la amistad, la honestidad… El héroe de mi película es un héroe honorable, como los que interpretaba Gary Cooper. Hoy día, si hablas a alguien de héroe honorable, de una persona honesta, siempre piensa en el pasado: piensa en su abuelo, nunca en su padre ni en sí mismo… (risas). Por eso, la acción de la película transcurre intencionalmente en el pasado, aunque su tema sea muy actual.

Respecto a la familia, yo manejo las tradiciones. Dentro de ellas, hay unas positivas y otras negativas. En este caso, al igual que en Como agua para chocolate, la tradición negativa es la vieja y decadente estructura patriarcal, la imagen del padre violento, estricto, rígido, macho, que controla dictatorialmente a la familia. En Como agua para chocolate, quien representa esta fuerza patriarcal negativa es una mujer, la madre; en Un paseo por las nubes, es el padre. Es un tema muy actual y universal. De ahí la importancia de fijarse en los matices: el padre es así porque así le enseñaron a ser, no porque sea malo…

— Además, su esposa lo maneja como quiere…

— Claro, ésa es otra de las características de la estructura patriarcal: que son las mujeres las que mandan. El machismo es alentado por las mujeres; es la madre la que enseña al hijo a ser macho, la que viste al niño de azulito y a la niña de rosa, con un moñito. Y también, la que dice: «Agarren a sus gallinas porque mi gallo anda suelto».

— ¿Cuál es el truco para que dos actores tan distintos como Keanu Reeves y Aitana Sánchez Gijón consigan la «química» que consiguen?

— Cuando los puse juntos para la prueba, ya sabía que se veían muy bien juntos. La química ya la tenían. Lo demás es un trabajo profesional, de interpretación. Hay una emoción que está en la pasión, la sensualidad, que en mi película es muy importante y está continuamente presente. En la vida real, el sexo explícito dura relativamente poco; pero el erotismo, la sensualidad son permanentes. Y eso es lo que a mí me interesa.

— De hecho, la escena más sensual de la película es cuando pisan la uva…

— Claro. Y en ella no hay sexo explícito…

— Pienso que su película pone frente a frente dos modos muy distintos de ver la vida —la mentalidad latina y la mentalidad «wasp»—, e, incluso, dos tradiciones religiosas: la tradición católica —con su saber comprender y su saber disfrutar de las cosas nobles de la vida—, y la tradición protestante, más puritana. ¿Ha tenido usted presentes estas ideas?

— Has definido los dos elementos que yo manejo en mi película: lo racional, que sería la actitud protestante, contra la actitud católica, que de alguna manera es más emocional y emotiva, para bien y para mal. Mi película es eminentemente emocional. El mundo del que llega Keanu es el mundo anglosajón, protestante, wasp.

— También me ha parecido muy sugestivo el empleo que usted hace del «realismo mágico», con un enfoque distinto al de «Como agua para chocolate», pues «Un paseo por las nubes» es más realista.

— Un paseo por las nubes no es una película de realismo mágico, como lo es Como agua para chocolate; es una película realista con una atmósfera mágica. Cuando entramos en el viñedo, entramos en la tierra del Mago de Oz, en Shangri-La, en ese lugar intemporal típico de cuento de hadas. Toda la escenografía, la utilización de filtros en la fotografía, la iluminación… están usados intencionalmente para crear una atmósfera mágica.

— ¿Qué tendencias y directores destacaría del cine norteamericano actual?

— La norteamericana es una industria muy desarrollada, cuyas tendencias las determina el mercado. Hollywood está buscando nuevas ideas; allí se han quedado enredados en el círculo vicioso de las películas de fórmula. Los films más destacados del año pasado fueron Forrest Gump, Pulp Fiction…, todas esas películas que se salen un poco de los moldes. Esto explicaría también el éxito en Estados Unidos de Como agua para chocolate. Es un terreno que a los latinos nos conviene mucho, porque llegamos con ideas locas y nuevas. Además, nos va a permitir hacer una serie de películas en español, primero para nuestros mercados y luego para la comunidad hispana de Estados Unidos. Como toda industria grande, Hollywood hace muchas películas muy malas, pero unas cuantas extraordinarias. Y tiene directores magníficos, como Coppola, Scorsese, Zemeckis, Robert Altman…

Jerónimo José Martín

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