La Inquisición secular

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Brendan O’Neill, que se define como ateo libertario, escribe en www.spiked-online.com que la campaña de los nuevos ateos contra el Papa surge de un secularismo pesimista, que solo es capaz de afirmarse ridiculizando a la religión.

Brendan O’Neill se refiere a la campaña de lo que llama Nuevos Ateos (como Richard Dawkins, Christopher Hitchens, Geoffrey Robertson…) que han lanzado la propuesta de detener al Papa cuando visite Gran Bretaña, acusado de “crímenes contra la humanidad”.

O’Neill se pregunta por qué unos pensadores inteligentes parecen perder la razón cuando se trata de la Iglesia católica y del Papa. Por ejemplo, recuerda que “en 2006 Dawkins criticó la ‘histeria sobre la paidofilia’ y afirmó que, aunque él había sido víctima de abuso sexual en un internado, estaría dispuesto a defender a sus abusivos profesores si ‘al cabo de cincuenta años fueran acosados por vigilantes o abogados como si fueran asesinos de niños’. Sin embargo, ahora pone a los sacerdotes abusadores a la par que los genocidas”.

O’Neill advierte que algunos comentaristas anticatólicos han decidido no atender a los datos y a los números, y hacen afirmaciones tan peregrinas como la de ese columnista que describe al Vaticano como “una conspiración criminal internacional para proteger a los violadores de niños”. A pesar de esta falta de mesura, “la campaña de los que van a la caza del Papa ha adquirido un carácter poderosamente patológico, obsesivo y de una estridencia ensordecedora. Es gritona y emotiva.”

Intolerancia ante las creencias sólidas

La razón de que esta campaña se haya hecho tan histérica, dice O’Neill, se debe a que los Nuevos Ateos necesitan afirmarse. “La actual caza del Papa surge de un movimiento secularista que parece incapaz de afirmar un propósito o un sentido de un modo positivo, centrado en el hombre -al estilo de lo que hicieron grandes ateos como Marx o Darwin- y que solo pueden afirmarse negativamente, en confrontación con el ‘mal’ de la religión, con gestos contra la supuesta perversidad de la fe institucionalizada”.

“El secularismo está en crisis”, dice O’Neill. Si en los tiempos de la Ilustración rechazó la guía de Dios para afirmar que el hombre solo podía dominar las complejidades de la vida, hoy domina un pensamiento pesimista en el que el hombre es visto como un ser codicioso, destructivo, en el que no se puede confiar. No es la fe en la humanidad lo que define al actual secularismo, sino, al contrario: una profunda confusión sobre el papel del hombre, un sentirse incómodo en el mundo en que vivimos. “Empujado más por la duda y la confusión que por un deseo de Ilustración, el nuevo secularismo da su alarma intolerante ante cualquier sistema de pensamiento que, a diferencia de los suyos, parezca tener algo de coherencia y autoridad”.

“Esto es lo que está detrás de su guerra contra la religión: un instinto de ridiculizar a aquellos que, a diferencia de los secularistas contemporáneos, tienen una perspectiva global de la vida y un sólido sistema de pensamiento. Esto es realmente lo que ellos encuentran tan extraño en la Iglesia católica en particular: sus creencias, su fe, su jerarquía. Un ateísmo completamente extraño a la gran masa de la gente y a cualquier visión orientada al futuro solo puede arremeter de un modo extremo e intolerante contra aquellos que todavía parecen tener creencias sólidas: los creyentes, o los ‘ilusos’, como los llaman los Nuevos Ateos”.

Como consecuencia, escribe O’Neill, “su campaña contra el Papa realmente tiene el aire de una caza de brujas o, paradójicamente, de una Inquisición. Primero, para imbuir su campaña de alguna lógica, los caza-papas deben exagerar ampliamente la escala y los efectos de los delitos de la Iglesia católica contra los niños. Segundo, porque tácitamente están tratando de crear un clima represivo y policial en relación con lo que consideran una religión problemática, hasta el punto de que los líderes religiosos no se sientan libres de viajar por el mundo para visitar a sus seguidores. Y tercero, y más importante, porque su caza del Papa está pensada para darse una satisfacción a sí mismos, para atribuirse un sentimiento de poder, un propósito y una legitimidad que ya no pueden asegurar a través de sus ideas o de su visión”.

Brendan O’Neill, asegura que “como ateo libertario, mi única preocupación en este tema es analizar la emergencia de una nueva forma de ateísmo histérico y represivo. Y los Nuevos Ateos no son el primer grupo de gente en la historia que persigue sus propios objetivos intolerantes, engañosos y discutibles, bajo el pretexto de hacer justicia a los desposeídos”.

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