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La privatización de la tierra no ha sido la varita mágica

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El gobierno ruso ha anunciado que la actual cosecha de cereales será la más baja de los últimos 30 años, y que la producción agrícola global descenderá un 10% respecto a 1994. Esto se achaca en primer término a la sequía, que ha afectado a las regiones del Sur productoras de grano. Pero la crisis ha vuelto a encender el debate sobre la oportunidad de la privatización de las granjas colectivas.

La sequía ha sido una dura prueba. Pero la situación de las granjas colectivas se ha deteriorado aún más por el recorte drástico de los masivos subsidios que recibían en la era soviética. Ante la escasez de financiación, no han podido comprar todos los fertilizantes y maquinaria que necesitaban.

Los reformadores mantienen que no es posible financiar indefinidamente explotaciones deficitarias: lo mejor es privatizarlas, para que así no tengan más remedio que arreglárselas por su cuenta y mejorar la gestión. El sistema de privatización adoptado distribuye certificados de propiedad de la tierra entre los campesinos, que pueden utilizarlos para emprender pequeñas explotaciones familiares o, lo que es más frecuente, agrupar varias parcelas en unidades mayores.

Pero algunos críticos, como los del Partido Agrario aliado con los comunistas, replican que la privatización está destruyendo la «estabilidad» de que gozaba la agricultura en el sistema anterior.

¿»Estabilidad» o «estancamiento»? Los reformadores les contestan que el sistema soviético desmoralizaba a los campesinos y les habituaba a trabajar poco y mal. En cambio, las pequeñas parcelas privadas que permitía el sistema eran muy productivas, y este es el camino que hay que seguir.

De hecho, también hay casos que demuestran el éxito de la privatización de la tierra, como algunos recogidos en Newsweek (16-X-95). Un agricultor, que dirige una explotación formada por las parcelas de varios agricultores y ha conseguido que sea rentable, asegura: «Lo que hay que hacer es pagar bien a los campesinos por su trabajo y tratarles decentemente». Ahora bien, «el que no trabaja debe irse». Al mismo tiempo, se queja de que las autoridades locales dificultan todo lo posible la reforma, aunque la apoyen de palabra.

No faltan otros obstáculos. Las altas tasas de interés impiden tomar dinero a crédito. Y los intermediarios, que antes actuaban por cuenta del Estado, siguen gozando de un virtual monopolio en la región y pueden imponer bajos precios.

Pero si algunos campesinos emprendedores han tenido éxito con el nuevo sistema, el sentimiento contrario a la privatización es fuerte entre muchos otros que no han conocido más que la agricultura colectivizada. Y las esperanzas de muchos de estos agricultores están puestas en que los comunistas ganen las elecciones parlamentarias del próximo diciembre.

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