La Santa Sede define su postura ante la Conferencia Mundial de la Mujer

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Critica los condicionamientos ideológicos del proyecto de documento
Roma. El proyecto de documento final de la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, que se celebrará en Pekín del 4 al 15 del próximo mes de septiembre, contiene aspectos meritorios, pero su conjunto responde a la misma filosofía radical que caracterizó los planteamientos de la Conferencia sobre Población de El Cairo (septiembre de 1994). Como ya hiciera durante la preparación de aquella conferencia, también ahora la Santa Sede ha llamado la atención sobre las presiones ideológicas que condicionan esta nueva reunión de la ONU.

Después de la experiencia de El Cairo, muchas instituciones se han mostrado interesadas por conocer en profundidad los planteamientos de la Santa Sede ante esta conferencia internacional. Con ese motivo, entre otras iniciativas, el Consejo Pontificio para los Laicos se reunió en Roma con representantes de varios centenares de organizaciones no gubernamentales (ONG).

Por su parte, el director de la Oficina de Prensa, Joaquín Navarro-Valls, ofreció el pasado día 20 una síntesis de las observaciones de la Santa Sede al borrador de documento final previsto para Pekín. La Santa Sede ha participado en todas las sesiones preparatorias de esta conferencia.

Un tercio en discusión

El borrador de documento final (Draft Platform for Action), de 112 páginas, escrito en inglés, está dividido en seis capítulos y agrupado en párrafos y subpárrafos. Casi un tercio del total del texto figura todavía entre paréntesis, lo que indica que en esos puntos no existe acuerdo entre los países participantes.

Este documento, que se discutirá en Pekín, se centra en identificar los obstáculos a la promoción de los derechos de la mujer y en las acciones que hay que tomar para impulsarlos. Llama la atención de los gobiernos sobre puntos como la pobreza, el analfabetismo, la prostitución, la pornografía, etc.

Junto a ese esfuerzo digno de elogio, la Santa Sede señala que el texto denota una «presión de carácter ideológico: parece que se quiere imponer a las mujeres de todo el mundo una particular filosofía social, propia de algunos sectores de los países occidentales. Se da así la paradoja de que mientras el documento quiere liberar a la mujer de algunos condicionamiento culturales, acaba queriendo imponer a su vez un modelo occidental de promoción femenina que no tiene en cuenta los valores de las mujeres de la mayor parte de los países del mundo».

Esas críticas, como las que se citan más adelante, no van contra la conferencia en sí o contra determinados países, sino que se presentan para la confrontación de ideas.

El asunto de la universalidad de los derechos humanos, por encima de las diferencias culturales, sigue dando problemas. En el párrafo 12, que se incluyó por iniciativa de la Santa Sede, se pide a los Estados el compromiso de promover los derechos humanos universales reconocidos por los documentos internaciones. A pesar de que esa propuesta refleja los acuerdos de la Conferencia Mundial sobre Derechos Humanos (Viena, 1993), el párrafo está entre paréntesis.

Si la Santa Sede insiste sobre este punto es porque considera que cuando se habla de derechos humanos debe existir un consenso general sobre su contenido, que esté reflejado en documentos internacionales. Si cada país se limita a promover unos derechos genéricos e inconcretos, la Conferencia de Pekín no aportará ningún progreso para las mujeres de muchos países en los que no gozan de los derechos humanos reconocidos por las declaraciones internacionales.

El aborto: de El Cairo a Pekín

La Santa Sede advierte que en el documento de Pekín se observa una desconexión con lo ya aprobado en conferencias anteriores. Concretamente, da la impresión de que algunos conceptos que se dejaron en la puerta en El Cairo estén ahora intentado entrar por la ventana en Pekín. Por ejemplo, tal como aparece formulado el párrafo 107 J, pretende suprimir la afirmación «en ningún caso se promoverá el aborto como método de planificación familiar», que fue adoptada por consenso en las Conferencias Internacionales de Ciudad de México (1984) y El Cairo (1994).

En todo el texto, y especialmente en la sección dedicada a la salud y a la educación de las adolescentes, se pone entre paréntesis la anotación «teniendo en cuenta los derechos, deberes y responsabilidad de los padres» (cfr. párrafos 107 I, 107 L, 107 M, etc.), que figuraba en los documentos internacionales precedentes.

Especialmente grave, añade el informe presentado por el portavoz de la Santa Sede, es la pretensión de «privar a los padres de su responsabilidad ante la oferta de programas y servicios públicos en materia de sexualidad, incluido el aborto». Los representantes de varios países, entre ellos algunos de la Unión Europea, han presionado para que se aceptara que los menores pudieran acceder a esas prácticas sin el consentimiento paterno.

En la Conferencia de El Cairo y en la Cumbre de Copenhague se aprobó una recomendación a los gobiernos según la cual las ofertas educativas y las prácticas de estos servicios a los menores y adolescentes debían ponerse en práctica «de acuerdo con la Convención de los Derechos del Niño y con el reconocimiento de los derechos, deberes y responsabilidades de los padres y de las otras personas responsables de los menores». En el texto preparado para Pekín, esta recomendación figura entre paréntesis.

Una filosofía social con prejuicios

La frecuencia estadística de algunos conceptos ilustra gráficamente la filosofía social que late en el documento. Por ejemplo, el término gender (género) aparece en torno a trescientas veces; madre, maternidad, figura menos de diez veces; mientras que sex, sexual, sexuality, se repite en un centenar de ocasiones.

Este desequilibrio es todavía más evidente en la sección donde se propone defender el derecho de la mujer a la salud. Mientras se refiere en cuarenta ocasiones a problemas de la salud relacionados con la vida sexual (SIDA, salud reproductiva, enfermedades transmitidas por vía sexual, etc.), sólo menciona en dos ocasiones las enfermedades tropicales. Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud estima que los casos de infección por HIV ascendían en 1994 a cuatro millones de personas, mientras que los afectados por enfermedades tropicales oscilaban entre los 650 y 850 millones.

Resulta evidente que el documento responde, en determinados puntos, a prejuicios muy definidos. De lo contrario, no se entiende la razón de que se discuta la referencia a los métodos naturales de regulación de la natalidad (párrafo 110 H); o por qué se incluye también entre paréntesis la invitación a informar a las mujeres sobre los riesgos que suponen la «contracepción hormonal, el aborto y la promiscuidad» (párrafo 110 E).

Algunos términos del documento, como sexual orientation y lifestyle (estilo de vida), son difíciles de definir y carecen de un reconocimiento jurídico en un documento internacional. Esta ambigüedad conceptual podría llevar, por ejemplo, a considerar la pederastia como una modalidad de sexual orientation y lifestyle, y así poder ser fácilmente aceptadas como derecho. La expresión gender también ha estado en el centro del debate, pues algunos querían hacerla equivalente a orientación sexual, abriendo paso así a la clasificación de cinco sexos; al final, no sin polémica, se acordó dar a esa expresión el significado que le dan los diccionarios.

Contra la violencia y las presiones

La Santa Sede comparte la preocupación del documento por eliminar la violencia contra la mujer en el plano físico, sexual, psicológico y moral (párrafos 113 y siguientes). Desearía, sin embargo, una condena más decidida de todo tipo de violencia perpetrada contra la mujer, incluida la esterilización forzosa, la coacción al uso de anticonceptivos o la incitación al aborto.

«La Santa Sede se ha mostrado siempre muy preocupada por el número de mujeres que son objeto de planes sistemáticos de esterilización, aplicados sobre todo en países en vías de desarrollo. Tales prácticas constituyen una grave violación de los derechos de la mujer». La Delega-ción de la Santa Sede propuso que estas prácticas se incluyeran entre las violaciones de los derechos de la mujer, pero algunos países pusieron entre paréntesis esa sugerencia (párrafo 115).

La Delegación propuso también la inclusión del término female foeticide (aborto en caso de que sea niña) entre los actos de violencia dirigidos tanto contra la madre como contra la hija no nacida. El enunciado aparece también entre paréntesis (párrafos 115, 125 I, etc.). Algunos países incluso sugirieron cambiarlo por prenatal sex selection, eufemismo de sabor eugenésico.

La mujer en el ámbito familiar

Otro punto prioritario que la delegación de la Santa Sede subrayará en la conferencia será todo lo relacionado con el lugar de la mujer en el ámbito familiar, aspecto al que el documento apenas se refiere. Es indicativo que la palabra familia aparezca sólo en cinco ocasiones, y que en cuatro de ellas lo haga con un matiz peyorativo. El documento no menciona el valor social del trabajo doméstico.

«La Santa Sede comparte la gran atención que se dedica a la plena participación de la mujer en todas las actividades de la vida social, pero va contra la evidencia pensar que este énfasis deba cancelar el papel único que la mujer desarrolla en la familia: un papel que no agota todos los recursos de la feminidad, pero que es específico de la mujer». La Santa Sede afirma también que «la lucha por la igual dignidad entre hombre y mujer implica también el reconocimiento de que la mujer es diferente, y la exigencia de ser tratada de modo diferente. Entre esas diferencias están, por ejemplo, el derecho de la mujer que trabaja fuera de casa a no ser víctima de discriminaciones, presiones indebidas o dificultades particulares a causa de su maternidad».

El último punto central sobre el que la Delegación de la Santa Sede centrará sus intervenciones se refiere a los derechos y responsabilidades de los padres a la hora de elegir el tipo de educación que desean para sus hijos. Este punto es perfectamente compatible con otro derecho humano (que el documento cuestiona, colocándolo entre paréntesis): el de la mujer y de la niña a la libertad de conciencia y de religión en las instituciones educativas (párrafo 82 F).

Una mujer al frente de la delegación

El Vaticano enviará a Pekín a una delegación de veinte personas, en la que estarán representadas varias culturas, extracciones sociales y experiencias profesionales. La delegación, cuya composición se hará pública en las próximas semanas, estará encabezada por una mujer, elegida por su «competencia en la materia y no simplemente como gesto simbólico». Será la primera vez que el Vaticano envía a una mujer al frente de una delegación oficial de este nivel.

Como en El Cairo, la Santa Sede cuenta con el consenso de otros países que comparten sus puntos de vista. También algunos representantes musulmanes, a través de organizaciones islámicas, han establecido un diálogo con el Vaticano, preocupados por el modo en que el documento preparatorio aborda algunos temas. Sin embargo, como explicó Navarro-Valls, son tales las diferencias entre el cristianismo y el islam, ya sea en las áreas de interés como en la consideración del papel de la mujer, que se excluye un acuerdo operativo.

Diego Contreras

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