«Las ONG necesitan profesionalizar y cualificar a su personal directivo»

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Entrevista con Javier Sota
Javier Sota, abogado madrileño, Master en Derecho Comunitario por la Universidad Libre de Bruselas, fue director de Proyectos de la Fundación ANAR (1997-1999) y cooperante del gobierno belga en Bogotá (1995-1996). Prepara una tesis doctoral sobre cooperación internacional y microfinanzas. En la actualidad, es asesor técnico de la Dirección General de Cooperación al Desarrollo y Voluntariado de la Comunidad de Madrid.

— Se habla con insistencia sobre el papel preponderante que la sociedad civil está llamada a desempeñar en la cooperación al desarrollo. A la vista de la evolución de las ONG nacidas en Occidente, ¿piensa que tienen capacidad para asumir este papel?

— El papel de las ONG en este campo ha experimentado una ampliación notable y cuenta con un entorno institucional europeo favorable. Tras librar la batalla del «0,7», las ONG, como paradigma de la sociedad civil, no debieran caer en la trampa de ampararse en su juventud para disculparse de posibles defectos de funcionamiento.

Aunque pueda resultar paradójico, la mayor disponibilidad de recursos, tanto de origen privado como público, ha provocado crisis positivas en muchas ONG, que se han visto obligadas a una seria autoevaluación para examinar la calidad de su organización interna. Me refiero a lastres como la excesiva rotación de personal directivo de las ONG, deficiencias en los mecanismos de control del gasto, etc. Ha existido una criba originada por el endurecimiento de los requisitos exigidos por las administraciones públicas para otorgar recursos económicos o materiales a las ONG. Esto ha obligado a muchas ONG a replantear sus objetivos, a redimensionarse. Los poderes públicos no rehúyen la colaboración con las ONG, pero demandan profesionalidad, seriedad.

La filantropía no basta

— ¿Sugeriría algún cambio en la labor de las ONG de cooperación al desarrollo?

— Una cuestión que ha cobrado enorme importancia es favorecer un diálogo más intenso con las poblaciones beneficiarias. En este sentido, la Unión Europea parece decidida a superar una fase de contactos entre gobiernos, que con frecuencia han originado corrupción -en los peores casos- e ineficacia -en los mejores-. No se trata de excluir a las autoridades locales beneficiarias de la ayuda, que evidentemente tienen sus propios planes de desarrollo y merecen respeto y consideración. Pero lo que no es tolerable es que los beneficiarios directos no puedan sentarse a la mesa donde se toman las decisiones y se planifican las ayudas al desarrollo. Otro gran tema es la solvencia de las ONG de cooperación al desarrollo. No se puede ir al Tercer Mundo solo con filantropía, caridad o buen corazón.

— A ese respecto, algunos analistas opinan que el camino del prestigio y la operatividad de las ONG pasa por una mayor definición en ámbitos como la representatividad, el control financiero y la precisión de los objetivos. ¿Cuál es su punto de vista?

— En materia de representatividad, las ONG se vigorizan cuando tienen muchos socios y logran que estos no solo paguen unas cuotas sino que participen en la toma de decisiones. No se me oculta, lo conozco por experiencia, la dificultad que entraña esta cuestión; pero estimo necesario ese esfuerzo.

Sobre el control financiero, diré que va imponiéndose la cultura de la auditoría externa. Es un deber de buena administración para el que recibe fondos privados y públicos. Afortunadamente se va generalizando el uso de parámetros de contrastada validez en las memorias periódicas de las ONG, que incluyen un capítulo dedicado al aspecto financiero. Por otra parte, distintas coordinadoras de ONG han aprobado códigos de conducta de obligado cumplimiento, que incluyen normas vinculantes en materia de control financiero.

Por último, sobre la precisión de objetivos, ONG y administraciones públicas comparten el convencimiento de que siendo tantos los objetivos de ayuda al desarrollo, conviene buscar la concentración geográfica y sectorial para lograr una mayor eficacia. Las ONG van teniendo claro los proyectos que prefieren sus socios, y cerrar los ojos a esas experiencias sería inexplicable.

Profesionalidad

— Hay un tema que parece de capital importancia para la eficacia del trabajo de las ONG. Me refiero a la cualificación del personal directivo y, por ende, a la formación de los voluntarios.

— Este es, sin duda, un asunto de capital importancia. Las ONG, cualquier voluntario de campo, han podido comprobar la extraordinaria complejidad de la puesta en práctica -sobre el terreno- de la cooperación al desarrollo, o de la ayuda humanitaria, en situaciones generadas por una catástrofe. Las ONG y los departamentos correspondientes de las instituciones públicas nacionales e internacionales van habilitando recursos económicos y personal capacitado para impartir cursos de formación, masters, etc. Si cabe, la formación de directivos se revela como una pieza clave para eliminar un gran problema de las ONG: la excesiva rotación del personal directivo. Pero esta cuestión nos llevaría a otro asunto, que inexplicablemente tiene «mala imagen»: la necesidad de personal directivo a dedicación completa y, evidentemente, bien retribuido, si quiere evitarse la excesiva rotación.

— ¿Es bueno para las ONG contar, fundamentalmente, con la ayuda económica de organismos estatales o multinacionales?

— No es bueno para una ONG depender excesivamente de fondos públicos. Se va imponiendo en las ONG algo muy propio de la cultura empresarial anglosajona, la figura del captador de fondos: se trata de personas con una buena formación, que puedan adaptarse al estilo propio de las ONG, que diferirá -como es lógico- del que caracteriza a las empresas mercantiles. Por otro lado, se van suprimiendo posiciones paternalistas de algunos organismos públicos a la hora de confiar recursos a proyectos dirigidos por ONG: las administraciones públicas no dan recursos propios, sino que más bien canalizan el dinero que les llega de los ciudadanos. Por ello, estaría fuera de lugar un talante de esplendidez altruista y prepotente.

Ser solidarios también en casa

— Voluntarios y/o profesionales; jóvenes atraídos por experiencias fuertes en tierras lejanas y/o jóvenes generosos y muy eficaces; voluntarios para Calcuta y/o para una zona marginal de su ciudad; voluntarios entre semana y/o voluntarios en la primera quincena de julio… ¿Qué tipo de voluntario se necesita?

— Pienso que las ONG reclaman personas bien preparadas, en los dos frentes: trabajo directivo y de campo. La preparación exige, cada vez más, facilidad en idiomas, conocimientos técnicos para el trabajo de campo, nociones suficientes sobre la antropología del país donde van a trabajar, buena base sobre relaciones internacionales, etc.

Hay una experiencia clara sobre temas de formación: los mejores voluntarios en el extranjero son los que han desarrollado antes tareas de cooperación al desarrollo en su propia ciudad o pueblo, en las zonas más desfavorecidas de cualquier gran ciudad occidental. A la vez, se va imponiendo la necesidad de una coherencia entre la actividad solidaria y la vida solidaria. A la larga, no es buen voluntario el que no se rige por criterios de justicia social a la hora de consumir, gastar o administrar el tiempo de ocio.

— ¿Hasta qué punto las agencias de la ONU y el Banco Mundial se apoyan cada vez más en las ONG para definir y poner en práctica sus estrategias de desarrollo?

— Un cierto escepticismo se apodera del que examina la actuación del Banco Mundial, desde su fundación en 1944. Podrían esperarse un balance más favorable en una institución que ha canalizado 454.000 millones de dólares a países en vías de desarrollo y que desde 1990 otorga créditos por valor de 25.000 millones anuales. Esa primera cifra equivale al 50% de la ayuda oficial al desarrollo de los países de la OCDE. Los polémicos programas de ajuste estructural exigidos para el acceso a los créditos, la falta de democracia interna para la toma de decisiones, la posición hegemónica de Estados Unidos, son algunos déficits que animan a muchos a exigir una actitud más generosa Banco Mundial. Muchas ONG están contribuyendo a que el Banco escuche a los miembros de la sociedad civil de los países destinatarios de los créditos.

Espero que las declaraciones de Wolfensohn, Presidente del Banco Mundial, en el sentido de que han desestimado la capacidad de protesta de las ONG (cfr. El País, 25-IX-2000), den paso a un mayor diálogo entre el Banco y las ONG, siempre con la presencia de representantes del gobierno y la sociedad civil de los países en vías de desarrollo.

Alberto Fijo

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