La nueva censura contra las «fobias»

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En la revista digital Spiked (www.spiked-online.com, 19 abril 2007), su director, Brendan O’Neill, comenta la tendencia a silenciar determinadas opiniones llamándolas «negación» (del Holocausto, del cambio climático) o «fobia» (islamofobia, homofobia).
Esas posturas, escribe O’Neill, antes que de erróneas, se las califica de anormales: son una especie de trastorno, y su remedio es la censura. La «psicologización» de ideas molestas es muy clara en el caso de la «negación del cambio climático»: «Quienes ponen en duda el consenso científico sobre el calentamiento de la Tierra -o incluso el consenso político en torno al ecologismo- son definidos como “negadores” y en consecuencia tachados. Y son frecuentes las demandas estridentes y destempladas de que se niegue a los negadores el acceso a las tribunas públicas». La revista The Ecologist habla de la «psicología de la negación del cambio climático», una forma de «autoengaño», dice. Existe una publicación digital, Climate Change Denial (www.climatedenial.org), dedicada analizar este «trastorno».

El mismo fenómeno se observa, pero en menor medida, con la negación del Holocausto. Antes se solía considerar fruto de una ideología fascista o antisemita. Ahora algunos hablan ya de la «psicología de los negadores», como se ha podido leer en National Review (13-12-2006): quien dice que el Holocausto no ocurrió es «en el fondo una alma perturbada», según James S. Robbins.

«Otros puntos de vista -prosigue O’Neill- son reprobados y censurados por ser expresiones de alguna “fobia”. En particular, hoy es común llamar “islamofobia” u “homofobia” a ciertas opiniones sobre el islam o la homosexualidad». Así, el año pasado, el Parlamento Europeo aprobó una resolución que instaba a los Estados miembros a reprimir la homofobia -incluido el discurso homófobo-, definida como «miedo o aversión irracional a la homosexualidad y a lesbianas, “gays”, bisexuales o transexuales».

Redefinir una idea como «fobia», comenta O’Neill, cancela el debate: ¿para qué hablar con gente irracional o perturbada? Los que sostienen tal opinión son fácilmente marginados: «Es la censura como una forma de internamiento psiquiátrico». «Algunos ecologistas mantienen expresamente que no puede haber debate con los “negadores del cambio climático”. The Ecologist afirma que “la negación no se puede contrarrestar con información… la historia suministra abundantes pruebas de que dar más información puede incluso resultar contraproducente”».

«Es cada vez más común que esta terminología psiquiátrica se aplique no solo al lenguaje despectivo o provocador contra el islam o la homosexualidad. También es frecuente tildar de “islamófobos” u “homófobos” juicios morales u opiniones políticas. En Gran Bretaña, algunas organizaciones musulmanas etiquetan de islamófobas las críticas a ciertas prácticas islámicas, como el uso del niqab [vestido que solo deja al descubierto los ojos] en las mujeres. La reprobación moral de la homosexualidad por parte de personalidades religiosas es tachada de homofobia. Pero, con independencia de la opinión que uno tenga de la postura de los sacerdotes, Jane Adolphe [profesora de la Facultad de Derecho Ave Maria, en EE.UU.] tiene razón cuando pregunta: “¿Es fobia plantear que se prohíba el matrimonio homosexual? Decir que lo es va contra la libertad de expresión”».

«Antes había “ismos” -racismo, sexismo- que a juicio de muchos eran fruto de ideologías que se debían combatir mediante un riguroso debate público. Ahora hay fobias (…) La era de los ismos admitía que algunos desconfiaban de los negros, o se oponían a la inmigración o al trabajo de la mujer, en virtud de una decisión, aunque equivocada. La era de las fobias trata los prejuicios y determinadas ideas morales como trastornos. Así, donde en la era de los ismos podría haber habido debate, incluso protestas y conflicto, hoy día solo hay llamadas a la censura o a la reeducación para curar a algunos de su irracional modo de pensar».

A juicio de O’Neill, la raíz de esta tendencia está en la presente incertidumbre moral. Como se ha reducido el acuerdo en torno a lo que es bueno o malo, faltan argumentos para discutir y persuadir, y se desciende al nivel psicológico. «Esto abre la puerta -concluye O’Neill- a nuevas y más insidiosas modalidades de censura».

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