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Las “fake news” del “Spiegel”

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Berlín. — Justo antes de Navidad estalló en Alemania una “bomba mediática”: Claas Relotius, redactor del semanario Der Spiegel que con solo 33 años había sido reconocido con un buen número de premios periodísticos, confesó que había falsificado gran parte de sus artículos y que algunos de los protagonistas de estos eran sencillamente inventados.

 

El semanario de Hamburgo publicaba el 19 de diciembre una nota en la que se leía que Claas Relotius “manipuló sus historias en considerable medida”. En tiempos de fake news, en que la prensa escrita se esfuerza en subrayar su seriedad –en contraposición a las noticias que se difunden en las redes sociales–, Relotius ha hecho un flaco servicio al periodismo.

El fraude se descubrió tras la publicación de un artículo titulado “Jaegers Grenze” (“La frontera de Jaeger”), que hablaba de una milicia popular dirigida por un tal Jaeger en Arizona, en la frontera entre México y Estados Unidos, dedicada a perseguir a inmigrantes ilegales. El artículo se publicó en noviembre; como autores figuraban Juan Moreno y Claas Relotius.

El caso Relotius representa un “problema de legitimación para los medios que considera a los que piensan de modo diferente, en general, como víctimas de ‘fake news’ rusas y de derechas” (Anna Diouf)

A Juan Moreno –colaborador de Der Spiegel e hijo de emigrantes españoles– le llamaron la atención una serie de “hechos” que allí se presentaban y que no coincidían con los que él conocía. Aunque en la redacción del semanario se topó inicialmente con una cierta reticencia a creerle, Moreno aprovechó un nuevo viaje a Estados Unidos para hacer comprobaciones, que confirmaron sus sospechas.

Después de negarlo, Relotius finalmente confesó que había inventado parte de los hechos; además, que esto no solo se refería al reportaje “La frontera de Jaeger”, sino también a un buen número de sus artículos: en lugar de entrevistar a los protagonistas de sus historias, que citaba abundantemente, sus artículos se basaban en otros medios o grabaciones, a los que añadía diálogos y citas.

Sin contrastar

Como ya comenzaban a llover las críticas, no solo al periodista sino también a Der Spiegel, por haber publicado los artículos de Relotius durante años sin contrastarlos, el semanario se vio obligado a difundir un comunicado, el 22 de diciembre. Decía, entre otras cosas: “En Spiegel Online hemos comenzado a publicar los resultados de nuestras investigaciones internas. Será un largo proceso, pues lo examinaremos todo con sumo detalle. Hemos creado una comisión que analizará a fondo no solo el caso Relotius, sino también lo que posiblemente pueda venir después. (…) Al mismo tiempo, hemos comenzado a reflexionar sobre nuestros procesos y estructuras. Tenemos que meditar sobre todo cómo podemos controlar mejor las investigaciones, aunque no queremos tener una vigilancia total. El buen periodismo necesita también libertad; por eso, los errores y los engaños nunca podrán evitarse completamente, pero tenemos que hacer que sean menos probables”.

Jakob Augstein, descendiente del fundador de Der Spiegel, Rudolf Augstein, se refirió al escándalo en una entrevista con el diario Bild: “El caso Relotius no es una crisis de Der Spiegel, sino una crisis de un determinado tipo de periodismo. Rudolf Augstein habría hecho lo que está haciendo la dirección actual: disculparse, tomar medidas personales y mirar hacia delante”.

Advertencias desoídas

Sin embargo, esa huida hacia delante del semanario de Hamburgo no ha convencido especialmente, por haberse llevado a cabo cuando ya no le quedaba otro remedio. Por ejemplo, Holger Stark –en el otro semanario líder de opinión en Alemania, Die Zeit– decía: “Der Spiegel habría podido parar al impostor Claas Relotius mucho antes, si los responsables hubiesen escuchado las objeciones dentro de su propia casa. Según investigaciones de Die Zeit, ya en el primer semestre de 2017 llamaron la atención de redactores de Spiegel TV contradicciones de entidad en un reportaje de Relotius. Este narraba la historia de dos supuestos hermanos en el norte de Irak, que el “Estado Islámico” habría reclutado como niños soldados a fin de formarlos para atentados suicidas”. Según continúa diciendo Stark, un equipo de la televisión propia de Spiegel, que viajó unas semanas más tarde a Irak para hacer un reportaje gráfico, encontró allí “fuertes contradicciones” con la versión de Relotius. Concluye Stark: “Si los superiores de Relotius se hubieran tomado en serio las indicaciones de los compañeros de televisión, el fraude hubiera salido a la luz mucho antes”.

El affaire Relotius no afecta solo al crédito de un determinado semanario, hasta ahora considerado como uno de los pilares del periodismo en Alemania. Así argumenta también Christian Meier, en Die Welt: “Este caso solo conoce perdedores. La credibilidad de Der Spiegel ha quedado deteriorada, incluso si los demás artículos del autor allí aparecidos son veraces al cien por cien. Pero también se ve alterada la credibilidad del periodismo”. O, en palabras de Anna Diouf en Die Tagespost: “Con este escándalo no solo ha caído un periodista: está yéndose a pique la reivindicación de la prensa escrita de que, por principio, informa con mayor credibilidad que los medios online y de que esta es un baluarte contra las fake news”.

Bulos que no vienen de Rusia

Esto es así porque en el modo de actuar del semanario se aprecia una cierta pauta general, a la que se refería el embajador de Estados Unidos en una carta a Der Spiegel tras la publicación de “La frontera de Jaeger”, carta que la propia revista difundió el 21 de diciembre. El embajador Richard Grenell no solo habla de este caso, sino que generaliza sobre Der Spiegel, al que achaca “haber publicado asiduamente informaciones y artículos, cuya falsedad se habría evidenciado si, antes, se hubieran contrastado los hechos”. Grenell afirma que “la dirección de Der Spiegel fuerza este tipo de artículos y anima al parecer a los reporteros a escribir lo que exige la dirección de la empresa”.

Ha quedado dañado el crédito de un semanario que hasta ahora estaba considerado como un pilar del periodismo en Alemania

El embajador pone el dedo en la llaga: al parecer, la dirección del semanario estaba tanto más dispuesta a creer lo que Relotius escribía –y esto en asuntos de notable entidad, como la guerra en Siria, el islamismo o los cambios sociales introducidos por Trump en Estados Unidos– cuanto que, con sus artículos, confirmaba la ideología de la publicación. ¿Qué habría sucedido si el periodista hubiera seguido otra línea? No se necesita mucha imaginación para suponer que si Relotius hubiera escrito un reportaje falsificado, por ejemplo, sobre el modo ejemplar en que un obispo norteamericano habría tratado los problemas de abusos a menores en su diócesis, Der Spiegel habría procurado comprobar o refutar los hechos… si es que hubiese publicado tal artículo, cosa difícil de creer.

Por ello, el caso Relotius representa un “problema de legitimación para los medios que considera a los que piensan de modo diferente, en general, como víctimas de fake news rusas y de derechas”, según Anna Diouf. De hecho, tanto en los comentarios de los lectores a la nota de la redacción de Der Spiegel como en YouTube se oyen voces que condenan la “parcialidad en la redacción de Der Spiegel” y que critican la corrección política de los medios “del sistema”.

En este contexto no carece de ironía que, en la nota citada, el propio semanario escribiese: “Afortunadamente, uno de nuestros colaboradores ha conseguido destapar el caso”. ¿Es sencillamente ridículo, o quizá sea una muestra de cinismo, que Der Spiegel venga a decir entre líneas: “menos mal que el caso ha sucedido en un medio serio como el nuestro”, cuando queda precisamente en entredicho la seriedad del modo en que el medio ha tratado el tema?

Independientemente de las repercusiones que el “caso Relotius” pueda tener para la credibilidad del periodismo en general, también podría conllevar consecuencias penales para el periodista: tras un reportaje aparecido en Der Spiegel en julio de 2016 sobre dos hermanos de Siria, Claas Relotius pidió a los lectores que donaran dinero para los niños. Según el semanario, “al parecer no trasmitió ese dinero, como había prometido”; eso podría acarrear una demanda por malversación de fondos.

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