La Santa Sede lamenta que UNICEF promueva la planificación familiar

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La Santa Sede ha expresado su «profunda amargura» por la «creciente implicación» de UNICEF en programas de planificación familiar. Junto al rechazo moral, considera que esas actividades «modifican la finalidad original» de la agencia de la ONU dedicada a la infancia. Así dijo el representante permanente de la Santa Sede ante la ONU, Mons. Renato Martino, durante la reunión celebrada los días 2 y 3 de noviembre en Nueva York, en la que se anunciaron las aportaciones económicas de los países miembros a las actividades para el desarrollo promovidas por la ONU.

Mons. Martino dijo que la aportación económica de la Santa Sede es «evidentemente simbólica», y que se debe verla en el contexto de la amplia tarea internacional que la Iglesia desarrolla en todo el mundo con iniciativas asistenciales. Anunció que la contribución de la Santa Sede para UNICEF pasa de 2.000 a 3.000 dólares, «como confirmación de su apoyo a la meritoria acción de la UNICEF en favor de los niños y las madres de todo el mundo». Pero señaló que especificaba, por primera vez, que la Santa Sede destina esa suma a cinco programas concretos de carácter sanitario (vacunaciones, fomento de la lactancia materna y otros), «que no contradicen la enseñanza moral de la Iglesia ni el mandato original de UNICEF».

El representante vaticano explicó que «durante varios decenios, la Santa Sede y los católicos de todo el mundo han colaborado felizmente con la UNICEF en numerosos proyectos». Pero «la Santa Sede comprueba con profunda amargura que, en tiempos recientes y bajo la presión de algunos países donantes, la orientación positiva de la Agencia, para promover el bienestar de la madre y del niño y el apoyo a la vida, ha cambiado de modo ambiguo pero significativo».

Mons. Martino dijo, en concreto, que la Santa Sede no puede estar de acuerdo con las orientaciones de fondo del documento titulado La política de la UNICEF sobre la planificación familiar, pues contradicen «las enseñanzas fundamentales de la Iglesia católica y las convicciones de una amplia parte de la población mundial».

Todo eso, señaló, a pesar de las declaraciones de la misma UNICEF, que afirma que «no ha ofrecido nunca apoyo al aborto y que continúa sosteniendo la política de no considerar el aborto como medio de planificación familiar», y que «no ofrece contraceptivos financiados con sus propios fondos».

En una nota explicativa que adjuntó a su discurso, el representante vaticano añade que la Santa Sede sostiene con firmeza que la creciente implicación de UNICEF en programas de planificación familiar -que podrían incluir métodos inaceptables- «modifica el mandato originario de UNICEF, duplica otros programas de las Naciones Unidas, o impide el uso de los escasos recursos económicos en favor de programas esenciales de UNICEF. Y todo esto, precisamente cuando las Naciones Unidas están intentando reducir gastos».

El documento asegura que esta decisión de la Santa Sede tendrá, sin duda, consecuencias para los católicos y las organizaciones católicas, que limitarán su contribución a UNICEF a los programas no implicados en el ámbito de la planificación familiar. «Es esperanza de la Santa Sede que UNICEF cambie, de modo que permita a los católicos volver a ofrecer su pleno apoyo a esta Agencia».

La noticia habría quedado restringida al ámbito de los funcionarios de la ONU si la oficina de prensa de la Santa Sede no hubiera difundido el texto. La reacción del director general de UNICEF, James P. Grant, fue inmediata. Reconoció que la organización «ha estimulado el apoyo para la planificación de los nacimientos en los casos en que esta política es apoyada por los gobiernos de los países interesados, en el contexto de una colaboración con otras instituciones».

Añadió también que en la acción de UNICEF no ha de haber nada que «sea incompatible con las estrechas relaciones de colaboración con la Santa Sede». Una frase ambigua, de aparente tono conciliador, que manifiesta la preocupación, señalada por algunos observadores, de que esta medida de la Santa Sede «podría tener fuertes repercusiones a escala mundial, y provocar dudas en el mundo católico, que desde siempre se ha mostrado dispuesto a colaborar activamente con UNICEF».

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