Los católicos vietnamitas chocan con el comunismo local

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Después de 380 años de evangelización, viven en Vietnam cerca de 6 millones de católicos, el 8% de una población de 77 millones. El partido comunista, que monopoliza el poder a todos los niveles, sigue dificultando la actividad de la Iglesia católica.

Los problemas se multiplican con los gobiernos locales, que adoptan actitudes arbitrarias. Este mes ha habido manifestaciones de católicos por la confiscación de tierras diocesanas a una parroquia en la provincia meridional de Dong Nai. Además -cuenta la revista L’Homme Nouveau (19-X-97)-, el gobierno conminó hace unos meses al obispo de la diócesis de Xuan Loc (en la misma provincia) a disolver todas las asociaciones católicas, con excepción de los grupos corales y de alguna asociación de atención a personas mayores.

Ante la reacción pública de los católicos, el gobierno ha preferido negociar. En las reuniones, los representantes católicos han pedido al mediador del partido que se anulen las medidas anunciadas y se ha abordado el problema de las manifestaciones públicas previstas para celebrar el jubileo cristiano del año 2000.

Pero el descontento no es exclusivo de las regiones del sur, donde hay más católicos. También en la provincia de Thai Binh, al norte, se suceden las manifestaciones contra la corrupción de la adminstración local y por la confiscación de tierras de cultivo a granjeros. Al ser Thai Binh una provincia tradicionalmente comunista, las protestas de la población preocupan más al gobierno.

Volviendo a la situación de la Iglesia, otra dificultad es que las autoridades comunistas están impidiendo ejercer libremente su cargo al administrador apostólico de Ho Chi Minh (ex Saigón), monseñor Huynh Van Nghi, nombrado en 1993. Por ejemplo, el pasado septiembre la policía le disuadió de presidir la ordenación sacerdotal de siete jóvenes religiosos con la amenaza de que boicotearían la celebración. El año pasado sólo trece obispos pudieron hacer la visita ad limina; a más de diez no se les permitió salir del país.

Hoy funcionan en Vietnam seis seminarios, donde los religiosos no tienen cabida. El número de seminaristas (actualmente son 894) está limitado: las autoridades permiten que cada dos años se incorpore un exiguo grupo, que debe ser proporcional al número de cristianos de la región donde está el seminario. Es notoria también la escasez de profesores. El Estado se opone a la entrada de profesores extranjeros. Tan sólo ha autorizado que algunos sacerdotes vayan a formarse a Europa.

El gobierno controla también las ordenaciones sacerdotales, como ha explicado el sacerdote Joseph Doan -ex provincial de los jesuitas- en la revista Études (octubre 1997). Un candidato sólo puede ser ordenado si el gobierno da su aprobación. Por eso hay muchos religiosos que terminaron los estudios eclesiásticos hace diez o hasta veinte años y todavía esperan el permiso para ordenarse.

En lo que concierne a las órdenes religiosas, la situación ha cambiado en los últimos años. Los dirigentes las ven ahora con mejores ojos. Claro que, después de que el Estado monopolizase la Educación y la Sanidad, sólo un pequeño número de religiosos trabaja en estos sectores. En cambio, la mayoría se ocupan en empleos manuales. Un decreto de hace cuatro años permite el funcionamiento de las congregaciones religiosas instaladas en Vietnam antes de 1975 y reconoce su derecho a recibir nuevos miembros. Como aspecto positivo destaca que abundan las vocaciones en todas las órdenes religiosas.

En el terreno editorial, desde hace unos años el gobierno autoriza algunas publicaciones para los católicos. La más reciente traducción del Nuevo Testamento se ha agotado en dos años y ya se está vendiendo la tercera edición. Se publican también algunos libros de teología. Pero el gobierno se comprometió con la Conferencia Episcopal a permitir una revista trimestral de contenido religioso, que todavía no ha aparecido.

Por otra parte, desde 1990 Vietnam ha empezado a liberalizar los intercambios comerciales con el extranjero, lo que está modificando algunas pautas sociales.

En vista de la nueva situación, los obispos publicaron una Carta pastoral en 1992 para insistir en la importancia de la familia, y para pedir que se prestase más atención a la formación y educación cristiana de los jóvenes.

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