Los hechos religiosos en una nación laica

publicado
DURACIÓN LECTURA: 2min.

Apropósito de la polémica sobre la conmemoración del bautismo del rey Clodoveo, un artículo que suscriben en Le Monde (10-IX-96) dieciséis laicos católicos pregunta por qué una nación laica no puede conmemorar acontecimientos religiosos.

¿Por qué no celebrar un acontecimiento que forma parte de la historia nacional? ¿Porque es un hecho religioso? En tal caso seríamos la única nación europea que no lo hiciera: incluso la Unión Soviética, cuando todavía tenía un gobierno comunista, celebró con fasto el bautismo de Vladimir, y sus dirigentes se han complacido en afirmar que era el acta de nacimiento de Rusia.

Recientemente, los alemanes no han considerado insólito que su presidente se asocie a las fiestas del 450 aniversario de la muerte de Lutero y reconozca el papel desempeñado por el gran reformador en la afirmación de la nación alemana.

La cuestión es, pues, ésta: ¿conmemorar un acontecimiento religioso es infringir la laicidad, regla aceptada por todos en la relación entre religión y sociedad? O, en otros términos, ¿los hechos religiosos son los únicos que una nación laica no tendría derecho a evocar?

Pero ¿quién no ve que esta prohibición tendría el efecto contrario del que se pretendía con la instauración de la laicidad? Esta tenía por objeto preservar la libertad de las conciencias rechazando un estatuto privilegiado para lo religioso; pero la exclusión de lo religioso supondría discriminarlo. Sería ir contra la experiencia que ha demostrado desde hace un siglo el irrealismo de una separación absoluta: encerrando a lo religioso en la esfera de lo privado individual, se ignoraría la evidencia de que toda convicción, religiosa o de otro tipo, tiene necesariamente una prolongación social y un cierto derecho a expresarse en el espacio público.

El acontecimiento recuerda que Francia es una de las más viejas naciones cristianas: es un hecho histórico indiscutible e irreversible. Por este hecho, el cristianismo forma parte del patrimonio nacional: Francia no sería tal como la conocemos sin este componente de su pasado. De no tenerlo en cuenta, se le amputaría una parte esencial.

Pero esta evidencia no confiere a los católicos ningún derecho a reivindicar monopolio alguno sobre Francia, que pertenece a todos los franceses, cualquiera que sea su familia espiritual. Francia es plural desde hace siglos y todas las tradiciones tienen los mismos títulos a declararse francesas. Los católicos deben guardarse de la propensión a presentar a la Francia cristiana como la única verdadera Francia. Cada francés debe aceptar la historia de su país en su totalidad y vivirla en la indivisión. Este es el sentido mismo de la laicidad.

El acontecimiento controvertido invita también a los católicos a interrogarse sobre su relación con su propia historia. A veces es fuente de conflicto. Un apegamiento incondicional al pasado encierra a unos en una nostalgia estéril que les impide comprender su propio tiempo. A otros, un rechazo sin matices de ese pasado les dicta apreciaciones injustas sobre las generaciones que nos han precedido y les priva de las enseñanzas de su experiencia. Una justa concepción de las relaciones entre Iglesia y sociedad, que evite a la vez la instrumentalización de lo religioso por lo político, la tentación clerical y la renuncia a todo papel público, no puede prescindir de un cierto conocimiento de las lecciones de la Historia.

Contenido exclusivo para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Funcionalidad exclusiva para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta para poder comentar. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.